Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

Las verdades de Perogrullo

Autor:

Luis Sexto

Se ha dicho que el Hombre, nuestra especie, tiene responsabilidad con el pasado y el futuro. Es decir, el presente es como el puente ante ambas orillas. ¿Qué ocurriría si lo maltratáramos? Pues bien, este acertijo medio filosófico y medio práctico puede servirnos para afrontar la realidad cubana de hoy, cuando a ciertos compatriotas les parece residir en un presente que intenta desentenderse del pasado, y el futuro colectivo les inquieta tan poco que uno les presume la indiferencia ante la posibilidad de que el río arrastre el puente.

Es grave mi acusación. Y lo más grave no es que este comentarista u otros colegas pretendamos actuar como voces de alerta, o nuestros lectores opinen un tanto críticamente sobre la situación. Lo más grave sería refugiarnos en la pasividad tras la cual los problemas más agudos hallen la tierra de nadie.

Este análisis pudiera empezar por la ecología. Qué país le entregaremos a las generaciones que habrán de sucedernos. Quizá hereden un «período especial» ecológico, si continuamos usando la naturaleza como «conquistadores». Un amigo, desde cuyo portal en el campo se observa un paisaje casi calcinado, totalmente despojado de árboles, me decía que tendremos que cambiar el término «dominio de la naturaleza» por el de inserción en la naturaleza. Otro amigo, que reside frente a un mar sobre cuya espuma navegan los desechos del «hombre enajenado», apoya la propuesta porque qué somos sino criaturas racionales en un sistema natural que nos acoge como integrantes, y como parte de la casa común nos exige utilizarla de modo que si la dañáramos nos dañemos.

El término «dominio» resulta incluso adecuado para trasladar el análisis a la sociedad. En efecto, algunos viven como «dominadores». Y ya me percato, sin haberlo preconcebido, que vengo a conectarme con ideas de las últimas semanas. Impunidad, inseguridad, arrogancia, irresponsabilidad, egoísmo... Pero lo dicho antier no es el agua pasada del refrán. Hemos de regresar a los mismos temas, sí, para seguir preguntándonos qué país en lo social y político legaremos al futuro, ahora cuando algunos de nosotros voltean la cara ante toda la cultura ética que subyace en la historia breve pero intensa de Cuba y la Revolución.

No me parece cuerdo que los cubanos de mañana deban reconstruir el puente que los empalme con este presente ya para ellos pasado. Ni deban desmantelar una mentalidad que confunda democracia con unanimidad y burocracia con privilegio, petrificada sobre el uso impune del capricho, la irreflexión, el descomprometimiento, la indisciplina.

Si algún lector me pide nombres y hechos, le pregunto a mi vez que los deletree él, allí donde habita y trabaja, o se revise dentro de sí y empiece a destituir al pequeño burócrata que llevamos dentro, de alguna manera, como esposos, padres, vecinos, ciudadanos, pasajeros, jefes… Ese pequeño burócrata que desconociendo muchas cosas cree saberlas todas, o que poseyendo algo se estima en el derecho de poseer más por encima y a costa de sus semejantes. En verdad, hemos de modificar estructuras económicas y sociales, para que el individuo se inserte en formas organizativas que le adecuen y le estimulen la conducta y las actitudes creativas y solidarias. Pero, como no somos autómatas, las reformas pueden empezar por nosotros. Y asumamos así que en lo individual y en lo colectivo todos —¡todos!— tenemos una responsabilidad con el pasado y el futuro. Hoy.

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