En las elecciones japonesas se augura, según sondeos de opinión, un triunfo del Partido Democrático de Japón (PDJ), en la oposición desde hace casi medio siglo. Si el próximo 30 de agosto se cumplen los pronósticos, habrá que seguir de cerca los rumbos de la política nipona. Como actor fundamental en una zona donde pululan los intereses estratégicos para Occidente y especialmente de EE.UU., los cambios pueden ser trascendentes.
La presencia de 50 000 soldados y las 90 bases militares estadounidenses en virtud de los acuerdos de posguerra es una de las inconformidades de la coalición de centro izquierda aspirante a la presidencia. El PDJ ha prometido una reducción drástica de los efectivos y bases, e incluso podría estudiar su total eliminación. Ha pedido la renegociación de un acuerdo para reubicar a los marines y las bases en la sureña isla de Okinawa, aunque argumentan, principalmente, cuestiones de costos. También se opone a que Japón tenga desplegados soldados en Iraq y a reabastecer de combustible las operaciones en el Océano Índico, porque viola su Constitución pacifista. Concrete o no sus promesas, lo cierto es que supone importantes rupturas con los sustentos de las relaciones con EE.UU.
En esa línea, de concretarse la victoria, el PDJ promete la profundización de la confianza entre los socios asiáticos, incluido el mejoramiento de las relaciones con China. Con el gigante asiático los lazos han sido especialmente tensos desde la posguerra, especialmente durante la presidencia encabezada por Junichiro Koizumi. Elemento muy positivo para la estabilidad del continente. Pero, al parecer las pretensiones de los aspirantes al poder no son bien vistas desde Washington.
De acuerdo con un artículo publicado por el cronista.com, integrantes del Club Popeye, formado por miembros de la marina estadounidense, consideran que la alianza militar con Japón es la piedra angular de la política de la Casa Blanca en Asia, muy necesaria como elemento de contención para China y el resto del continente. Suena conocido, ¿no?
Sin embargo, lo esencial será que el pueblo nipón recupere la confianza en el ejecutivo, ahora en entredicho por el enfrentamiento de la actual crisis económica. Especialistas aseguran que la recesión económica y la incapacidad del actual gobierno —liderado por el Partido Liberal Democrático (PLD)— de hacer frente y guiar al país durante la emergencia, provocaron la inestabilidad política y la convocatoria de elecciones anticipadas.
De lo que no queda dudas es que, si el PDJ logra la histórica victoria, las relaciones con la Casa Blanca podrían variar. En ese caso, por primera vez en el archipiélago ascenderían al poder líderes a los que la guerra no les es tan cercana. Ellos apuntan en su programa a redefinir la alianza con EE.UU., sellada primero con la culpa por la derrota en la contienda bélica y luego, con la dependencia de posguerra. Los pronósticos vaticinan cambios, pero… habrá que esperar los resultados.