A pesar de toda su palabrería sobre la «catástrofe humanitaria» que se vive en Gaza, el presidente Joseph Biden en ningún momento habló de parar los bombardeos y poner fin a las masacres diarias de civiles inocentes, niños y mujeres.
Para que no hubiera dudas, tan pronto Biden colgó el auricular, su asesor de seguridad nacional, Jake Sullivan —quien lo escuchó todo, y estaba ahí para hacer el cuento— precisó los detalles del controversial diálogo.
Sullivan dijo que el Presidente expresó «profundas preocupaciones» sobre los planes de Israel para la operación con la que Netanyahu pretende arrasar en Rafah, ciudad fronteriza con Egipto, último refugio de un millón y medio de palestinos llegados del norte, centro y zonas de sur de la Franja.
Todos los entendidos, militares y políticos, avizoran una matanza a diestra y siniestra, con la supuesta finalidad de liquidar al estado mayor del Movimiento de Resistencia Palestina Hamás, que el ejército israelí supone esconde allí miles de combatientes y almacenes de armamento.
Según el vocero, el Jefe de la Casa Blanca pidió a Netanyahu que enviara una delegación de alto nivel de líderes militares a Washington para discutir más a fondo el tema.
El objetivo, precisó Sullivan, es «diseñar un enfoque alternativo para perseguir a Hamás en Rafah», de acuerdo con la versión que ofreció la cadena CNN.
Es decir, tal vez otras maneras menos burdas que los bombardeos indiscriminados practicados hasta ahora, incluyendo fórmulas más refinadas de matar dirigentes.
En tercer lugar, Biden expresó su «profunda preocupación» por la inminencia de la hambruna, es decir, la muerte masiva de civiles en Gaza.
Sin embargo, ninguno de esas preocupaciones lo llevó a invocar el cese o disminución de la ayuda militar ilimitada en armas y pertrechos que Washington ofrece a Israel desde el pasado 7 de octubre.
Mientras ambos gobernantes conversaban prosiguió la violenta incursión militar en el Hospital Shifa, donde 50 palestinos fueron ejecutados, decenas de ellos detenidos y llevados a lugares desconocidos y nuevas masacres ocurrieron en toda la Franja de Gaza, particularmente en el campo de Shati (Playa).
Según el Ministerio de Salud de Gaza, al cumplirse este martes 19 de marzo 165 días de la agresión sionista ya se cuentan 31 819 palestinos muertos y 73 934 heridos, en ambos grupos de víctimas, dos terceras partes son mujeres y niños.
Netanyahu acordó enviar el grupo militar a Estados Unidos y Sullivan dijo que la reunión probablemente tendría lugar a finales de esta semana o principios de la próxima.
Según explicó Sullivan, Biden piensa que «un plan militar no puede tener éxito sin un plan humanitario y un plan político integrados».
Y el Presidente ha señalado repetidamente, dijo, que las operaciones militares continuas deben estar conectadas a un final estratégico claro.
En la práctica, el mandatario demócrata, envuelto ya en la campaña para las elecciones de noviembre próximo está muy atento a las repercusiones de una guerra que a todas luces quiere enrutar a su favor, o por lo menos evitar que lo salpique con sus violaciones flagrantes del derecho humanitario.
Tanto es así que se aventuró a subrayar que han muerto más civiles en Gaza que en cualquier conflicto anterior en el enclave y que «la anarquía reina» en partes de la Franja.
En una declaración posterior, Netanyahu contó qué le dijo a Biden. «Hablamos sobre los últimos acontecimientos en la guerra, incluido el compromiso de Israel de lograr todos los objetivos: la eliminación de Hamás, la liberación de todos nuestros rehenes y la promesa de que Gaza ya no representará una amenaza para Israel».
Esa enumeración de lo que falta por hacer a casi seis meses de guerra es, a juicio de analistas militares, la mejor prueba del fracaso de su gestión.
La llamada telefónica del lunes se produjo días después de que uno de los principales aliados de Biden en Washington, el líder de la mayoría del Senado, Chuck Schumer, pidiera nuevas elecciones israelíes que resultarían en el derrocamiento de Netanyahu.
Netanyahu rechazó enérgicamente el domingo el discurso de Schumer durante una entrevista con CNN. «No somos una república bananera», dijo, pero es evidente que en Washington muchos miembros del Congreso ven poca diferencia debido al grado de dependencia de la asistencia militar, financiera, política y diplomática que le aporta Estados Unidos.