Una mujer camina sobre la nieve con su niño en brazos en un campo de refugiados del Líbano. Autor: Unicef Publicado: 21/09/2017 | 06:42 pm
«Reciben pocos y hacen menos», definía Amnistía Internacional (AI) la gestión ante los refugiados de muchas de las naciones más ricas del mundo. Mientras, para el resto de los Estados, aquellos que más reciben, hacer menos no es una alternativa.
Diez países, que representan solo el 2,5 por ciento de la economía mundial, acogen a más de la mitad de los refugiados del mundo, resalta esta organización que acusa, a su vez, a los países ricos —industrializados, del Primer Mundo o como se quiera llamar— de dejar a las naciones más pobres para soportar la peor crisis.
¿Será una cuestión de fatalismo geográfico? Lo cierto es que en un planeta donde años tras año se incrementa el número de personas que deben huir (sin retorno muchas veces, y llevando nada o casi nada) de sus hogares, la desigual distribución de los países de acogida se ha tornado un nuevo problema de escala global.
El dilema de no tener hogar
Conflictos, guerras, cambio climático, degradación de la situación humanitaria han devenido en el consecutivo incremento del número de refugiados, desplazados y/o solicitantes de asilos a nivel mundial, hasta que, en 2015, se sobrepasó por primera vez el umbral de los 60 millones.
Según el informe anual de la Oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (Acnur), Tendencias Globales, publicado el pasado 20 de junio, 65 300 000 personas eran desplazadas forzadas a finales de 2015, claro incremento en comparación con los 59 500 000 de tan solo 12 meses antes.
En un mundo de 7 000 millones de habitantes el número de refugiados y desplazados representa una estadística de horror: cada un minuto, 24 ciudadanos deben escapar de su hogar y buscar protección en otro lugar; una de cada 113 personas es un desplazado forzado.
Del total presentado por Acnur, más de 21 millones eran refugiados, casi 41 millones desplazados internos y unos 3 millones solicitantes de asilo.
El número total de desplazados forzados en el mundo ha aumentado por quinto año consecutivo, fue una de las conclusiones de Tendencias Globales, lo cual no debe sorprender si analizamos brevemente los países emisores: Siria, encabezando el listado, se encuentra sumida desde 2011 en un tenso conflicto; Afganistán, el segundo lugar, vive desde 2001 en lucha ¿contra los talibanes? e invasión; Somalia, el tercero, en guerra civil desde 1991. Pareciera un cronograma rojo que anuncia, con cada inicio de década, que tiempos peores de avecinan para todos, porque los refugiados también deben huir de esos países, pero ¿adónde?
Perder el destino
Con respecto al crecimiento de los desplazados forzados, el diario español El Mundo decía: «Unas cifras que crecen cada día mientras el espacio de asilo se va restringiendo en Europa y en otras regiones».
De igual forma, influyentes medios de prensa resaltan la presencia de una fuerte crisis migratoria hacia el Viejo Continente. Sin embargo, en la mayoría de los casos y dada la premura por escapar, buena parte de los refugiados buscan asilo en sus países fronterizos.
En el caso de Siria, por ejemplo, la mayoría de quienes escaparon fueron camino a Turquía, Jordania, El Líbano e Irak, lo territorios limítrofes con la nación levantina. Solo en la segunda mitad de 2015, los refugiados sirios comenzaron a exiliarse en Europa.
La decisión de cruzar el Mediterráneo es resultado de las propias circunstancias en las regiones de mayor acogida. «Las condiciones inadecuadas en los principales países de refugio empujaron a muchos a embarcarse en peligrosos viajes a Europa y Australia», explica Amnistía Internacional.
Datos de AI ilustran que el 56 por ciento de los 21 millones de refugiados del mundo están siendo acogidos por solo diez países, todos ellos ubicados en el Medio Oriente, África y Asia Meridional. En tanto, otras estadísticas apuntan que los Estados en vías de desarrollo acogen al 86 por ciento de los refugiados del mundo bajo la protección de la Acnur.
Jordania, que ha acogido a casi tres millones de personas, es el principal destinatario de refugiados, seguido por Turquía, con más de dos millones y medio; Pakistán, 1 600 000, y Líbano, con más de 1 500 000. Los otros seis receptores fundamentales son Irán, Etiopía, Kenia, Uganda, República Democrática del Congo y Chad.
Los pueblos de esas naciones han devenido «vecinos de crisis» y han tenido, por tanto, que lidiar con ella también. «Esa situación es intrínsecamente insostenible y expone a millones de personas que huyen de la guerra y la persecución en países como Siria, Sudán del Sur, Afganistán e Irak, a miseria y sufrimiento intolerables», explicó Salil Shetty, secretario general de Amnistía Internacional.
AI, con sede en Londres, ejemplifica: Gran Bretaña ha acogido menos de 8 000 sirios desde 2011, mientras que Jordania —con solo el 1,2 por ciento del PIB británico— acoge a más de 655 000 refugiados de su vecino devastado por la guerra, lo que representa el diez por ciento de su población.
El caso Siria: a la espera de soluciones
Líbano alberga a más de un millón de refugiados sirios y cerca de 400 000 provenientes de otros territorios, lo que representa que uno de cada cinco habitantes de ese país es un refugiado.
Por su parte Irak, aunque no se ubica en el top ten de los receptores, sí tiene un lugar dentro de estadísticas más específicas, pues no solo ha recibido a casi 300 000 sirios, sino que cuenta, a su vez, con unos 4 millones de desplazados internos.
A finales de 2015, el llamamiento humanitario de la ONU a favor de los sirios que deben huir de su nación en guerra estaba financiado en un 61 por ciento.
La escasez de la financiación significa que la población de Siria refugiada en Líbano, la más vulnerable, recibe para asistencia alimentaria unos 0,70 centavos de dólar al día, cantidad muy por debajo del umbral de pobreza establecido por Naciones Unidas, ratificó Amnistía.
En cuanto al reasentamiento global, solo en el caso de Siria, desde el comienzo de la crisis se han ofrecido en todo el mundo 162 151 plazas de reubicación, lo que equivale apenas al 3,6 de la población total de refugiados sirios de Líbano, Jordania, Irak, Egipto y Turquía, explica Acnur.
Otros datos reflejan que, por ejemplo, los países del Golfo —Catar, Emiratos Árabes Unidos, Arabia Saudí, Kuwait y Bahréin— no han ofrecido ninguna plaza de reasentamiento para sirios.
En Europa, Alemania ha prometido 39 987 plazas para refugiados a través de su programa de admisión humanitaria y del patrocinio individual, aproximadamente el 54 por ciento del total del bloque regional. Excluida la nación germana y Suecia, los 26 países restantes de la Unión Europea han prometido unas 30 903 plazas de reasentamiento, lo que equivale aproximadamente al 0,7 por ciento de la población refugiada siria en los principales países de acogida.
Intentar imponer la vida
Ante la tensa situación no solo de los países en conflicto, sino de la de sus «vecinos», Amnistía Internacional propone que los países más ricos del mundo encuentren un hogar para el 10 por ciento de los refugiados del planeta cada año, y señala positivamente a Canadá, que ha reasentado a unos 30 000 refugiados sirios en 2015.
«Necesitan explicar por qué el mundo puede rescatar a los bancos, desarrollar nuevas tecnologías y luchar guerras, pero no puede encontrar hogares seguros para 21 millones de refugiados, solo el 0,3 por ciento de la población mundial», expresó el secretario general de la organización.
«Es hora de que los líderes lleguen a un debate serio y constructivo sobre cómo nuestras sociedades van a ayudar a las personas obligadas a abandonar sus hogares por la guerra y la persecución», dijo.
Kathleen Newland, cofundadora del Instituto de Política Migratoria, manifiesta además la necesidad de intensificar las respuestas para garantizar rutas menos peligrosas. «Creo que veremos a más personas tratando de pasar por canales clandestinos usando contrabandistas, poniéndose en gran peligro para tratar de llegar a un lugar donde puedan reiniciar sus vidas», dijo a Al Jazeera.
«Mientras más Gobiernos traten de cerrar esas rutas —aseguró—, más peligrosas resultan las alternativas», las cuales no se reducen únicamente al mediático camino del Mediterráneo.