La sociedad norteamericana enarbola el valor de las armas como signo de seguridad individual y prepotencia colectiva. Más de 200 millones de ellas están en manos de los ciudadanos. Jugosos contratos van a las arcas de la industria militar para mantener un poderío que permita a Washington sojuzgar al resto de las naciones. Todo se quiere resolver a base de pistolas y cañones humeantes.
Histeria por doquierColorado vivió un domingo azaroso este 9 de diciembre cuando la vasta iglesia New Life y un centro de entrenamiento cristiano fueron baleados por desconocidos, con el resultado de la muerte de cinco personas.
Los acontecimientos ocurrieron solo cuatro días después de que Nebraska se estremeciera por la acción de un joven de 19 años, quien asesinó con un fusil a ocho personas en un atestado centro comercial de la ciudad de Omaha para después suicidarse.
La locura llega hasta los hogares. En octubre, una madre norteamericana fue detenida por comprarle a su hijo una pistola calibre 22 y dos fusiles.
Al requisarle la casa, la policía halló además un arsenal de 30 escopetas de aire comprimido, un fusil, cuchillos, un libro sobre la fabricación de bombas, videos del famoso ataque al colegio Columbine y anotaciones sobre la violencia, que indicaban que el vástago de la mujer planeaba un ataque al colegio secundario donde estudiaba.
Latigazos de muerteBien conocido es el «gatillo fácil» de la policía estadounidense, sobre todo si enfrente hay inmigrantes o negros.
Para, supuestamente, atenuar la violencia policial y el número de víctimas, desde hace un tiempo las fuerzas del orden usan las pistolas eléctricas Taser, cuyas descargas inmovilizan a las personas sin causarles daños aparentes. Pero la realidad desmiente la teoría. Desde hace un año el Departamento de Justicia de EE.UU. está investigando la muerte de unas 180 personas que fallecieron después que agentes de la ley emplearan sobre los detenidos descargas eléctricas provenientes de pistolas Taser.
Nuevos métodos, viejos modos, iguales víctimas.
Sheriff universalEstados Unidos ha llenado de armas a Iraq. A fines del 2004, el entonces teniente general David Petraus anunciaba la entrega de decenas de miles de fusiles, pistolas, vehículos, radios y millones de municiones a las fuerzas de seguridad del país árabe.
Con mayor graduación y ahora jefe militar norteamericano en Iraq, Petraus se ha visto obligado a reconocer las revelaciones de una auditoría que denunció la desaparición de más de 150 000 armas entregadas por el ejército invasor a los militares iraquíes. Mientras, la violencia y la muerte no cesan en la antigua Babilonia.
Para colmo, Bush pide más dinero y más armas para Iraq. El presupuesto militar estadounidense en el 2008 promete romper récord. Boeing, Rytheon, General Dynamics, Lockheed Martin y todos los grandes del complejo militar industrial se frotan las manos con fruición.
El Pentágono nos pronostica futuras batallas en el espacio y ha solicitado 53 millones para desarrollar un sistema de defensa de los satélites norteamericanos y de ataque contra los satélites de los adversarios. Otros cien millones se dedicarán a un programa de «ataque mundial inmediato», con el que el ejército imperial contará con misiles de precisión de seis toneladas que dispararán hacia el espacio y podrían abatir blancos en cualquier lugar del planeta, en un tiempo máximo de dos horas.
Brutal el mundo que gasta más en la muerte que en la vida.
Fuentes: AP, EFE, The New York Times, The Washington Post y El País