De izquierda a derecha, Darwin Bernal, Olga Carrasco y Eduardo Guilarte. Autor: Juan Luis Naranjo Batista Publicado: 21/09/2017 | 06:59 pm
CARACAS.— Mientras el 30 de julio —día de elegir a los hombres y mujeres que conformarán la Asamblea Nacional Constituyente— está cada vez más cerca, el plan de odio de la oposición parece no tener fin. Aquí la noche o el día se abren paso, invariablemente, con alguna noticia desagradable: la muerte, la destrucción de bienes materiales, o la demencia.
Sobre la última tragedia mencionada, no sorprende mucho que este 29 de junio la Agencia Venezolana de Noticias (AVN) haya hecho público que la Guardia Nacional Bolivariana (GNB) incautó en el estado de Táchira, este jueves, miles de pastillas que, según el Comandante General de la mencionada entidad militar, Sergio Rivero, resultan ser drogas que modifican la conducta.
La nota afirma que «según las autoridades, la droga está destinada al consumo de manifestantes radicales de la oposición que desde hace tres meses participan en violentas protestas contra el Gobierno del presidente Nicolás Maduro».
Se está tras la pista de otros nocivos cargamentos que tienen como destino la capital y otras ciudades del país. Y yo decía que el asunto no es como para sorprenderse mucho, pues para actuar con tanto odio en las calles, para quemar vivos a nuestros semejantes, para destruir algo tan sagrado como los alimentos del pueblo, para poner a los niños en la primera línea de una avalancha de protesta violenta, hay que estar fuera de toda razón; y a ese estado, si no se llega por un camino natural de enfermedad, o a través del vil mercenarismo, se llega entonces con drogas que anulen todo valor de los seres humanos. Este 30 de junio la AVN ha informado que «más de 80 comerciantes del mercado popular Las Pulgas, situado en la avenida Las Industrias de Barquisimeto, estado Lara, en la región centro-occidental del país, resultaron afectados por las guarimbas (violentas protestas callejeras), cierre arbitrario de vías con todo tipo de escombros, convocados por la derecha en el país».
Se suma otra noticia de desmanes: El ministro del Poder Popular para Energía Eléctrica, Luis Motta Domínguez, informó este 30 de junio, según la AVN, que grupos vandálicos atacaron con bombas molotov la subestación San Ignacio, ubicada en Maracay, estado Aragua. Los grupos también incendiaron tres unidades de Corporación Eléctrica Nacional (Corpoelec). La víctima de tal sabotaje es el pueblo que sufre la interrupción del servicio eléctrico.
Mientras la agenda de odio sigue en marcha, la abrumadora mayoría desea vivir en paz y lucha a brazo partido por solventar todo tipo de carencias e incertidumbres. En Caracas, Parroquia Sucre, en las instalaciones del Núcleo Endógeno de Desarrollo «Francisco Ojeda» perteneciente a la Misión Ribas (que busca formar bachilleres con perfil técnico), esta reportera pulsó los sentimientos que despierta en hombres y mujeres de bien el afán destructivo de la derecha.
Darwin Bernal, joven trabajador de la instalación de agricultura urbana, expresó: «Tenemos un problema muy grande con estos pequeños grupos que están haciendo un gran daño con la especulación, con la guerra económica, con los destrozos en el país. Mientras ellos destruyen sin necesidad, solo para hacer daño, nosotros, como revolución, estamos ordenando, acomodando, reordenando lo que ellos dañan».
Bernal dijo que la oposición quiere un orden de cosas que responda solo a un grupo y no a los 32 millones de seres que tiene Venezuela. «Nosotros somos la mayoría, el pueblo en la calle, constantemente, defendiendo nuestro país, defendiendo los convenios que tenemos. Estamos en la lucha».
La situación ha llegado a tal extremo, reflexionó Darwin Bernal, que quien tenga un punto rojo en el pecho, algún indicio de chavista, es una víctima potencial. Pero él no se desanima ni empequeñece: «La Constituyente va. Rotundamente va —asegura—; y el pueblo es el que va a mandar, es el que va a tener el poder de decidir su propio destino».
Olga Carrasco, mujer que vive y sufre por sus hijos y nietos, dice de los opositores que «ellos lo que quieren es destruir el país. Nosotros en esta trinchera lo que hacemos es sembrar, construir. Ellos lo que buscan es apoderarse del país, y creen que haciendo tanto daño lo van a lograr. Pues no, están equivocados. Ellos van a caer en su propia salsa. Haciendo daño no se logra nada. Haciendo amor, haciendo patria, sembrando en el país como estamos haciendo nosotros, así es que se tienen logros».
Ella afirma que «si cada uno de los venezolanos planta algo, una sola mata, ¿cuánto estaríamos produciendo? Hacer patria es trabajar, no destruir. Entre ellos mismos (los opositores) se están dando cuenta de que sembraron un monstruo que no pueden controlar. El día que no tengan financiamiento externo, ¿hacia dónde van a ir?: hacia ellos mismos. ¿Con qué moral le dirán a sus hijos: “yo hice algo por mi patria”?».
Bajo el techo de una casa de cultivos Eduardo Guilarte alertó que la oposición carece de valores, de amor a la patria, porque está actuando hasta en contra de los símbolos patrios que es lo más importante que puede tener un país. Ellos ven que el Comandante Chávez nos sacó de donde nos tenían metidos, nos tenían enterrados porque no teníamos educación, no teníamos trabajo, ningún tipo de formación».
«Por cuánto, comentó humildemente Guilarte, vendrían en otros tiempos a entrevistarme, por cuánto hablar yo de lo importante que es la patria. Yo soy ya por lo menos bachiller, y tengo 12 años trabajando en la agricultura.
«Es fascismo puro lo que estamos viendo por culpa de la oposición en Venezuela. El proyecto que nos enseñó Chávez es el ser humano, es la educación, el trabajo. El mismo Comandante una vez nos habló de la agricultura, de que un país sin agricultura no era país, no podía ser soberano.
«Ellos por allá matando —dijo de quienes odian—, y nosotros trabajando; ¿para qué?: para el pueblo, para que el pueblo coma bien. Eso es lo que nos enseñó el Comandante Chávez: el trabajo».