Ricardo Guardia Lugo, presidente de la Oclae. Autor: Calixto N. Llanes Publicado: 21/09/2017 | 05:38 pm
Nunca antes América Latina y el Caribe vivió una coyuntura tan especial como la del último decenio, signada por el despertar de Gobiernos progresistas y de izquierda que guían y acompañan a sus pueblos en la búsqueda de la paz, el bienestar, la justicia social y la verdadera independencia. El movimiento estudiantil del continente, una potente fuerza histórica que desde inicios del siglo XX ha pujado no solo por sus derechos, sino por la transformación social, ve en este contexto una oportunidad para avanzar en la lucha por viejas y nuevas demandas.
A sus 47 años que cumple hoy, 11 de agosto, la Organización Continental Latinoamericana y Caribeña de Estudiantes (Oclae), plataforma gremial que representa a 36 federaciones estudiantiles en el continente, encuentra en las experiencias emancipadoras que impulsan los Gobiernos progresistas de la región, un gran apoyo en la materialización de sus sueños, como la transformación del modelo de educación mercantilista en uno universal, gratuito y de calidad que potencie la formación del ser humano como actor pensante y transformador de su realidad.
En diálogo con nuestro diario, Ricardo Guardia Lugo, presidente de la Oclae, no duda de la influencia y el impacto que han tenido estos Gobiernos en el estudiantado latinoamericano y en los movimientos sociales en general, «al transformar o pretender transformar la educación en sus países, creando un mayor número de universidades, ampliando el acceso a estas, potenciando la autonomía y el cogobierno de los estudiantes».
Esta nueva realidad ha implicado necesariamente que los movimientos estudiantiles en estas naciones donde se producen cambios, afronten nuevas formas de lucha. Ya no se trata de enfrentarse a Gobiernos a los que no les importa la educación, sino de apoyar los procesos de cambio que impulsan, asegura Guardia Lugo, estudiante de quinto año de la licenciatura en Turismo en La Habana.
Sin embargo, no todos los países del continente —Chile, por ejemplo— se pueden vanagloriar de estos avances. La Universidad neoliberal campea a todo lo largo y ancho de la región. Incluso, en países como Venezuela, la nueva concepción liberadora de la enseñanza que lidera el Gobierno bolivariano de Nicolás Maduro, aún está obligada a convivir con el modelo mercantilista. Por tanto, aun allí, este asunto sigue entre los principales focos de atención del movimiento estudiantil progresista de toda América Latina.
Ante los cambios, la derecha manipula con mucha más fuerza el tema de la autonomía universitaria. Esta es una vieja demanda del estudiantado desde la Reforma de Córdoba de 1918 (Argentina). Pero ahora, los defensores del modelo neoliberal intentan utilizar los principios de que la Universidad debe mantenerse independiente y libre de los cambios de Gobierno, para impedir la participación de la Cátedra en la transformación de la realidad social, cultural, política y económica.
«Sin embargo, esa Universidad, que se dice autónoma e independiente deja de ser precisamente lo que pretende ser, autónoma, para convertirse en “autista”, un término que se emplea mucho en nuestros países para describir a esa institución que se aísla por completo de la sociedad. Esa es la pretensión de la derecha, cuando intenta revertir la verdadera esencia de la autonomía para controlar nuestras universidades», advierte el estudiante cubano, al frente de la Oclae desde 2012.
Desde su fundación en La Habana, el 11 de agosto de 1966, la Oclae es presidida por la Federación de Estudiantes Universitarios (FEU) de nuestro país. Actualmente, su Secretariado Ejecutivo está compuesto además por la Unión Nacional de Estudiantes de Nicaragua, la Federación de Estudiantes Universitarios de Ecuador y la Unión Nacional de Estudiantes de Brasil.
Una nueva universidad para una nueva América Latina
Ricardo Guardia Lugo considera que luego del período oscuro que vivió América Latina con sangrientas dictaduras y con el despertar del letargo neoliberal, a nuestro continente le urge una nueva Universidad, que no tiene por qué ser homogénea, sino ajustarse a las características nacionales propias.
No obstante, destaca principios que deben ser comunes: una enseñanza pública, gratuita y de calidad, con facilidades de acceso y que priorice al sujeto como un actor que piense y transforme su entorno. Los procesos sustantivos de esta nueva Universidad tiene que caracterizarse, asegura, por salirse de lo académico y lo investigativo, para apostar más por el extensionismo hacia el bien y el desarrollo de la sociedad.
Con los aires integracionistas que soplan por esta parte del mundo, la Oclae no se queda atrás, y apuesta por que las asociaciones de nuevo tipo que se dan en la región trasciendan lo económico, comercial y político, y lleguen hasta el ámbito educacional.
Ante el fortalecimiento del Mercado Común del Sur (Mercosur) con la entrada de Venezuela y la solicitud de Bolivia, de la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América (ALBA) —a la que recientemente se incorporó Santa Lucía—, de la Unión de Naciones Sudamericanas (Unasur), y de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac) —con la presidencia pro témpore de Cuba—, queda pendiente la creación de un marco educacional para esta integración, según comenta nuestro entrevistado.
Por eso, se han generado distintos espacios de las plataformas multilaterales para discutir el tema, como la reunión de la Unasur, a fines de 2012, en la Universidad de Rosario, Argentina, en la que rectores, profesores y trabajadores del sector discutieron el marco educacional de ese bloque.
Otra experiencia similar tuvo lugar en la Cumbre Social del Mercosur, realizada en Brasilia, en diciembre de ese mismo año, la que tuvo como eje central trascender de la integración económica a la social, la cultural, la política y la educacional.
Además de estos espacios de un alto nivel gubernamental, destacan los desarrollados por las Universidades, los Consejos de Rectores, las Redes Universitarias, los sindicatos de profesores y educadores, enfrascados en la creación de un Espacio Latinoamericano y Caribeño de Educación Superior, a cuyo involucramiento está convocando la Oclae.
Por ello, la reedición de la Campaña «Educación no es mercancía» que emprende la organización tiene como lema «Por la integración educacional de América Latina». Con esta campaña, la Oclae pretende que los estudiantes hagan sus propuestas sobre cómo pensar la Universidad en su totalidad, de manera que nuestras Altas Casas de Estudio estén al servicio de los pueblos y contribuyan al logro de la soberanía científica y tecnológica de la región.
Motor movilizativo del festival
La Oclae, que incluye a organizaciones del Movimiento Estudiantil Secundarista, Universitario y Posgraduado de 23 países del continente americano con más de cien millones de miembros, constituye un potente motor en la movilización de cara al XVIII Festival Mundial de la Juventud y los Estudiantes, que se celebrará en Quito, la capital ecuatoriana, del 7 al 13 de diciembre.
Sin mucha demora, apenas se conoció la convocatoria al XVIII Festival hecha por la Federación Mundial de Juventudes Democráticas, las organizaciones miembros de la Oclae se vincularon a los Comités Nacionales Preparatorios como representantes legítimas del movimiento estudiantil en cada uno de los países que se aprestan a enviar una delegación a Quito.
La organización continental fue una de las que defendió la trascendencia de que el Festival regrese a tierra latinoamericana y caribeña, y lo hiciera por Ecuador, donde la Revolución Ciudadana, encabezada por Rafael Correa, devuelve la dignidad a quienes estaban marginados por el poder del Fondo Monetario Internacional. Anteriormente, sus sedes en este continente fueron La Habana 1978 y 1997, y Caracas 2005.
En este sentido, Guardia Lugo considera muy importante la elección de Quito porque los jóvenes latinoamericanos, europeos, africanos y asiáticos que se darán cita allí, podrán conocer de primera mano un ejemplo de proceso soberano e independiente de transformación que significa mucho para el movimiento de izquierda latinoamericano e internacional. Además, apuntó, porque todas las reivindicaciones que defienden el Festival y la propia Oclae «tienen vida diaria en Ecuador».
A los debates que tendrán lugar en Quito, la Oclae llevará una agenda amplia que incluye diversos asuntos que implican al estudiantado, «como la lucha por la educación pública, gratuita y de calidad, la autonomía, el cogobierno, y la transformación radical que necesitamos en nuestras universidades», asuntos que en los últimos años constituyen el centro de las reivindicaciones juveniles, no solo con la elaboración de propuestas, sino con su defensa en las calles de Latinoamérica. Además de otros temas siempre presentes en el Festival y que movilizan a la organización: la construcción de un mundo en paz y la lucha contra las bases militares, la guerra y el imperialismo.
La Oclae será una de las organizaciones progresistas que en esta cita extenderá sus manos al movimiento estudiantil y popular chileno quienes, con sus protestas, despertaron la conciencia colectiva en torno a la necesidad de un cambio en el sistema político de esa nación, deslegitimado por estar permeado del pinochetismo.
Esta es una de las causas a las que la Oclae le ha dado un particular seguimiento y respaldo, desde que en 2006 estallaron las fuertes movilizaciones del estudiantado chileno demandando frenar las privatizaciones, lo que se conoce como la Revolución de los Pingüinos, por el uniforme de los secundaristas. Desde entonces, y hasta hoy, los estudiantes chilenos le confirieron a la educación una gran relevancia política.