Las amenazas de EE. UU. contra los supuestos países patrocinadores del tráfico de droga no han hecho claudicar a los líderes de la región comprometidos con la defensa de la soberanía. Autor: Getty Images Publicado: 28/10/2025 | 08:55 pm
La reiteración por Donald Trump de que Estados Unidos realizará operaciones terrestres en su declarada lucha contra el narcotráfico, vuelve a alertar sobre las graves violaciones a la soberanía de esos países que pueden esperarse, aunque el magnate inmobiliario ha hecho una salvedad: no se trata, dijo, de que habrá una «declaración de guerra».
Pero la aclaración fue hecha por Trump en conferencia de prensa durante la cual consideró al flagelo como la principal «amenaza a la seguridad nacional» de Estados Unidos, y luego de que las «medidas» por él adoptadas constituyan ya una provocación y un desafío a la confrontación bélica.
Más de cuatro mil marines y toda una parafernalia militar que incluye misiles han sido desplegados en aguas del Caribe, y son responsables del hundimiento de varias lanchas de pescadores y una veintena de muertos; se ha autorizado a la CIA a “operar” en busca de los supuestos capos del narco que el Presidente persigue, y ahora se confirman “incursiones terrestres” que no serán otra cosa que la violación de las sagradas fronteras en los territorios identificados por Washington como asiento de los narcotraficantes.
A ello se suma la orden dada al Grupo de ataque del portaviones Gerald Ford, identificado como el más poderoso y letal del mundo, para que sea movilizado bajo jurisdicción del Comando Sur, fuerza militar de élite «encargada» de Latinoamérica y el Caribe.
Las listas de «descertificación» mediante las cuales Washington se atribuye el derecho de acuñar quién coopera contra el tráfico de estupefacientes y quién no, para «castigarlo», y su denominación de varios cárteles como «terroristas», completan el cuadro de la amenazante carta blanca que la Casa Blanca sigue fabricando para ejercer no ya su tradicional y acostumbrada injerencia en los asuntos internos de nuestros Estados, sino para una intervención militar directa.
Nunca la pretendida hegemonía yanqui sobre la región fue tan desembozada en su agresividad y deseo de control, ni irrespetó de modo tan irreverente el Derecho Internacional.
Todo ello añade desafíos dramáticos a la paz y la convivencia, para lo que Trump reverdece con tintes macabros una estrategia iniciada por el expresidente Richard Nixon en los años de 1960 que, varias administraciones estadounidenses después, solo ha significado intromisión en los asuntos internos de los países sudamericanos sin reducir un fenómeno que, por el contrario, se expande en la medida en que se mantiene el consumo en Estados Unidos y Europa, y mientras constituye una oportunidad de sobrevida para campesinos que no han sido apoyados en la búsqueda de cultivos alternativos. Pero no son ellos quienes trafican, solo venden sus siembras.
Por eso las odiosas medidas estadounidenses no han mitigado el problema: ni las repudiadas fumigaciones masivas con glifosato, ni la política impuesta de erradicaciones forzosas; ni siquiera la presencia de militares estadounidenses llevados a la región andina a inicios de los 2000 mediante lo que fue el Plan Colombia, al que con razón se le atribuyó un papel contrainsurgente e intervencionista.
En el contexto actual, los ofensivos señalamientos sin sustento que vinculan al presidente de Venezuela, Nicolás Maduro, con el narcotráfico, constituyen un elemento insoslayable del entramado, que refleja el terreno minado sobre el que se camina.
Ahora el mismo «baldón» ha caído sobre el jefe del Estado colombiano, Gustavo Petro, acusado de modo vulgar por Trump de «matón», a lo que el este ha respondido que acudirá a los tribunales de los propios EE. UU. para ventilar las calumnias.
Luego de recibir amenazas contra su persona y contra su país, además de sanciones, el líder del Pacto Histórico llamó a movilizarse nacional e internacionalmente conta las presiones trumpistas y en previsión de lo que pudiera convertirse, alertó, en “una masacre” en Sudamérica.
Un vecino «opositor»
No es el pasado guerrillero del mandatario colombiano lo que debe haber «molestado» al Presidente de Estados Unidos, sino la insistencia de Petro en denunciar los dobles raseros y las falencias de la que Washington denomina lucha antidrogas.
Más recientemente, su participación en un acto masivo de solidaridad con Palestina, celebrado en las calles aledañas al llamado Palacio de Cristal en Nueva York donde tiene su sede la ONU, pudo ser considerado ofensivo para el Presidente de un país protector de la política genocida de Israel y su premier Benjamin Netanyahu.
Pero de todos modos Trump necesitaba una excusa para proseguir su escalada militar, y con Petro fue especialmente amenazante e irrespetuoso.
«Más vale que se cuide. Tomaremos acciones muy serias contra él y su país», amenazó el Jefe de la Casa Blanca en su rueda de prensa, sin pudor.
Ya hay «una base» para actuar. Colombia junto con Venezuela y Bolivia fueron descertificadas por EE. UU. al considerar que no habían hecho lo suficiente contra el tráfico de drogas, por lo que la Casa Blanca cortó ya todos los pagos y ayudas a ese país, además de las sanciones particulares de su Oficina de Control de Activos (OFAC) contra Petro y parte de su familia.
El Presidente ofendido, por su parte, no claudicó. «Siempre estaré en contra de genocidios y asesinatos del poder en el Caribe», insistió en mensaje publicado la red social X.
Otros elementos serían graficados por el mandatario durante una interesante entrevista concedida a Univisión, en la que logró explicar los elementos históricos que hacen injusta una cruzada emprendida contra cultivos que tienen un antecedente cultural ancestral como la hoja de coca, y donde reclamó que en vez de a los productores, se persiga a los capos que viven en EE. UU. y tienen el dinero en los bancos d ese país, según aseveró.
Pese a las «gestiones» obstaculizadoras de un entrevistador que insistía en mostrar a su invitado como responsable del «disgusto» de Trump y de una eventual ruptura entre Washington y Bogotá, Petro logró difundir su mensaje, y evadió ser conducido por el periodista por los caminos del cuestionamiento y la confrontación con Caracas, país al que está emparentado Colombia no solo por una historia similar camino de su independencia, y por la cercanía que los convierte en irremediablemente en hermanos, sino por la circunstancia actúa que compromete la seguridad de ambas naciones.
En su consideración, Trump está obsesionado con el petróleo, y toda su estrategia en el mundo, señaló, está diseñada para conseguirlo.
Las guerras contra las drogas son mentirosas, aseveró Petro, y esta constituye una excusa para invadir Venezuela con la mira puesta en su crudo.
Al «desastre» con que calificó la cruzada que, dijo ya ha matado no menos de 34 lancheros del Caribe, «toda, gente pobre que llevando o no cocaína han sido amenazados por misiles», y con amenazas de invasión militar a Colombia y Venezuela, apuntó, se han sumado otras acciones letales como el hundimiento de un buque en el Pacífico este, en el área de Sudamérica, según informó el secretario estadounidense de la Guerra, Pete Hegseth, con videos en la red X e injustificado orgullo… y otros dos muertos.
Según el titular estadounidense, se trató de «un ataque cinético letal contra un buque operado por una Organización Terrorista Designada y que realizaba narcotráfico (…)».
¿Qué será cuando el Pentágono materialice las anunciadas incursiones terrestres? ¿EE. UU ha emprendido o no una guerra?
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