Levantarse de la ruina total requiere de un esfuerzo descomunal. Y aunque los japoneses tienen sobrada experiencia en las artes de resurgir como el ave Fénix, sobre todo por la laboriosidad y la disciplina de ese pueblo, resulta fundamental que todos estén en función del despegue necesario. Y que esa sea la prioridad.
Luego de las primeras semanas posteriores al terremoto y al tsunami, los partidos opositores al gobernante Partido Democrático de Japón (PDJ), especialmente el conservador Partido Liberal Democrático (PLD), guardaron el hacha de guerra en función del luto nacional. Previsiblemente más por cálculo político que por conciencia, dieron un tiempo prudencial para lanzarse a la carga e intentar sacar lasca de la peor crisis que ha vivido el archipiélago nipón después de la Segunda Guerra Mundial.
Recientemente consiguieron someter al gobierno que encabeza el primer ministro Naoto Kan a una moción de censura, superada solo porque prometió concentrarse en la reconstrucción y abandonar el cargo una vez avanzado el proceso. Kan, muy criticado por su gestión ante la crisis nuclear, también se enfrenta a detractores dentro de su propia formación política.
Todos los movimientos del mapa político ocurren mientras 117 085 personas viven en centros de albergue, quedan 25 millones de toneladas de escombros por retirar, no están cerradas las cifras de muertos y desaparecidos —uno de los últimos balances, las sitúa en 14 949 muertos y 9 880 desaparecidos—, al tiempo que se confirmó la entrada en recesión de la economía nipona.
Es cierto que el Gobierno de Kan ya estaba en apuros antes del 11 de marzo, con un descenso de la popularidad a menos de 20 puntos, como también lo es que la tragedia le ha dado cierto respiro. Sin embargo, más allá de aciertos o desaciertos en la gestión de una crisis múltiple, muchos coinciden en que es tiempo de concentrarse en la reconstrucción de la zona siniestrada, pero también en las vidas de quienes allí lo perdieron todo. De hecho, esa ha sido la promesa del Primer Ministro.
Tras superar la moción de censura, Kan se comprometió a concentrarse en los esfuerzos de reconstrucción, a mantener la cohesión de su formación y evitar que el opositor PLD, que gobernó Japón durante 54 años, vuelva al poder.
Una vez desatada la crisis en la central nuclear de Fukushima, el Gobierno difícilmente pudo haber hecho más de lo que hizo, certificó el Organismo Internacional de la Energía Atómica (OIEA). Pero a los críticos de Kan no les sirvió de mucho esa conclusión. El informe de la OIEA afirmó que Japón subestimó la amenaza de tsunamis para sus centrales nucleares. Y aunque ello tiene que ver con políticas trazadas mucho antes del ascenso del PDJ, el aluvión continúa.
Tampoco se puede perder de vista que el PLD rechazó la oferta de Kan, transcurridos los primeros días de la tragedia, de formar una gran coalición de gobierno para enfrentar la situación, agravada con el accidente nuclear de Fukushima. Incluso ahora, con el control de la Cámara alta del Parlamento y en capacidad de obstaculizar proyectos de ley, el PLD se ha negado a cooperar con el Gobierno en la aprobación de leyes claves.
Por su parte, si bien los japoneses dejan claro su enfado con la gestión gubernamental, parecen preferir la unidad para salir del atolladero una vez se produzca la renuncia del actual primer ministro. Esta semana se dio a conocer que más de un tercio de los votantes quieren que el partido gobernante forme una coalición con el principal conglomerado opositor, según señaló el sondeo del diario Mainichi.
Los rejuegos políticos siguen su curso. Los japoneses han dado prueba de su paciencia, pero tampoco debe quedarles mucha. De todas formas, quienes permanecen lejos de las altas esferas dan ejemplo sobre las posturas necesarias. Son los más de 200 ancianos dispuestos a ir a limpiar Fukushima, o los dueños de empresas que enviaron personal para ayudar a los subcontratistas, socios o incluso competidores a reconstruir en las prefecturas dañadas, quienes se convierten en las voces que los políticos debieran escuchar. Muchos piensan que solo así los japoneses podrán despegar, volver a asombrar al mundo.