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A 20 años de la peccata minuta de Abu Ghraib

Un crimen de guerra, cuyos autores intelectuales salieron incólumes y seguros, todavía tiene cola

Autor:

Juana Carrasco Martín

Seguramente uno de cada cinco estadounidenses no sepa absolutamente de Abu Ghraib porque está en el segmento etario de cero a 20 años de edad; probablemente otro número importante de los 336 millones de los habitantes de EE. UU. tampoco conozca dónde se encuentra ese lugar y qué sucedió allí; pero en abril de 2004 la publicación por el programa 60 minutos de la CBS y un artículo del periodista Seymur M. Hersh en la revista The New Yorker conmocionaron e indignaron al mundo.

Otras publicaciones estadounidenses también participaron en el destape de la infame historia que ya el ejército de EE. UU. realizaba desde enero de 2004 gracias a la denuncia anónima, que en definitiva se supo que había realizado el sargento Joseph Darby.

Las imágenes tenían que ver con los casos de abuso y tortura a los prisioneros encarcelados en esa prisión militar estadounidense en Irak por los jefes y soldados de la Compañía 372 de la Policía Militar de Estados Unidos a cargo de la custodia; agentes de la Agencia Central de Inteligencia (CIA); y los contratistas militares (clásicos mercenarios o soldados de fortuna) involucrados en la ocupación de la nación mesopotámica, las empresas CACI International Inc. y Titan Communication Corp.

Abu Ghraib era el más grande de varios centros de detención en Irak utilizados por el ejército estadounidense, y llegó a albergar unos 8 000 detenidos. Allí fueron tomadas las fotos de soldados sonrientes mientras ultrajaban a los detenidos sometidos a diversas condiciones y posiciones extremas, muchas veces desnudos. Maltratos, torturas y violaciones que transgredían a las claras leyes internacionales de trato a los prisioneros y sus derechos humanos, entre ellos abusos físicos, humillaciones sexuales, físicas y sicológicas.

Con seguridad, similar situación se estaba produciendo contra más de 600 hombres concentrados en la ilícita prisión que ubicaron en el territorio cubano ilegalmente ocupado por la Base Naval de EE. UU. en Guantánamo. Pero la censura allí era y sigue siendo de tal magnitud que por supuesto no hay trazos gráficos conocidos hasta el momento del trato cruel, inhumano y degradante para quienes ni siquiera le dieron la categoría de prisioneros de guerra, les llamaron «combatientes enemigos», para significar la total carencia de derechos, y a las torturas las bautizaron como «técnicas agresivas de interrogatorio».

El impacto mediático de torturas a lo largo de dos décadas no ha impedido la impunidad de los que perpetraron estas imágenes dantescas. Fotos: The Washington Post Vía Ap

El entonces secretario de Defensa, Donald Rumsfeld, rechazó las acusaciones, y para justificar los hechos execrables, dijo que eran abusos cometidos por «unas manzanas podridas», y el vicepresidente Dick Cheney —considerado el cerebro detrás del presidente George W. Bush— solicitó al Senado una excepción para que los agentes de la CIA pudieran poner en práctica esos interrogatorios.

Durante más de dos años se prolongaron las investigaciones y juicios a un grupo de los implicados en los hechos de Abu Ghraib, y el Departamento de Defensa expulsó a 17 soldados y oficiales del servicio, y siete soldados fueron acusados por abandono del servicio, maltrato, asalto agravado y lesiones personales, y condenados a penas de cárcel, rebajados de rango militar y dados de baja deshonrosa.  Las «manzanas podridas».

Para borrar la historia, el 9 de marzo de 2006, el mando militar estadounidense cerró Abu Ghraib. Por supuesto, los detenidos fueron llevados a otras prisiones de Irak. Pero quienes al más alto nivel de la administración Bush estaban detrás de esa perversidad resultaron intocables.

Veinte años después, en la prisión de la ilegal Base Naval en Guantánamo se mantienen unas dos docenas de prisioneros, y tampoco se ha alcanzado la plena justicia con los del infamante encierro de Abu Ghraib.

A raíz de las revelaciones sobre la cárcel en Irak, CACI fue acusada de abusos generalizados en una demanda presentada por 256 presos detenidos en cárceles de Irak, incluyendo Abu Ghraib, quienes fueron repetidamente «sodomizados, amenazados con ser violados, mantenidos desnudos en sus celdas, sometidos a electroshock, atacados por perros sin bozal y sometidos a fuertes dolores provocados en partes sensibles del cuerpo. También afirma que los empleados de CACI ordenaban a los soldados que maltrataran a los presos», según publicó en 2007 Democracy Now.

Sin embargo, desde entonces la justicia estadounidense no ha condenado a CACI, que ha negado durante estas dos décadas haber participado en torturas y ha intentado más de una docena de veces que se desestime la demanda. El caso aún no ha llegado a juicio.

Una vez más, el lunes 15 de abril de 2024, tres sobrevivientes de Abu Ghraib tuvieron su día en un tribunal estadounidense, en el Tribunal de Distrito de Estados Unidos con sede en la localidad de Alexandria, Estado de Virginia, que debe determinar sobre sus denuncias a la empresa CACI, el contratista militar que proporcionó el personal experto para los interrogatorios en Abu Ghraib.

Fue la primera vez que los sobrevivientes de Abu Ghraib presentaron sus denuncias de tortura ante un jurado estadounidense, dijo Baher Azmy, abogado del Centro de Derechos Constitucionales que representa a los demandantes, porque un juez rechazó el intento de CACI de desestimar la demanda por tortura y complicidad en la tortura en la infame prisión iraquí.

Está por ver cuál será el resultado final para una empresa que continúa beneficiándose de los jugosos contratos del Pentágono, ahora bajo el acápite de sus experticias en soluciones y servicios avanzados de tecnología «adaptados a las necesidades de agencias gubernamentales y empresas» en los campos de la aeroespacial, defensa, seguridad y geointeligencia, entre otras. CACI International reconoce en 2024 una ganancia de 461,87 millones de dólares, un aumento del 20,06 por ciento en comparación con las ganancias de 384,70 millones del año anterior.

La tenebrosa «guerra contra el terrorismo» que se iniciara en tiempos de W. Bush no ha tenido fin. Por el contrario, Estados Unidos y sus agencias gubernamentales buscan a diario nuevos «enemigos» y fomentan guerras por doquier, que pueden tener consecuencias globales y catastróficas que dejarán a Abu Ghraib como un episodio de peccata minuta, es decir, «un error o falta leve».

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