Por esas vueltas que da la vida, hoy ando por las tierras del Sol Naciente, aquellas que hace ya unos cuantos años, previo a mi salto a la complicada adolescencia, imaginaba como una inmensa juguetería. Y es que mi generación creció «babeada» con los animados japoneses, definitivamente menos instructivos que los «muñequitos rusos», pero mucho mejor dotados para hacernos imaginar un futuro espectacular.
Por suerte, aprendí que la vida de este lado es más que robots, computadoras y otros «cacharros» tecnológicos, que por cierto, hacen muy bien. Ahora, la oportunidad de cubrir el III Clásico Mundial de béisbol me abre las puertas de ese mundo soñado, y al que, cuando el tiempo lo permita, intentaré dedicarle algunas líneas.
Así, y a modo de calentamiento, comenzamos a llenar esta pizarra en Fukuoka, por lo que hasta ahora he podido apreciar, una ciudad bella, tranquila y habitada por personas muy serviciales. Quizá, extremadamente pudiera ser el calificativo perfecto para esta cualidad.
En esta urbe «habitan» los Halcones de Softbank. La franquicia es la única de la liga profesional que pertenece a la isla de Kyushu, una de las que conforman el archipiélago nipón, y su «nido» es el hasta hace poco Yahoo! Dome —conocido ahora como Yafuoko! gracias a la nueva empresa patrocinadora—, del cual pudiera estar escribiendo todo un día para ilustrar su impresionante majestuosidad, funcionalidad y belleza.
Me cuentan que, a la hora de disfrutar un partido de béisbol, esas personas de aparente carácter introvertido y reservado se desdoblan, y la complicidad que profesan a su equipo es total y admirable. Claro, nada que ver con esa explícita y pasional manera de vivir este deporte que tenemos los cubanos.
Se pudiera decir que aquí el «relajo» es con orden, pues nada parece perturbar esa metódica forma de asumir la vida, que les permitió renacer de las cenizas hasta convertirse en una de las potencias económicas del planeta. No por gusto, el disfrute del juego tiene que ir acompañado de ciertas reglas de comportamiento.
Por ejemplo, en el estadio se permite utilizar cornetas, silbatos y bandera, pero solo a personas previamente designadas de acuerdo con su ubicación en las gradas.
También tienen sus «rituales», más bien pensados en el espectáculo, como la danza de la familia de Halcones (mascotas), el canto de la canción del equipo y la liberación de miles de globos amarillos —el color del equipo— en la parte baja de la séptima entrada, así como el disparo de fuegos artificiales después de cada victoria, que ojalá mañana, cuando concluya el tope frente al equipo cubano, no tenga que ver.