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Nicaragua: fiesta en medio del desafío

La Revolución rojinegra que acabó con la dictadura de Anastasio Somoza —entonces mediante la lucha armada— ya fue víctima de esa política de asedio que se reedita ahora y que, con matices entonces sangrientos, dio al traste en 1990 con su proceso emancipador

Autor:

Marina Menéndez Quintero

Nicaragua celebra este viernes el aniversario 40 del triunfo de la Revolución Sandinista con sabor de victorias; pero también con el desafío de seguir enfrentando la arremetida de quienes persisten en sacar ese proceso del poder otorgado por los votantes en las urnas.

La Revolución rojinegra que acabó con la dictadura de Anastasio Somoza —entonces mediante la lucha armada— ya fue víctima de esa política de asedio que se reedita ahora y que, con matices entonces sangrientos, dio al traste en 1990 con su proceso emancipador, y abrió paso a los mandatos neoliberales que echaron atrás todo lo que en materia de justicia social se había avanzado en una década.

Enfrentaba entonces el sandinismo las dificultades lógicas de un país agredido por la guerra no declarada de Estados Unidos y las bandas mercenarias conocidas como «la contra», aderezadas por la presión de los países que, sumados al carro de Washington, forzaron la desmovilización de los alzados a cambio del adelanto de elecciones.

Fue una fea estratagema dentro de su gestión pacificadora, como entonces se le llamó. Aquellos comicios se efectuaron en un contexto de guerra con la cual se satanizó al Gobierno sandinista, y se le responsabilizó por una agresión de la cual, sin embargo, era víctima junto al pueblo. 

Si es menester recordarlo, es porque un remedo de aquella ejecutoria, vuelve. El retorno al poder del FSLN en 2007, ahora por la vía electoral y el respaldo mayoritario del pueblo expresado en las urnas, no podía ser bienvenida por aquellos sectores reaccionarios, ni dentro ni fuera.

A lo interno, el sandinismo, transformado mediante una política de alianzas, acercamiento a la Iglesia y apertura económica que incorporaría, coyunturalmente, nuevos elementos a su base social, contó al principio de ese retorno con el respaldo de entidades que ahora sacan a relucir sus intereses de clase, y conforman una llamada Alianza Cívica que funge como un partido político sin programa declarado, aunque lo tenga.

Se alistan de ese lado el Cosep (Consejo Superior de la Empresa Privada); AmCham (la Cámara de Comercio); Faganic (Federación de Asociaciones Ganaderas) y otras pocas agrupaciones de corte social emergidas luego del movimiento desestabilizador urdido desde abril del año pasado, cuando decisiones del ejecutivo rechazadas y derogadas de inmediato por el propio Gobierno, se usaron como detonante para protestas violentas.

Se suma en aquella Alianza, la Fundación Nicaragüense para el Desarrollo Económico (Funides), una entidad que se presenta como centro de pensamiento para el desarrollo económico y la reforma institucional, y que proclama sin ambages haber sido fundada por la estadounidense Usaid, de cuyos afanes subversivos conocemos.

La pinza con que se pretende ahogar al proceso la aprietan, del otro lado, la OEA de Luis Almagro y Estados Unidos. La primera, presionando otra vez por el adelanto de los comicios presidenciales y cambios al sistema electoral que constituyen una injerencia y buscan, como en 1990, revolver el río para después pescar en él.

Es ese el pedido principal en una mesa de diálogo convocada por el Gobierno, y que por esa posición inamovible de la Alianza de pedir lo que sería doblegar la cerviz a la injerencia, se empantana. Es un deber ser democráticos; pero se paga caro la ingenuidad de ceder ante los falsos demócratas.

Washington, mientras, aprieta por su lado con su política ilegal y abusadora de medidas coercitivas y la criminalización de los Estados que le son incómodos, en el confeso propósito de derrocar a ese Gobierno así como se empeña en revertir la vida política, económica y social en Venezuela, y en Cuba. Los tres países hemos sido injustamente señalados por los personeros de la administración Trump, y resistimos sus sanciones.

El aniversario 40 de la Revolución sandinista ha sido una nueva celebración de victorias en Nicaragua. Pero también la confirmación de que su proyecto seguirá obligado a la lucha.

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