Soldados patrullan en la Plaza de los Mártires en Trípoli. Autor: AFP Publicado: 21/09/2017 | 05:35 pm
Si Libia sucumbe al caos, esa es una culpa que debe cargar la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN). Gracias a la guerra que lanzaron las grandes potencias occidentales con apoyo árabe en nombre de la «democracia», la nación norteafricana pasó de ser un país estable, con buenos niveles de vida para sus ciudadanos y hogar de muchos inmigrantes del continente que encontraron allí trabajo debido a la bonanza petrolera, al reino de la violencia, el racismo, la xenofobia, el tráfico de armas y mercenarios, y la ingobernabilidad.
La actual administración libia es incapaz de mantenerse en pie sin el apoyo de quienes la llevaron al poder, por tanto acudió a la ayuda de la OTAN. El primer ministro Ali Zeidan, cuya renuncia exigen algunas bandas armadas que se niegan a desmovilizarse, visitó la sede de la OTAN en Bruselas la semana pasada para hacer su petición formal, y logró el compromiso del secretario general del bloque, Anders Fogh Rasmussen, quien anunció el lunes, en una reunión del bloque, el envío de personal militar a Libia para evaluar las necesidades de ese país. A finales de este mes, la Alianza Atlántica ya contaría con el reporte de sus enviados.
Rasmussen, quien pidió una vez más en esta reunión que los países europeos miembros de la OTAN amplíen sus presupuestos para gastos militares con el objetivo, según él, de aliviar la carga adicional que en ese sentido se está llevando Estados Unidos, dijo que la asistencia de seguridad al frágil ejecutivo de Trípoli sería «una forma adecuada de continuar nuestra cooperación con Libia después de que cumplimos con éxito medidas para proteger al pueblo de Libia, hace dos años», citó el diario estadounidense The New York Times.
Así, con ese inmenso cinismo que le caracteriza, el jefe militar se refiere a la campaña de bombardeos contra una nación independiente, a la matanza de civiles, a la cacería lanzada contra Muammar Al-Gaddafi, a la destrucción de la infraestructura de una nación rica en petróleo, gas y agua.
En 2010, bajo el régimen de Gaddafi, existían en ese país unos 3,8 millones de libios y 2,5 millones de trabajadores extranjeros, lo que sumaba un total de 6, 3 millones de habitantes. Hoy, gracias a la OTAN y a su proceder «exitoso» del que habla Rasmussen, 1,6 millones de libios se encuentran en el exilio porque tuvieron que huir de la guerra y muchos aún se niegan a regresar a un país que no logra reconciliarse; mientras 2,5 millones de inmigrantes también huyeron porque perdieron sus empleos y estaban expuestos a las persecuciones y matanzas que llevan a cabo las bandas armadas desde la contienda contra Gaddafi hasta el día de hoy.
Por tanto, en honor a la verdad, el único «éxito» de la OTAN en Libia fue el derrocamiento del régimen de Gaddafi, y la apertura total de la nación norteafricana a las compañías occidentales interesadas en su petróleo, calificado como el mejor del mundo por sus propiedades. Y con ello, otra puerta para penetrar, con mayor agresividad, en África. La protección de civiles fue la gran mentira con la que los agresores quisieron legitimar la guerra.
Ahora, una vez más, el discurso de la Casa Blanca se centra en la preocupación por las bandas islamistas que cobran fuerza en el sur de Libia, adonde también han llegado grupos armados expulsados de Mali por la empresa militar colonizadora emprendida por Francia a inicios de este año. No obstante, EE.UU. negó intenciones de otra operación militar ante los rumores sobre sus planes de intervención.
Muy en sintonía con el Pentágono, y ante los rumores de que París llevaría a cabo una intervención militar en el desierto del sur libio, el jefe del Elíseo, Francois Hollande, dijo en entrevista con los canales galos France 24, RFI y TV5 Monde, el pasado 31 de mayo, que hasta el momento Trípoli no ha hecho esa solicitud, ni el Consejo de Seguridad de la ONU lo ha propuesto, aunque advirtió que apoyaría a Libia si se lo pide.
El portavoz del Ministerio de Relaciones Exteriores francés, Philippe Lalliot, informó que Trípoli solo ha solicitado el asesoramiento y la ayuda gala en la formación y equipamiento de la seguridad fronteriza, y que los planes al respecto serían develados esta semana.
Con la intención de frenar a quienes vaticinan una segunda intervención de la OTAN en Libia, el Secretario General del bloque belicista aseguró que no desplegarían tropas en el terreno, y que si la presencia de sus hombres fuera necesaria para el entrenamiento de la incipiente fuerza armada de ese país, la misión se realizaría fuera de la nación africana. Pero ello no cambia las cosas, a fin de cuentas la Alianza Atlántica hizo una guerra contra Gaddafi sin utilizar sus ejércitos. Todo lo realizó desde el aire con sus potentes bombarderos y dando ayuda a las bandas antigaddafistas que hicieron de sus peones en tierra.
Lo seguro es que la OTAN no ha terminado su trabajo en Libia.