Casi ocho meses después del terremoto y posterior tsunami que devastó el noreste de Japón y del accidente nuclear de Fukushima, los sobrevivientes comienzan a dar muestras claras de impaciencia. Según datos recientes, las promesas de ayuda, indemni-zaciones, e incluso la posibilidad de que puedan regresar a sus casas luego de la evacuación por altos niveles de radiactividad, es muy incierta.
Nuevamente, Tokio Electric Power (Tepco), operadora de la planta nuclear averiada, está en el centro de las críticas. Para los japoneses la empresa no tomó suficientes medidas de seguridad en Fukushima, aunque conocía los riesgos. Por otra parte, también es acusada de minimizar deliberadamente el alcance del accidente en medio del caos en la zona, a pesar del riesgo para la vida y la salud de los supervivientes.
Ahora la empresa sigue sumando descontentos a su gestión por el manejo burocrático de las compensaciones a las víctimas. Por fin el mes pasado comenzó a recibir las solicitudes de indemnización. Según Reuters, quienes opten por recibir compensaciones tienen que haber leído un manual de instrucciones de 160 páginas, para luego llenar un formulario de 60 y adjuntar los recibos de alojamiento, transporte y costos médicos.
El procedimiento, al parecer, se ha convertido en un elemento que lejos de resolver un problema, crea otro, al tiempo que se acrecienta el malestar, la sensación de desconfianza y de desamparo.
Solo 7 100 personas le han exigido compensación a Tepco de los 80 000 a las que les envió formularios. Y de los 10 000 comercios existentes en la zona de Fukushima, solo 300 han presentado reclamaciones. Claro, que la indemnización final depende de si los evacuados pueden volver o no a sus casas, y esa es una pregunta aún sin respuesta.
Lo difícil es que la gente no sabe en quién confiar. Mientras el gabinete de Yoshihiko Noda, que intenta emerger de la grave crisis política posterior a la catástrofe, reduce sus salarios para aportarlo a la reconstrucción del país, los nipones sienten que la compañía eléctrica no juega limpio. Quizá para quien está abrumado con el formulario para recibir algo de dinero, que el Primer Ministro deje de recibir unos yenes de su salario y los done para sacar adelante la zona devastada, pueda resultar irrelevante, en medio de su tragedia personal.
Aún así, según la agencia local Kyodo, el recorte de los salarios del Primer Ministro y sus titulares, está contemplado en un proyecto de ley que busca reducir el sueldo de los funcionarios en casi un ocho por ciento para 2014, aunque los miembros del Gobierno han decidido aplicarse la bajada desde noviembre para mostrar su compromiso.
No es que sea una cifra despreciable; de ser aprobada, la ley permitiría al ejecutivo recaudar 290 000 millones de yenes por año (casi 2 700 millones de euros) para utilizarlos en labores de reconstrucción. Sin embargo, como hasta el momento las sumas tardan en beneficiar a quienes sufren, el efecto de las acciones no calma los ánimos.
En tanto el Gobierno muestra, al menos, compromiso, Tepco, que ya ha sido castigada por las autoridades, anuncia que pagará unos 944 euros al mes hasta finales de agosto de 2012, como compensación por el trauma psicológico. Después de eso, la suma bajará a la mitad.
¿Eso es todo?, se pregunta Sumiko Toyoguchi, de 75 años y propietaria de un restaurante, quien tuvo que abandonar su hogar, ubicado en la zona de evacuación, por alta radiactividad. «Lo que está en la raíz de nuestra frustración es que no podemos ver cómo será nuestro futuro», añadió.
No es casualidad que los disciplinados japoneses comiencen a protestar, incluso que Tokio amanezca con sus propios indignados contra la voracidad de las grandes empresas. La frustración por tanta vida deshecha y sin una estrategia coherente de ayuda, comienza a pasar factura.