«Scooter» más que contento por haberse quedado sin su número. Foto: AP Entre pillos anda el juego. A pesar de que la condena era irrisoria —dos años y medio—, pues violó un secreto casi sagrado para las leyes estadounidenses: dar a conocer la identidad de un agente encubierto de la Agencia Central de Inteligencia (CIA), Valerie Plame, el hombre se va ya para su casa. Limpio de polvo y paja, aunque de antemano solo le habían achacado mentir a esa justicia y obstruir las investigaciones.
El mandatario George W. Bush le tiró la toalla completa al ex ayudante de la Casa Blanca I. Lewis Libby, alias Scooter, al conmutarle la sentencia de prisión, y está dispuesto a perdonar por completo a quien fue hasta no hace mucho el jefe del staff del vicepresidente Dick Cheney.
La sorna pública no tiene límites cuando Bush se atrevió a decir en su declaración oficial: «Yo respeto el veredicto del jurado. Pero he concluido que la sentencia de prisión dada a míster Libby es excesiva. Por lo tanto, yo conmuto la porción de la sentencia a Mr. Libby, que requiere que él pase 30 meses en prisión». Al menos le dejó, según sus palabras, «un fuerte castigo a Mr. Libby»: los 250 000 dólares de multa.
Sí, señoras y señores, el circo de la democracia tuvo una nueva actuación estelar del W. Bush. Dejó claro que él y su gente saben cómo pisotear un supuesto principio de la justicia estadounidense: «Todos son iguales bajo la ley».
Se explayó en loas sobre la intachable reputación de Mr. Libby y los sufrimientos que le han causado por esa felonía. Cheney fue más comedido, dejando que en el espectáculo reinara el jefecillo: «El vicepresidente apoya la decisión del presidente».
Al FBI se le escurrió como agua en canasta el preso que ya había designado con el No. 28301-016... Pero no parecen muy atribulados por eso.
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