Una sociedad dividida: así manifestaron el pasado diciembre frente al Tribunal Supremo a favor y en contra del aborto. Autor: AFP Publicado: 02/07/2022 | 09:38 pm
En la década de los 50, en mi barrio en el Vedado, donde en los terrenos yermos y en los ocupados por ciudadelas o viejas viviendas que se demolían, se iban construyendo edificios de apartamentos y algunas residencias para profesionales de clase media, fue objeto de la comidilla popular una familia, con dos apartamentos en altos cuando se «filtró» su propósito allí.
El médico dueño del inmueble tenía allí su consulta y clínica privada para una clientela exclusiva, damas estadounidenses que pasaban una estancia de «vacaciones en la isla caribeña», destinadas a practicarse un aborto, todo en la mayor discreción que permitía el dinero, para burlar las leyes de su país, que prohibían esa práctica médica y también las de Cuba.
La interrupción del embarazo solo fue declarada libre y legal en Cuba en 1961, clara y justa visión del derecho de la mujer a decidir sobre su cuerpo y la posibilidad de hacerlo sin tabúes y de manera segura para la vida, lo que se puso en práctica a partir de 1965 en el Sistema Nacional de Salud. Se afirma que la mortalidad gestante por abortos ilegales e inseguros disminuyó prácticamente a cero.
Fue en 1973 que Estados Unidos logró, tras una lucha judicial iniciada en 1970, legalizar el aborto cuando Jane Doe, el seudónimo utilizado por Norma Leah McCorvey, una mujer de Dallas, denunció a Henry Wade, fiscal de distrito de esa ciudad texana, para reclamar su derecho a abortar —tenía dos hijos y sus abogadas presentaron su petición porque había sido violada—, y los jueces de la máxima autoridad judicial de Estados Unidos fallaron a favor de convertir el aborto en un derecho constitucional.
Casi dos décadas después, en 1992, aquella decisión fue reafirmada por el Tribunal Supremo en el caso Planned Parenthood versus Casey en votación 5-4. Sin embargo, los segmentos más retrógrados de una sociedad profundamente puritana, asociados muchas veces a creencias religiosas, persiguieron tanto a personal médico, activistas y mujeres por la práctica del libre derecho reproductivo de la mujer.
Atentados a clínicas, asesinatos, amenazas individuales, se unieron también a la persecución judicial, pues según datos del National Advocates of Pregnant Women (NAPW), una organización de defensa legal femenina, desde 1973 más de 1 700 mujeres han sido encarceladas o detenidas y procesadas por la criminalización de la gestación.
Por supuesto, NAPW está preocupada por lo que pueda suceder a partir de ahora, cuando la Corte Suprema anuló el dictamen de Roe vs. Wade, y la interrupción del embarazo dejará de ser un derecho constitucional y cada uno de los 50 estados de la Unión impondrá las normas y límites a las gestantes, lo que se traduce en que 166 millones de mujeres en Estados Unidos están en sus manos y no podrán determinar sobre su cuerpo y vida.
En este verano de 2022, lo que se creyó durante 49 años que sería un paso adelante y definitivo, fue tronchado por la decisión 6-3 de la actual Corte Suprema, hecha a la medida de la más rancia moldura y extremo tradicionalismo de una buena parte de la sociedad estadounidense, porque el presidente Donald Trump pudo nombrar tres de los nueve jueces, inclinando la balanza de manera tal que deja una herencia de pensamiento y poder de decisión de derecha que pesara en la sociedad estadounidenses durante muchos años, puesto que el cargo de juez del Supremo es vitalicio.
Ahora ya las féminas que necesiten o quieran interrumpir el embarazo deberán viajar a los estados «liberales» donde se permita o a países vecinos como Canadá y México, por ejemplo, para poder tomar su propia determinación; aunque algunos comentarios hacen hincapié en como la persecución y los procesos podrán llevarlas hasta la prisión, incluso con acusaciones de asesinato u homicidio.
Un comentario en The Hill, firmado por Liberty Vittert, bajo el título «El mayor peligro al anular Roe: tu teléfono podría enviarte a prisión», advirtió: «Tienes miedo, estás sola y estás embarazada. No puedes quedarte con el bebé y quieres abortar. Sin embargo, el estado en el que vives tenía una ley de activación que automáticamente convertía el aborto en un delito cuando la Corte Suprema anuló Roe vs. Wade la semana pasada. Usted decide abortar de todos modos en una clínica que todavía lo está haciendo a 100 millas de su ciudad natal.
«Ahora ha cometido un delito, y la policía tiene un nuevo arsenal de pruebas para arrestarlo a su disposición. ¿Usaste Google Maps o Waze para conducir a la clínica? La policía puede obtener órdenes judiciales o citaciones para obtener los datos de ubicación de su teléfono celular de Apple o Google y ver a dónde fue y cuánto tiempo permaneció allí. ¿Dejaste de usar tu aplicación de seguimiento de períodos? Las fuerzas del orden pueden obtener esos datos. ¿Buscaste una clínica de aborto en Google? Las fuerzas del orden pueden obtener esos datos».
Aunque es hipotético, no es ficción lo relatado, el aborto ha sido nuevamente criminalizado y cualquier acción vinculada con ello es considerado crimen o delito, puede investigarse, procesarse y condenarse y desde que el Tribunal Supremo hizo definitivo su fallo, las «leyes de activación» que prohíben el procedimiento médico ya entraron en vigor en varios estados.
Objetivamente, la medida de la Corte Suprema ha dividido a la nación y las manifestaciones a favor y en contra se vieron frente a frente ante el Templo de la Justicia, monumental edificación de mármol cuyas canteras de procedencia casi identifican la actual composición ideológica de los nueves jueces: esas piedras llegaron desde Vermont, liberal y de pensamiento político independiente; de Georgia, el estado que fue icono de la segregación; de Alabama, que continua recordando el cinturón negro de la esclavitud en sus campos de algodón; de la España donde la falange franquista ahogaba a un pueblo; y de la Italia fascista de Benito Mussolini, a quien el arquitecto constructor agradeció su contribución marmórea.
Un primer paso en un camino del retroceso
Esta anulación de Roe vs. Wade es solo el primer fallo de regreso a las tinieblas que da el Tribunal Supremo de Estados Unidos, de una serie que, sin duda, transformarán al país. Las alertas sobre ese proceso retrógrado se vienen produciendo desde que Trump comenzó a nombrar jueces conservadores y quebró el equilibrio.
Ya la representante demócrata por Nueva York, Carolyn Maloney, presidenta del Comité de Supervisión y Reforma de la Cámara de Representantes ha programado una audiencia para el 13 de julio sobre el impacto de la reversión de Roe versus Wade , que denominó «efectos devastadores» durante generaciones, lo que considera culminación de una campaña pública de años por parte de los republicanos para nombrar una Corte Suprema que apoyaría restricciones draconianas a la atención de la salud reproductiva de las personas.
Naomi Klein, una destacada académica y ambientalista, aseguró en un artículo en The Intercept que Estados Unidos está en medio de un «golpe judicial shock-and-awe», término militar para un ataque sorpresivo y pavoroso que permite la rápida victoria sobre un adversario que ha sido aterrorizado por el poder de la fuerza, en este caso por la fuerza del poder. No podemos obviar que una decisión del Tribunal Supremo es inapelable.
Al mazazo al derecho al aborto, Klein agregó el golpe a las leyes de control de armas y a la autoridad de la Agencia de Protección Ambiental del Gobierno federal para regular las emisiones de gases de efecto invernadero con el uso de los combustibles fósiles, en beneficio de las corporaciones explotadoras, incluso con menoscabo de la soberanía de las naciones indígenas en EE. UU.
No es nueva su advertencia que puede leerse en su enjundioso estudio «La Doctrina del Shock: El auge del capitalismo del desastre», publicado en Cuba por la Editorial de Ciencias Sociales, 2016. En la mesa del Supremo hay otros asuntos de impacto, incluso que afectan a la propia democracia, al derecho al voto, a la redefinición de los distritos electorales y estos jueces no parecen ser precisamente neutrales…
Está claro que la democracia estadounidense anda en franco deterioro y por parte de la Corte Suprema, el proceso está en marcha. Habrá todavía mucho que contar y que analizar.