Un nuevo aniversario del natalicio de Fidel, esta vez el 86, nos incita a reflexionar sobre el inagotable caudal de ideas y enseñanzas que nos brinda su batallar incesante durante casi siete décadas en el terreno de la política.
Cuando parecía que un gravísimo problema de salud, con alto riesgo para su sobrevivencia, lo apartaría definitivamente, no solo de sus responsabilidades al frente del Partido y el Gobierno del país sino también de cualquier actividad pública, supo, con un tesón y voluntad inimaginables, sobrepasar aquella prueba terrible y continuar su lucha, en otro plano, por las ideas que en favor de Cuba y de la humanidad siempre había defendido. Así, en su Reflexión del 31 del julio del 2007, expresaba: La vida sin ideas de nada vale. No hay felicidad mayor que la de luchar por ellas.
Esa voluntad de acero, esa firmeza en la defensa de las ideas más justas, no solo para su país sino también para la humanidad, ese apego invariable a los principios que han dado fundamento a su accionar político a lo largo de toda su vida es lo que hace de Fidel un gladiador imbatible y una figura de talla universal. La reciente Conferencia de las Naciones Unidas sobre Desarrollo Sostenible Río+20 ha venido a subrayar, una vez más, la justeza de sus ideas y su trascendencia como líder mundial. Muchos le rindieron homenaje, en ese marco, a Fidel Castro, que figura entre los primeros estadistas que comenzó a estudiar y alertar acerca de la catástrofe que se nos avecinaba y a promover acciones que permitieran detener y revertir, antes de que sea demasiado tarde, los acelerados cambios climáticos que atentan contra la existencia de la humanidad.
Como un monumento a su dedicación y a su visión estratégica del tema nos ha quedado lo planteado por él, hace ahora 20 años, en aquella Cumbre de la Tierra, en junio de 1992, en Río de Janeiro: «Una importante especie biológica está en riesgo de desaparecer por la rápida y progresiva liquidación de sus condiciones naturales de vida: el hombre».
Gracias a esa visión estratégica de Fidel nuestro país está hoy a la vanguardia en la lucha por desarrollar una mayor conciencia acerca de los graves peligros que amenazan el precario equilibrio que hace posible la vida en nuestro planeta. Sus más recientes Reflexiones subrayan la necesidad de alcanzar un desarrollo sostenible combatiendo la pobreza y la desigualdad social así como la contradicción entre la existencia del sistema capitalista imperialista depredador del medio ambiente y la supervivencia de la humanidad. El brillante discurso pronunciado en esa Cumbre por Raúl Castro dio continuidad, en las condiciones actuales, a esa política invariable de nuestra Revolución.
Otro tema que quiero enfatizar en esta ocasión es el referido a la importancia que ha concedido siempre Fidel al papel de la juventud y a su formación revolucionaria. En su intervención precisamente en el Aula Magna de la Universidad de La Habana, en ocasión del 60 aniversario de su ingreso a ese centro, el 17 de noviembre de 2005, se refería a ese necesario relevo generacional señalando:
«Aquí hemos estado hablando de acontecimientos de nuestras vidas, de nuestra universidad, de nuestra Alma Máter, de los que llegamos hace algunas decenas de años y los que están hoy aquí, que ingresaron en el primer año o que están a punto de graduarse, o algunos se han graduado ya y están desempeñando funciones que otros, con menos experiencia, no podrían realizar».
Y más adelante apuntaba:
«Ojalá yo tuviera más tiempo para hablar, pero este ahora de ahora es un ahora sin precedente, es una hora muy distinta de todas las demás, en nada se parece a la de 1945, en nada se parece a la de 1950 cuando nos graduamos, pero poseedores ya de todas aquellas ideas de las que hablé un día, cuando afirmé con amor, con respeto, con entrañable cariño, que en esta universidad, donde llegué simplemente con un espíritu rebelde y algunas ideas elementales de la justicia, me hice revolucionario, me hice marxista-leninista y adquirí los sentimientos que a lo largo de los años he tenido el privilegio de no haberme sentido nunca tentado, ni en lo más mínimo, a abandonarlos alguna vez. Por eso me atrevo a afirmar que no los abandonaré jamás».
Estas ideas de Fidel me confirman la pertinencia de la necesidad de continuar el diálogo de generaciones en el que intervengan quienes traemos la experiencia vivida como partícipes en la vida política en la segunda mitad del siglo XX y los que asumen responsabilidades crecientes en estos inicios del XXI y desarrollarán su vida política hasta bien entrado el mismo, como una garantía de la continuidad histórica de la Revolución. Se trata, de hecho, de un intercambio de experiencias entre dos siglos.
Nuestros hijos y descendientes, aquellos que vivirán bien entrado el siglo XXI, reclaman de nosotros una acción y un pensamiento fundamentado en la cultura de emancipación que tiene en el pensamiento de Martí y de Fidel su orientación cardinal. Solo los malvados y los mediocres renuncian a este glorioso empeño. Estamos obligados por mandato de la historia a preservar la memoria histórica de nuestro pueblo y a transmitir ese legado a las nuevas generaciones.
Este es mi homenaje a Fidel en su aniversario 86, que lleva a Martí en la mente y el corazón desde sus primeras lecturas del Apóstol, que ha sido su mejor discípulo y que ha enriquecido su ideario con el conocimiento y las vivencias de la práctica política en la segunda mitad del siglo XX y en estos inicios del XXI. Él ha estudiado e interpretado su pensamiento con profundidad y ha volcado ese conocimiento en el difícil arte de hacer política en función de los intereses del pueblo. Me he propuesto dedicar lo que me queda de vida al objetivo de trasladar a las nuevas generaciones las enseñanzas de más de 50 años de lucha por nuestra plena y total dignidad y soberanía. Mi único mérito, y para mi es bastante, ha sido y es haber estado junto a la Revolución de Fidel y orientado por las enseñanzas de Martí.