«Vamos a cambiar Haití. Vamos a rehacer este país». Así comenzó su discurso de investidura hace solo algunas semanas el flamante presidente haitiano, Michel Martelly, quien, tras largas disputas electorales, acusaciones de fraude, violencia y no pocas muertes, recibió la banda presidencial haitiana de manos del ahora ex mandatario René Preval.
Para este cantante de 50 años devenido político, el camino hacia la jefatura del Gobierno no se le hizo fácil, pero menos cómodo le será emprender la tarea de gobernar un país aún entre ruinas y sin la más mínima infraestructura ni material ni económica para su recuperación.
Dulce Micky o Sweet Micky, como también es conocido el nuevo mandatario, se dedicó a la música desde 1988 y puso de moda algunos ritmos que todavía hoy se rememoran en Haití. Según recuerdan los medios noticiosos de la época, en los años noventa poseía Martelly un club nocturno llamado Garage, que se convirtió en uno de los más frecuentados en Puerto Príncipe y adonde acudían a divertirse los militares.
Sin embargo, la vida de este carismático haitiano cambió radicalmente cuando, en julio de 2010, decidió abandonar los escenarios para arrimarse a la política e inició su contienda electoral con la promesa de reformar esa devastada nación. Tiene también por delante la titánica tarea de «optimizar» la ayuda humanitaria que no llega y que la comunidad internacional le anda prometiendo a su país desde la sacudida, hace más de un año, de un terremoto de 7,3 grados que dejó 222 570 muertos, 1 300 000 damnificados y pérdidas cercanas a los 7 900 millones de dólares.
A su principal rival, la ex primera dama Miralende Manigat, le aventajó en la segunda vuelta electoral del pasado 20 de marzo con un abrumador 67,57 por ciento de los votos, mientras ella alcanzaba apenas un 31,74 por ciento.
Fue justamente en la ceremonia de investidura, realizada en medio de las ruinas de lo que fuera el Palacio Presidencial y matizada por un apagón, donde Martelly recibió las primeras críticas de los sectores de oposición.
Con una población sumida en la más absoluta miseria, el ejecutivo dispuso, solo para los actos de asunción, de más de cuatro millones de dólares del presupuesto.
Ahora se enfrenta por segunda vez, a la hora de comenzar a formar su propia administración, a las fuerzas contrarias al partido Repons Peyizan (Respuesta Campesina), el cual personifica Martelly y que, a pesar de representar el Gobierno, no tiene la mayoría en el Congreso. Respuesta Campesina cuenta con solo tres asientos en la Cámara baja de 99 posibles, mientras los dos hemiciclos están dominados por la anterior plataforma gobernante, Inité, (Unidad) con 46 diputados y 17 senadores, de un total de 30.
En manos de esta mayoría se encuentra ahora la aprobación final de un primer ministro que Martelly designó hace algunos días. En un ambiente cargado de suposiciones sobre quién ocuparía el cargo, el nuevo Presidente nombró al empresario Daniel Gerard Rouzier, de 51 años, como segundo en el ejecutivo. Calificado como uno de los hombres más ricos del país, Rouzier es ejecutivo de una planta eléctrica y dueño de una distribuidora de automóviles. Falta ahora la decisión del Congreso, que ya mostró las primeras señales de objeción en la voz del coordinador de Inité, el senador Joseph Lambert.
Lo cierto es que este músico se presentó ante los haitianos como la persona que representa el sueño de un mejor futuro, y libre de la mala fama de la que gozan muchos políticos de ese país.