El empeño del presidente Donald Trump por dejar en Afganistán una huella de su paso por la Casa Blanca apunta a un nuevo tropezón de Estados Unidos en el indomable país centroasiático, que entrañará cuantiosos gastos para los contribuyentes —que enriquecen la industria bélica— y lamentables pérdidas de vidas de afganos y norteamericanos en una guerra interminable.
El más reciente informe del Departamento de Defensa, el conocido Pentágono, reveló que «la guerra contra el terror» ha costado 250 millones de dólares diarios en los 16 años transcurridos desde septiembre de 2001.
Estos costos incluyen solo gastos directos relacionados con la guerra, como la operación y el mantenimiento de bases, la adquisición de equipos y el pago y la alimentación de las tropas,
La guerra de Afganistán de 2001 a 2014 y la Guerra de Iraq de 2003 a 2011 representan la mayor parte de los gastos, a los que se suman la presencia continua en Afganistán y las operaciones aéreas contra el autodenominado Estado Islámico en Iraq y Siria.
Los costos humanos son mucho más difíciles de calcular, debido al ocultamiento oficial de los daños a poblaciones civiles de Afganistán, Iraq y Siria, descritos como daños colaterales o atribuidos a fuerzas hostiles locales.
En una reciente declaración a la emisora Russia Today, Francis Boyle, un eminente jurista y profesor de Derecho Internacional de la Universidad de Illinois, afirmó que «como mínimo, Estados Unidos probablemente mató a un millón de afganos desde octubre de 2001».
Boyle subrayó que «Estados Unidos invadió ilegalmente y criminalmente a Afganistán, lo atacó y lo destruyó, y luego montó allí un campo de tortura».
A pesar de esos nefastos antecedentes, acumulados por las precedentes administraciones del republicano George W. Bush y el demócrata Barack Obama, Trump decidió incrementar la presencia de tropas norteamericanas en Afganistán, como parte de una presunta nueva estrategia en la interminable guerra contra el terrorismo.
Por otra parte, emplazó a los aliados occidentales de Washington a incrementar su contribución financiera a la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) así como el aporte de tropas para la fuerza internacional que sirve de sombrilla a la intervención militar en Afganistán.
El despliegue esperado de cientos de entrenadores del ejército de EE. UU. en Afganistán a comienzos del año próximo elevará el número de fuerzas estadounidenses en ese país a entre 16 000 y 20 000 efectivos, según diversos reportes oficiales.
Calcular el número real de fuerzas estadounidenses en Afganistán ha sido un problema constante, señaló un despacho reciente de la agencia AP.
En agosto el Pentágono reconoció tener unos 11 000 soldados estadounidenses en suelo afgano, después de camuflar el total con medidas contables engañosas y burocracia, agregó la fuente.
Tan pronto asumió, en enero pasado, Trump decidió incrementar en 3 800 el número de efectivos de Estados Unidos, a los que pretende sumar los de la OTAN para fortalecer los llamados esfuerzos de asesoramiento de las fuerzas afganas y llevar a cabo misiones antiterroristas. Todas esas tropas adicionales ya están en el país, dijeron los oficiales de defensa de EE. UU.
Tras un encuentro de ministros de Defensa realizado este jueves en Bruselas, el secretario general de la OTAN, Jens Stoltenberg, dijo que 27 miembros no estadounidenses de la coalición en Afganistán se habían comprometido a aumentar el número de tropas para ayudar a entrenar y asesorar a los servicios de seguridad de ese país.
El plan, según reportó CNN, es que los socios de Estados Unidos aporten la mitad de los efectivos militares necesarios para aumentar el tamaño de la misión de la OTAN en Afganistán de 13 000 a 16 000 hombres.
Estas tropas apoyarán tanto la misión de la OTAN como una misión antiterrorista de EE. UU.
Según un informe reciente del inspector general especial de las Fuerzas Armadas, de 2009 a 2014 la OTAN no pudo cumplir con los cupos requeridos de tropas.
El organismo de control atribuyó los niveles insuficientes de personal a la disminución del apoyo político en los países que aportan tropas y a los costos de despliegue.
Un balance de enero a septiembre de este año señaló que el número de ataques aéreos fue superior en el 52 por ciento respecto a igual período de 2016. Además de 2 640 civiles muertos, otros 5 379 resultaron heridos. En tanto, 11 soldados estadounidenses murieron desde enero.
Los vaticinios respecto al éxito de la nueva estrategia de Trump son grises con pespuntes negros.
Un análisis del diario The New York Times apuntó este jueves que «con la guerra en Afganistán ahora en su decimoséptimo año, hay pocos indicios de que los problemas de personal no afecten la estrategia del Sr. Trump, o que unos pocos miles de soldados más, para combatir o asesorar, cambien el curso de la guerra más larga en la historia de Estados Unidos».