El capitalismo, más allá de ser un sistema económico, es una forma de vida. Es la forma de vida, de «buena vida», que puede permitirse adoptar quien dispone de mucho dinero y de poca moral. Pero también es la forma de vida, de «mala vida» que tiene que sufrir la gran mayoría de las personas. Entre los muy pocos que poseen casi todo el dinero y los miles de millones de personas que poseen casi toda la pobreza, hay un colchón de población que sirve a los propósitos de aquellos, para desesperación y mayor desgracia de los derechos de estos.
Para las personas integrantes de ese colchón, que se creen capitalistas por el simple hecho de que disponen de cantidades irrisorias de dinero que gastar, va dirigida esta humilde reflexión: El capitalismo se cura viajando.
Solo hay que darse una vuelta por Mato Grosso, el estado brasileño donde mayor deforestación ha sufrido la selva amazónica en lo que va de año 2011, ese pulmón mundial que unos pocos no tienen reparo en rapiñar hasta hacerlo desaparecer si les resulta rentable.
Solo hay que ver con detenimiento una fotografía aérea del Golfo de México en la que apreciar los irreparables daños que causó el vertido de petróleo desde la plataforma que BP tenía en el Golfo. Después de desastres como este, la mano del hombre solo alcanza a imponer multas económicas que, por muy cuantiosas que sean, resultan de todo punto insuficientes para reparar todo el daño causado.
Tampoco hay que olvidar que, por cada Coca-Cola que se bebe en el mundo, un acuífero se ve amenazado en algún lugar del mundo, privando de agua en muchos casos a grupos sociales que ya se encuentran al borde del precipicio humanitario.
Aunque muchos crean que todo esto se puede arreglar con dinero, habría que preguntarse: ¿a quién le compraremos el siguiente barril de petróleo cuando hayamos consumido el último?, ¿a quién le compraremos el siguiente litro de agua cuando hayamos consumido o contaminado hasta la última gota?, ¿a quién le compraremos un nuevo planeta cuando hayamos arruinado cada uno de los recursos que este nos ofrece?
Creo que el capitalismo tiene la capacidad sobrenatural de detectar recursos naturales, viéndolos incluso a través de las personas, sin llegar nunca a ver a estas, como ocurre con el pueblo saharaui, que grita en el desierto denunciando el expolio de sus recursos naturales.
Tan solo hay que colocarse en un lugar con vistas a un rico yacimiento de petróleo y esperar. Muy pronto (usted) será espectador del más fabuloso espectáculo de fieras depredadoras que el mundo haya conocido jamás. Verá caer bombas que matan personas y salvan economías. Verá sangrías humanas y un desfile de atrocidades firmadas y avaladas por instituciones para las que nos exigen respeto y consideración, y todo ello en nombre del único dio$.
Un paseo por África nos hará volver con la más amarga de las sensaciones, ya que este continente es tratado como basurero mundial y su población no entra ni tan siquiera en el más bajo de los rangos sociales contemplados por el capitalismo.
Hasta el más breve viaje por el sudeste asiático o por América Latina, nos dará una imagen un poco más cercana de quienes están siendo explotados en nombre de marcas comerciales a las que extrañamente respetamos y rendimos consideración.
Y cuando la simple explotación del ser humano no es viable, se producen casos de depredación de sus propiedades y derechos, como está ocurriendo con el pueblo griego, quien está sufriendo en sus carnes la escasa importancia que tiene la vida humana cuando de lo que hablamos es de dinero.
Por todo ello me pregunto en qué momento de nuestra historia hemos permitido que nos hagan creer que este sistema económico es el menos malo. (Fragmentos. Tomado de Rebelión)