La futura relación de la nación austral con el FMI será uno de los temas cardinales de debate con vistas a las elecciones presidenciales. Autor: Reuters Publicado: 01/07/2023 | 07:50 pm
La nación argentina está ante la elección más difícil y definitoria en lo que va de siglo después de que, en medio de la catástrofe neoliberal, los comicios de 2003 dieron el triunfo a Néstor Kirchner y marcaron el viraje, para el renacimiento.
Si bien el mandato consecuente del peronismo y su apego a la gente han impedido ahora una debacle social similar a la que entonces provocó un virtual levantamiento popular que depuso a un presidente —Fernando de la Rúa, 2001—, lo cierto es que Argentina va a estos comicios atenazada por los efectos de una deuda externa igual de asfixiante, y las condiciones leoninas de una reprogramación de pagos con el Fondo Monetario Internacional que, requisitos de recortes por medio, ha dilatado los plazos, pero mantiene las ataduras. Solo ha pospuesto el momento de ¿zafarlas?
Por eso la renegociación con el Fondo, gestionada a toda prisa a inicios del mandato para poder gobernar frente a la presión que ha significado hasta hoy el vencimiento de cada plazo de pago, ha levantado críticas en sectores dentro del propio ejecutivo, manifestaciones en el espectro popular, y afectaciones en el nivel de vida de la población que no han podido ser frenadas por las medidas de carácter social que implementó el Gobierno saliente de Alberto Fernández.
Ello, sin contar otros factores como la sequía que ha hecho caer este año la producción agrícola, y elementos externos ajenos a cualquier desempeño que han golpeado —o golpean aún— al planeta: el azote de la COVID-19, las consecuencias del conflicto en Ucrania y el incrementado desorden financiero y económico mundial, entre ellos.
El Presidente ha cumplido con la palabra dada durante su campaña de no pagar a costa del pueblo, para lo que se ha acudido a constantes reprogramaciones de plazos de pago y su postergación. Pero el endeudamiento con el Fondo —como siempre— ha sido un dogal alrededor de su cuello y por supuesto, del de la ciudadanía.
Sus efectos se sienten en la vida cotidiana. Al final, y pese a todos los esfuerzos, el bienestar ciudadano está pagando el precio de los débitos contraídos por Mauricio Macri, que volvió a amarrar al país cuando el FMI, pasando por encima a sus propios preceptos, le concedió un empréstito nunca visto ascendente a 54 000 millones de dólares de los cuales se recibieron poco más de 45 000 millones, pues el Frente de Todos (FdT) mandó a parar cuando llegó a la Casa Rosada y no aceptó un centavo más. Pero lo adeudado ya era suficiente para significar una carga pesada. El mal —¡y grande!— estaba hecho.
Si bien la inflación mensual ha ido descendiendo hasta ubicarse en mayo en 7,8 por ciento —es uno de los requisitos—, todavía el incremento alcanza el 114 por ciento si se le compara con el año pasado. Según el Indec
(Instituto Nacional de Estadísticas y Censos), los mayores aumentos se registraron ese mes en servicios básicos como la vivienda, el agua, la electricidad y «otros combustibles». Ello es resultado del aumento de las tarifas de la electricidad y el gas, una obligación impuesta por el FMI, que entre sus condicionamientos ha obligado al Gobierno a una quita de los subsidios a esos servicios. ¡Como darle la vuelta a la noria!
Empero, en un informe del 1ro. de abril tras la cuarta revisión del acuerdo marco entre ambos, el Fondo Monetario afirmaba, con tono de juez, que «alcanzar el objetivo de déficit fiscal primario del 1,9 por ciento del PIB para 2023 sigue siendo esencial para respaldar la desinflación y la acumulación de reservas, aliviar las presiones financieras y fortalecer la sostenibilidad de la deuda».
Luego de un encuentro con el Ministro de Economía, la institución insistía ese mes en presionar para que el ejecutivo apurara el recorte de los subsidios, algo que el Gobierno ha decidido aplicar sobre los sectores de mayores ingresos para proteger a quienes tienen menos, entre otras medidas. Ahí puede verse quién dicta la política económica después de un empréstito del FMI.
Al cierre de 2022, Argentina acumulaba una deuda total de 276 000 millones de dólares, también según datos del Indec, de los cuales 45 707 millones correspondían al crédito asumido por Macri con el Fondo, y 66 005 millones eran títulos de deuda en manos de acreedores privados, entre otros prestamistas.
El tablero político
El peronismo —que es decir la fuerza progresista de más peso y trascendencia de Argentina— va por eso a las presidenciales del cercano mes de octubre
con el hándicap de una crisis heredad que ha hecho azaroso su propio ejercicio gubernamental.
Ello anuncia de antemano la posibilidad de un voto de castigo contra el cual solo podría erigirse la conciencia para valorar cuál de los candidatos que se inscribirán representará el mejor proyecto, y comprender la encrucijada peligrosa de dar un paso atrás si vuelve a apostarse a la derecha.
Pero ello podría no ser lo único difícil. A las circunstancias mencionadas se suma que las fuerzas populares identificadas con lo que ha dado en llamarse el «kirchnerismo» —sistematizando como corriente política la forma de hacer de Néstor y luego de Cristina—, no verán en las boletas el nombre de la persona que aclamaban como su candidata.
Ella, Cristina Fernández, dos veces mandataria y actual vicepresidenta sometida hace años a una persecución político-judicial materializada en varias causas abiertas por la «justicia», satanizada por la derecha política y mediática al punto de que fue objeto de un intento de magnicidio, declinó en tres ocasiones su nominación.
Al menos tres de los procesos amañados que se abrieron en su contra han sido sobreseídos por falta de pruebas, pero uno llegó al dictamen del juez y, aunque se mantiene en la fase de los trámites de la defensa, Fernández de Kirchner ya ha sido condenada a seis años de prisión e invalidación de por vida para ocupar cargos públicos, una pena cuyo cumplimiento dependerá del desenlace del proceso.
Con su participación, digamos que como mentora de amplios sectores dentro del FdT por su indiscutible liderazgo allí y entre el pueblo, esa coalición parece haber escogido ya, por consenso para salvar la unidad, a su candidato en la persona del actual Ministro de Economía, Sergio Massa.
A estas alturas parece decidido que finalmente la alianza prescindirá de asistir en agosto a las primarias para certificar la escogencia de su aspirante, pues otra parte dentro del conglomerado había abogado por ir a las PASO (elecciones Primarias, Abiertas, Simultáneas y Obligatorias).
Por demás, analistas del patio también han señalado el hecho de que el aspirante ha sido escogido con relativo poco tiempo hasta las presidenciales, un lapso que no resultaría suficiente para forjar un líder.
Otra vez aflora aquí la importancia de que el electorado afín al progresismo —digamos las mayorías representadas en el argentino de a pie— no se deje engatusar por cantos de sirena ni vote por un rostro o agobiados por la realidad dura que han vivido estos cuatro años, sino por la justeza del programa que pueda devolver a sus rieles al país.
En la coyuntura electoral
Sabedor —cómo no saberlo— de lo que aqueja al pueblo, Massa ha dado cuenta esta semana de su deseo de terminar la relación con el Fondo y ha asegurado que un potencial gobierno encabezado por él, debería tener como prioridad cancelar la deuda externa para no volver a depender del FMI «nunca más».
Sus palabras no parecen mero proselitismo sino convicción expresada por amplios sectores de la ciudadanía y en las filas gobernantes y de sectores de la oposición. Para salvaguardar a Argentina de otras jugadas como la que la devolvió al país a las garras del FMI luego de la exitosa renegociación y pago de la deuda por Kirchner en 2006, el Congreso aprobó en 2021 una ley según la cual el endeudamiento en moneda extranjera, bajo ley extranjera, y con prórroga de jurisdicción, requerirá autorización del legislativo. Los acuerdos futuros con el Fondo también deberán ser aprobados por el Parlamento.
El discurso del resto de los candidatos en torno a ese aspecto podría resultar crucial. Entre esos aspirantes que emergerán de las primarias y que todavía deberán oficializar su inscripción, ocuparán espacios la dupla de la alianza derechista que lideró Macri, Juntos por el Cambio; el partido La Libertad Avanza (LLA), seguramente con el economista liberal Javier Milei, a quien se describe como un
outsider populista que pregona fórmulas ultraconservadoras, y el menos conocido Frente de Izquierda y los Trabajadores-Unidad (FIT-U).
Queda poco tiempo. Esperemos.