Siempre andamos queriendo justificar con coincidencias los hechos maravillosos de la vida. Pocas veces se dice que lo sucedido obedece a las leyes más elementales del orden de las cosas. Preferimos las casualidades, los asombros, el azar, con todo lo que de magia también le ponen a la vida.
En aquel cumpleaños primero que el mundo pasó sin su presencia, hubo una lluvia de estrellas, o llanto de estrellas, o fiesta de estrellas; nadie sabe la verdad. Pero cuando anunciaron que la magia de los astros descendiendo estaría disponible para América, creo que más de un ser humano pensó en aquello de las providencias y lo grandioso.
Todos los lugares con personas de buena voluntad han recordado cada aniversario del amigo, de su llegada a este mundo o de su inmortalidad temprana. Y la naturaleza, sabia que es, no se queda nunca atrás, y menos cuando de Hugo Chávez se trata.
Conociendo su relación especial con la lluvia —además de la que regaló aquella madrugada en que Sabaneta de Barinas lo parió de sus entrañas, y de la que caería mientras su cumpleaños 59 era fiesta de nostalgia y necesidad—, también habrá preparado una para hoy. Nadie puede predecir si serán estrellas, gotas o lágrimas. Pero algo caerá como símbolo del amor al símbolo.
Ya no hay muchas dudas: Chávez y la lluvia tienen una alianza. Maduro lo recordaba el pasado 28 de julio mientras rememoraba para todos la multitudinaria reunión ocurrida en las calles venezolanas ese 4 de octubre cuando el Comandante Pueblo dejaba brotar el aguacero de sus manos. El cumpleaños de ese día tuvo lluvia, por doquier, de almas, de sonrisas, de lágrimas, de besos, de amor, de abrazos, de recuerdos, de palabras en su nombre y hasta de estrellas, por si fuera poco.
Porque el hombre que nos trajo a Bolívar a los jóvenes de estos días tiene (el verbo no es tuvo) la virtud de provocar un amor incontenible en todos. La parte izquierda del corazón (la que dedicamos a las luchas más rebeldes) no se resiste a sus frases tan encendidas, se rinde ante la intensidad de su verdad, es vulnerable ante las esencias. Le adora sin remedio.
Y como es el mejor amigo que tiene el pueblo cubano —al decir de Fidel y al sentir de todos—, en Cuba también nos reunimos en varios lugares a pensarle. Porque Chávez es de todos, de quienes se propusieron quererle y de los que no. La grandeza encandila hasta a quienes cierran los ojos y no hay nada más reconocible que un buen hombre. Hasta la naturaleza festeja si se trata de una noble fiesta. Puede que llore gotas de agua o estrellas, pero no olvida la alianza que la une al admirador de Alí Primera.
¿Qué es ser una persona coherente? Siempre recuerdo a un amigo que pregunta por esa característica antes que por cualquier otra, cuando valoramos a alguien. Ser coherente es que hasta la naturaleza se una a tu sinfonía popular cuando el mundo hace silencio para recordarte. Ser coherente es portar una alianza con el universo y con la justicia, para bautizar con lluvia cada 28 de julio. La coherencia hace también que cada 5 de marzo ocurra esa lluvia interna incontenible, para que retoñe el Chávez que se sembró para siempre.