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Europa: el otro «contagio»

Autor:

Marina Menéndez Quintero

No había acabado de apagarse el eco de los porrazos contra los manifestantes en las calles madrileñas, y ya retumbaban al día siguiente las consignas en Atenas: una manifestación que, el miércoles, visibilizó la huelga general con que en distintas urbes griegas, los ciudadanos de ese país señalaban su parentesco con los españoles.

No a los ajustes dictados por la troika.  No a los recortes. Esa era la máxima de las decenas de miles de ciudadanos ibéricos que, provenientes de distintas autonomías, se dieron cita el martes en Madrid a despecho de los golpes y los tirones de pelos con que los gendarmes arrastraron hasta a mujeres. Y ese mismo es el clamor de los griegos, quienes este miércoles paralizaron diversos sectores de la economía, los servicios y la administración pública en todo el país, para rechazar los nuevos recortes proyectados por Antonis Samarás, el jefe de Gobierno.

A los políticos europeos no debería quedarles dudas de que la inconformidad social –como esa crisis económica que tanto les preocupa- también «se transmite». Y crece.

Quizás sea porque, aun sin liderazgos que potencien y canalicen políticamente el hartazgo con quehaceres gubernamentales que están depredando la vida del ciudadano común, estos sean conscientes de la respuesta que pedía una comerciante citada por la AFP, en el cartel que portaba durante la marcha en la capital ibérica: « ¿De verdad crees que cruzando los brazos, esto se arregla?».

Los españoles sienten que el mercado les ha robado la soberanía pues, como en Grecia, las políticas las están dictando la Comisión Europea, el Banco Central del Viejo Continente y el FMI. Sus órdenes ya son verdadera injerencia en la nación helena —en cuya capital tienen oficina propia—, y están punzando ahora no solo el bolsillo, sino el pundonor de los españoles. Se ha llevado el viento lo que les prometió el derechista Mariano Rajoy para echarse el gato al agua y cobrar a su predecesor, José Luis Rodríguez Zapatero, el precio de los primeros ajustes. A pesar de ello, casi a  la misma hora de las protestas en Madrid y de la fortísima represión policial que dejó decenas de heridos, el líder del Partido Popular declaraba dirigiéndose a los países árabes, al usar de la palabra en la Asamblea General de la ONU: «En España vivimos una difícil pero exitosa transición a la democracia».

A palos, pero la letra entra, a cambio de dudosos «rescates» que los ciudadanos rechazan porque van a parar sobre sus espaldas —125 000 empresas griegas han dejado de pagar sueldos, y el desempleo rompe récord cada mes en España —, y que son cuestionados incluso más allá del Viejo Continente por quienes, como el propio presidente de Estados Unidos, Barack Obama, temen que el efecto dominó de la crisis financiera europea salte los océanos, y siga extendiéndose…

Claro que es notoria la reticencia. Dos años después de los primeros empréstitos con sus consiguientes condicionamientos a Grecia, y pasando por las también duras experiencias de naciones como Italia y Portugal, la misma receta sigue imponiéndose en el más tecnocrático y puro estilo neoliberal. No se toma en cuenta la comprobada inefectividad de presuntos salvavidas que solo se tienden para que los países afectados paguen deuda, rebajen a cualquier precio el déficit fiscal y ayuden a salvar la moneda común, pero que cada vez hunden más y, por tanto, no dejan crecer, a las economías. Eso, sin contar el daño que están causando al entramado social.

Incluso, como si mirando desde 20 años atrás hasta hoy, no estuviese ahí, palpable, el ejemplo de lo ocurrido en América Latina, donde el aguijonazo neoliberal resultó el resorte que nucleó a las masas gestoras de los cambios.

Claro que ello no quiere decir que la historia, tal cual, se repita. La propaganda del miedo hizo mella en el electorado griego cuando, en las repetidas elecciones generales (mayo y junio) impidió  obtener mayoría el izquierdista Alexis Tsipras (Syriza), quien proponía, cuanto menos, un reexamen de los acuerdos pactados con la troika. Y fue a parar el Gobierno a las mismas manos en que estaba cuando se firmó el primer oneroso empréstito: el partido Nueva Democracia en alianza con el desacreditado Pasok (el Movimiento Socialista Panhelénico), acompañados en esta oportunidad por la llamada Izquierda Democrática.

Ahora les espera a los griegos un tajazo presupuestario después de pasar por el recorte de las pensiones, de los sueldos, de los puestos de trabajo…

Los españoles, quienes con Rajoy tampoco ven ahora marcha atrás a los ajustes, no se dejaron intimidar por los golpes y volvieron a las calles este miércoles. Lo que digo: el enardecimiento de las masas también tiene «efecto contagio».

Mucha preocupación de los gurúes financieros por la economía… pero la inestabilidad social está aumentando.

 

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