La Plaza Bolívar de Caracas se llenó de gente, de dolor, pero también de esperanza. Autor: José M. Correa Publicado: 21/09/2017 | 05:31 pm
CARACAS.— La Plaza Bolívar de Caracas está llena de gente. De dolor, pero también de confianza. Centenares se acumulan en el pequeño espacio donde los grandes de América, desde Martí a Fidel, han ido a rendirle tributo al Libertador.
Tan pronto Dávila Caldás nos vio llegar, se nos abalanzó. Su cámara estaba húmeda. De llanto. Es un experimentado fotorreportero con el que por más de un año hemos compartido coberturas, a las que invitaba la Prensa Presidencial para actos de Chávez o en otros acontecimientos relevantes que han tenido lugar aquí desde octubre de 2011, cuando llegué, a la fecha.
Caldás trabaja para un periódico privado de Falcón, el Nuevo Día. «Nos hemos quedado sin el amigo, sin el padre, sin el maestro, camarada. Hemos estado a su lado, lo hemos seguido, pero tenemos que seguir trabajando, camarada, porque no será en vano todo lo que hizo en estos 14 años.
«No podemos olvidar lo que nos enseñó, el mundo nuevo que nos mostró, porque en la vida lo menos que uno puede ser es agradecido. Todo lo que nos dio, deberá perdurar.
«Camarada, ese era un hombre hermoso. Y sí, lo lloramos, pero también debe ser con alegría, con gozo, porque fue un privilegio el haberlo conocido, el haberlo tenido. La semilla que él sembró va a florecer, porque está en lo más profundo del pueblo venezolano, en su corazón».
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Lorenzo Daniel Aguirre camina hacia el Palacio de Miraflores, donde decenas de personas se están acumulando para respirar, al menos, el hálito del líder que han perdido.
«Es un dolor horrible, hermano. Pero tampoco es llanto por una pérdida. Sí, el hombre se nos ha ido, joven, muy joven, con la tarea por terminar, pero sigue aquí. Y, oye, quiero hacerle un llamado a la oposición: que no se vayan a equivocar, que respeten el dolor del pueblo, el sufrimiento ajeno.
«Se nos fue nuestro segundo Libertador, pero sus órdenes serán cumplidas. Antes de marchar a Cuba, él orientó que el compañero Nicolás Maduro debía ser el candidato de la Revolución si ocurría lo que ahora está pasando, y así será.
«Las masas bolivarianas, que somos la mayoría, vamos a garantizar que Nicolás tome el timón. La oposición que no se haga ilusiones. Ellos no volverán. No permitiremos que cumplan sus deseos, que es entregar Venezuela a Estados Unidos».
Gridel de Vera le agarra la mano a Lorenzo. Se la estrecha fuerte, entre sollozos. Cuenta que recién hoy estaba terminando un diplomado sobre Derechos Humanos convocado por la Defensoría del Pueblo, encaminado a apoyar las conquistas de la Revolución en esa esfera.
«Mi inspiración fue Chávez. Y lo seguirá siendo, porque él nunca se arrodilló, nunca se rindió, ni ante los desafíos de la patria ni frente a los males de salud que lo aquejaron, tan duros y tan tristes, tan inmerecidos para un hombre como él.
«Si de nosotros hubiera dependido, millones hubiéramos cambiado nuestras vidas para que la de él continuara. Pero el destino es así. Es lastimoso, pero también él nos enseñó a nunca perder la esperanza.
«Chávez deja una obra inconclusa, mas el pueblo, su pueblo, el venezolano, el latinoamericano, toda la gente honesta del mundo, lo tienen ahora como inspiración. Habrá que trabajar con ahínco porque sus sueños, que eran los mismos de Bolívar, sean cumplidos a pie juntillas.
«Y sí, hay que agradecerle a Cuba, a Fidel, a Raúl por ese gran esfuerzo que hicieron por nuestro Comandante, por todos sus médicos aquí, por sus maestros, sus entrenadores deportivos, su total entrega y solidaridad con Venezuela y la Revolución Bolivariana.
«Gracias, Cuba. Gracias, Fidel. Gracias, Raúl. Ya ustedes son sangre de nuestra sangre. Y tranquilos, la lucha continúa, la victoria es nuestra, de ustedes, de nosotros y de todos».
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El Hospital Militar Dr. Carlos Arvelo es sitio de procesión. Centenares de personas se agolpan en su frente y en las calles aledañas. Todos miran hacia las plantas altas del edificio, «donde el presidente Hugo Chávez dio su última batalla por su vida, y comienza ahora la de todos por todos», me dice el joven Yorqui Rodríguez.
Yorqui es alumno de la misión Sucre, una de las tantas creadas por el presidente Chávez para saldar la deuda histórica que acumuló el capitalismo con su gente, a pesar de ser uno de los países más ricos del mundo por sus enormes recursos naturales.
«Quiero que quede claro que la juventud venezolana, la bolivariana, la revolucionaria, las mayorías juveniles y estudiantiles, estamos con Chávez, con su ideario, con su ejemplo.
«Aunque se nos haya ido, está en nuestros corazones, y que a nadie le queden dudas de que vamos a profundizar la Revolución. Que vamos a salir adelante, duélale a quien le duela y pésele a quien le pese. Ya esta Revolución es indetenible, nadie la podrá parar, por lo que es mejor que no lo intenten».
Orlando José Pulido Bustamante está parado en el mismo frente del hospital y apenas se inmuta. Mira fijo hacia el edificio, como si quisiera traspasar las paredes. No habla ni solloza, está tan quieto, que una que otra muchacha se acerca y le enjuga las lágrimas.
Agradece. Responde mis preguntas, pero sin cambiar la vista. «No miro, más bien pienso las cosas de la vida. En Chávez... que ese llanero, con el coraje y el corazón de Bolívar, y el pensamiento de Miranda, fue quien nos trajo por fin la independencia. Que este hombre que ahora ya dejó de ser él para convertirse en nosotros, unió a los pueblos de Nuestra América; nos enseñó a luchar por nosotros mismos; nos abrió los ojos. Y ahora pues se nos marcha, como mismo lo hicieron Bolívar y todos nuestros libertadores.
«Sí, Chávez vive, la lucha sigue», corea junto al resto de quienes le rodean. «Ahora más que nunca todos somos Chávez», tararea. «Chávez no se ha ido, Chávez está conmigo», dice también. Las consignas van y vienen; él las grita o las susurra, pero sin cambiar la vista. Él ve algo más. Lo mismo que estamos viendo todos: el nacimiento del ícono libertario del siglo XXI, porque ya Chávez es eso.