Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

Agua más dominio igual guerra

Autor:

Yailé Balloqui Bonzón

Algunas de las zonas del mundo donde las provisiones de agua dulce son motivo de preocupación y en las que, para el 2025, se espera que las mismas estén ya agotadas o en franca crisis Las familias caminan durante días por el inmenso y reseco terreno, tirando de los niños y las cabras, siguiendo los rumores de lluvia. Por fin, unos infrecuentes aguaceros los hacen detenerse en torno a charcas recién formadas, y se establecen allí. Sin embargo, apenas unas horas después, todo lo que queda son charcos de agua fétida.

Imágenes como esta suceden a diario en el mundo. El agua constituye el don más preciado que la Tierra ofrece a la humanidad. Se supone, por tanto, que el hombre debería mostrarse respetuoso con esta en justa reciprocidad, procurando conservar sus reservas naturales y esforzándose por salvaguardar su pureza.

Pero la verdad es que muchos países han tenido y tienen un comportamiento negligente y sin visión de futuro. Hasta el punto de que el devenir de la especie humana y de muchas otras puede verse seriamente comprometido, si no se registra una mejora sensible en la gestión de los recursos hídricos de la Tierra.

Según cálculos recientes, nuestro planeta cuenta con 1 400 millones de kilómetros cúbicos de agua. Imaginar esta cantidad es difícil, creer que alcanzará para siempre, es fácil. Sin embargo, la realidad es muy diferente.

El crecimiento de la población mundial dispara las tasas de consumo, desaparecen cada vez más rápidamente las fuentes de energía, en tanto el cambio climático erradica valiosas tierras de cultivo y fija el escenario para luchas persistentes en pos de los recursos vitales. Las luchas políticas o religiosas no desaparecerán, pero serán canalizadas a la competencia por agua, alimentos y energía, sostienen algunos

Que los problemas relacionados con el agua se convertirán, en cualquier momento, en violentos conflictos, no es ninguna novedad.

Desde hace décadas diversos grupos ambientalistas y científicos vienen alertando sobre este problema a organismos oficiales y a la opinión pública internacional. Las dos terceras partes de los mayores ríos del mundo son compartidos por varios Estados, y más de 300 superficies fluviales atraviesan fronteras nacionales.

Aquí estarían enunciados los principales ingredientes de «la hipótesis de conflicto» que representará el agua potable en este complicado siglo que comenzamos a transitar.

La conflictiva relación de la especie humana con el vital elemento comenzó hace mucho tiempo. Ahora ese anunciado futuro nos estaría llevando al borde del abismo sin que el motivo esencial —la posesión del agua— haya cambiado.

¿Lucharemos por el agua en el futuro? Seguramente; ya lo estamos haciendo, según nos alerta la crónica diaria. Algunos enfrentamientos recientes tienen como motivación esa misma necesidad.

MOTOR DE POTENCIALES DISPUTAS

Las transnacionales del agua han invertido unos 30 000 millones de dólares en países en desarrollo en asuntos relativos al manejo del agua sobre todo en América Latina y Asia. El recurso hídrico se ha convertido en un gran negocio. Foto: AP Más de dos tercios de las 60 cuencas de los ríos del continente africano están compartidas por más de un país, hecho que puede convertirse en motivo de potenciales disputas. Los expertos alertan que se necesitará una mayor cantidad de este recurso debido al crecimiento de la población mundial, que se estima alcanzará los 8 900 millones de personas en 2050.

Solo en África, la escasez de agua afecta ya a 300 millones de habitantes y provoca la muerte de 6 000 personas al año. De hecho, las Naciones Unidas consideran que en 2025, una de cada dos personas del continente africano sufrirá las consecuencias de la escasez de agua, por lo que cada vez más esta es contemplada como un bien de importancia estratégica.

Se calcula que actualmente la ausencia de agua provoca diez veces más muertes que las causadas por las guerras que se libran en el mundo. Sin embargo, la cantidad de agua existente en el planeta es suficiente para cubrir las necesidades básicas de todos sus habitantes.

Como sucede en el caso de los alimentos, una deficiente distribución de los recursos es la principal causa de esta paradoja, que tiene entre los más pobres, especialmente entre niños y ancianos, a sus víctimas más indefensas.

AGUAS DE LA DISCORDIA

Además del ansia de Estados Unidos por apropiarse del petróleo en el Medio Oriente, y específicamente en Iraq, otro de los aspectos fundamentales de la invasión norteamericana a ese país fue controlar los recursos hídricos de los ríos Eúfrates y Tigris, torrentes caudalosos en una de las zonas más áridas del planeta.

Estos dos ríos son motivo constante de conflictos entre Turquía —poseedora de las fuentes de ambos y que en realidad controla el caudal—, Siria e Iraq.

El lago Ibardin, en Francia, que proveía de agua para beber a varias ciudades del sur del país, está hoy prácticamente seco. Foto: AP Lo mismo sucede con el Nilo, cuyas aguas se disputan Etiopía, Sudán y Egipto, y de las cuales dependen alrededor de 160 millones de personas. El nacimiento y 85 por ciento de sus aguas están en Etiopía, y existe un acuerdo bilateral entre Sudán y Egipto para el reparto del caudal.

Un tratado de 1929 entre el Reino Unido y Egipto establece que no se podrán llevar a cabo operaciones que reduzcan el volumen de agua que llega a territorio egipcio, pero recientemente Tanzania ha planteado la construcción de un acueducto para usos agrícolas. En 1993 se creó la Nile Basin Iniciative, que ha realizado diversos progresos, alcanzando acuerdos entre los países miembros para la gestión conjunta de su potencial.

En el lago Chad, que desde los años 60 se ha reducido en un 95 por ciento, convergen las fronteras de Chad, Níger, Nigeria y Camerún. El cambio climático y la sobreexplotación han provocado que nueve millones de personas se encuentren en una situación desesperada por falta de agua.

Otras fuentes de discordia son los ríos Jordán y Litani, en Oriente Medio. Entre todos los países implicados aquí, cabe señalar que Israel, Jordania y los territorios ocupados han agotado casi todos sus recursos de agua; de hecho cualquier acuerdo de paz entre Israel y Palestina ha de llevar un apartado sobre aguas para ser considerado por ambas partes.

El problema con el que lidian los palestinos en el tema del agua es doblemente duro. Por un lado no tienen suficiente, y por otro la calidad ha ido empeorando paulatinamente.

Esto último es más evidente en la Franja de Gaza, donde el agua de mar se ha filtrado en los pocos pozos que han cavado los palestinos, salando así el agua en las profundidades. A esto se suma el uso indiscriminado de fertilizantes y la mala calidad del sistema de desagüe en la Franja de Gaza, que perjudican la calidad del líquido.

Israel controla las fuentes desde el comienzo de la ocupación, en 1967, y los palestinos no tienen autorización para cavar ningún pozo en la zona. De los 650 millones de metros cúbicos al año que debieran recibir, solo les llegan 300 millones. Hay zonas, especialmente en Hebrón y el noreste de Jenin, donde no existen fuentes directas de agua y la población tiene que caminar kilómetros para llegar a tanques del líquido. Del río Jordán, principal fuente acuífera de la zona, no pueden usar nada. Sólo lo utilizan Israel, Jordania, Siria y Líbano.

Garantizar que los palestinos reciban sus verdaderos derechos de agua sería una forma de resolver el problema, pero el mal llamado «proceso de paz» de la zona, en lo relativo al agua, no ha cambiado en nada el panorama.

Sin embargo, Israel recibe de sus fuentes naturales un promedio de 1 400 millones de metros cúbicos por año.

En la India una mujer trata de sacar agua de un pozo subterráneo. Foto: Reuters También en el continente asiático los conflictos están latentes. La gestión y uso del agua del río Indo han provocado tensiones entre las provincias del norte y del sur de Paquistán.

En China, la construcción del pantano de las Tres Gargantas en el río Yangtzé ha causado el desplazamiento forzoso de 600 000 personas. Parte de sus aguas quieren canalizarlas para nutrir al río Huang He, que irriga la principal zona de cultivos de China, y que se encuentra exhausto y muy contaminado como consecuencia de deficientes usos agrícolas.

La gestión de las aguas del río Mekong, que comparten Vietnam, Camboya, Laos y China, también es motivo de tensión en el sudeste asiático; y el abusivo uso de las aguas del Ganges ha provocado la progresiva reducción y contaminación del río, hecho que se ha convertido en un foco de disputa entre India y Bangladesh.

Lo cierto es que el peligro mayor no es la escasez de agua, sino el intento de algunos países de dominar una vía fluvial internacional.

Ampliamente demostrada la inoperancia del mercado para administrar este recurso, solo queda algo por hacer: convencer a los Estados de que el agua, más que un bien negociable, es un derecho básico y no debe convertirse en móvil de guerras en el siglo XXI. ¿Lograremos esto?

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