Sociólogo y diplomático, Germán Sánchez (1945) ha publicado La revolución cubana y sus antecedentes (1972), Las relaciones de Estados Unidos y Cuba durante la administración Carter (1979), entre otros títulos. Más recientemente presentó los volúmenes Che sin enigmas (2007), Transparencia de Enmanuel (2008) y el libro de ficción El año de todos los sueños (2011). Autor: José M. Correa Publicado: 21/09/2017 | 05:25 pm
CARACAS.— Para las fuerzas revolucionarias y progresistas de Venezuela y el mundo, los comicios presidenciales del domingo serán otro paso histórico para dirimir su vida y futuro entre dos modelos: el viejo capitalismo que muere y el nuevo socialismo.
Para Estados Unidos será lo mismo con lo mismo: humillar el ejemplo y tratar de reconquistar un recurso estratégico en su principal área de influencia (América Latina y el Caribe): el petróleo venezolano y el resto de su vasta riqueza mineral y natural.
Licenciado en Sociología, Germán Sánchez Otero tiene una larga obra ensayística y literaria. Su experiencia académica e investigativa y su desempeño como embajador de Cuba en Venezuela entre 1994 y 2009 lo convierten en una de las fuentes más autorizadas para conocer, desde la perspectiva de un observador extranjero, la más reciente historia venezolana.
Es un testigo excepcional del nacimiento, desarrollo y consolidación de la Revolución Bolivariana. Como representante de Cuba ante Caracas, también fue partícipe de importantes acontecimientos que marcaron época en la política continental.
Algunos los ha relatado en varios libros. Son testimonios que ha sabido recoger y contar a caballo entre la literatura y el análisis político. Cabalgata difícil. Una y otro a veces parecen irreconciliables, pero ha sabido dominarlos.
Durante estos días, Germán ha presentado aquí su más reciente título, La nube negra, un texto donde recoge, desde las más diversas aristas, el boicot perpetrado por la oligarquía petrolera contra todo el sistema económico y productivo del país entre el 2 de diciembre de 2002 y el 3 de febrero de 2003.
Fueron 63 días que conmocionaron a Venezuela, pero de los que la Revolución Bolivariana salió más fuerte. Tras cien años de producción petrolera, el pueblo pudo por fin nacionalizar verdaderamente el recurso básico que ha sustentado la vida del país y configurado toda la cultura e idiosincrasia nacional.
—Detrás de casi todo lo (malo) que ha acontecido durante estos casi 14 años de Revolución Bolivariana, está la mano peluda de los grupos de poder de EE.UU. Washington se metió hasta el cuello en el golpe castrense de abril de 2002 y en el sabotaje petrolero ocho meses después. ¿Es historia nueva?
—En vísperas del sabotaje, entre un millón y medio y dos millones de barriles diarios de hidrocarburos se enviaban a EE.UU. El petróleo siempre ha sido objeto de su codicia. Es un recurso clave para su seguridad nacional. En el pasado (Washington) propició y apoyó golpes de Estado contra Gobiernos venezolanos que adoptaron posiciones nacionalistas en defensa de los intereses del país frente a la voracidad de las transnacionales petroleras.
«Las asonadas de abril y diciembre de 2002 contra el Gobierno Bolivariano también se conciben por EE.UU. dentro del objetivo de controlar ese recurso. Son, en esencia, golpes petroleros, sin desmedro de otros objetivos geopolíticos fundamentales, en especial, anular el aporte creciente a las fuerzas progresistas de la región, y restar una poderosa base de sustentación a los procesos de integración en Nuestra América».
—No estoy al tanto de algún hecho en el subcontinente, donde el empresariado privado asumiera una actitud tan abierta, desafiante y violenta contra su Gobierno. ¿Por qué aquí sí?
—La sublevación de diciembre de 2002 tiene una peculiaridad inédita en el mundo: el empleo del poder de la principal empresa estatal de un país —en este caso la petrolera— contra su Gobierno, en función de garantizar el éxito de un golpe de Estado. EE.UU. tenía razones suficientes para considerar a Pdvsa una empresa de su dominio, y la llamada «meritocracia» petrolera venezolana lo asumía; ellos consideraban que Pdvsa era una empresa del primer mundo en una nación del tercero.
—¿Cuándo se hizo evidente que Chávez iría en contra de los privilegios petroleros que EE.UU. le impuso a Venezuela?
—Desde que asumió el poder, Chávez empezó a perfilar una política energética soberana. En poco tiempo lideró la OPEP, respetando la cuota venezolana y propiciando una política de precios concertada; visitó todos los países miembros y logró que se realizara en Caracas la segunda cumbre de esa entidad, todo lo cual estimuló el alza de los precios a más del doble.
«Ya a EE.UU. no se le iba a regalar el petróleo, como ocurrió durante los cien años anteriores».
—¿Cómo fue posible derrotar un proyecto tan siniestro y de tamaña envergadura?
—«Con hambre y sin empleo, con Chávez me resteo», decía un lema del pueblo, abrumado entonces por la crisis y a la vez consciente de que la única solución estaba en la defensa de la utopía bolivariana que Chávez les inculcaba. Un plan de esa magnitud pudo ser derrotado porque en Venezuela había comenzado una revolución que tenía un líder excepcional. La masa comprendió que no podía perder esa nueva oportunidad histórica.
«Chávez desplegó en aquellas jornadas, más que nunca antes, sus virtudes como conductor político y jefe militar. Si durante el golpe castrense de abril de 2002 lograron sorprenderlo y aislarlo 72 horas, esta vez él pudo comandar minuto a minuto y rozar con su piel los numerosos escenarios de batalla, diseñar la estrategia acertada y dirigir las operaciones tácticas en todas sus dimensiones: políticas, conspirativas, mediáticas, militares, internacionales…».
—Este año, usted ha publicado un par de libros sobre lo que considero son los dos momentos más críticos vividos hasta ahora por la Revolución Bolivariana, debido al grado de violencia y odio desatado por la reacción. Ambos volúmenes constituyen, tanto por su concepción como por su estilo, parte de lo que se ha denominado como «periodismo de urgencia»…
—Primero Abril sin censura. Golpe de Estado en Venezuela y ahora La nube negra. Golpe petrolero en Venezuela están motivados por mi compromiso con el pueblo bolivariano. El sabotaje a la industria de los hidrocarburos representa uno de los procesos políticos más complejos vividos por cualquier revolución en el mundo, de enseñanzas perdurables y diversas.
«Nuestro modesto propósito fue contribuir a mantener viva la memoria histórica; sin pasiones oscuras ni para promover rencores. Pero sí resulta imprescindible la lucidez y la visión crítica para identificar experiencias y deducir lecciones de la historia. Detener el boicot petrolero fue la segunda victoria estratégica de la Revolución en apenas ocho meses».
—Tras las victorias de 2002, el chavismo forzó a la oposición al juego electoral. Ese escenario marca hoy la contradicción revolución/contrarrevolución, socialismo/capitalismo. ¿Serán las elecciones presidenciales de este domingo la tercera gran batalla estratégica del bolivarianismo?
—Desde que triunfó Chávez hasta hoy, los dirigentes de la derecha esconden sus intenciones restauradoras del viejo orden. Usan maquillajes retóricos, democráticos, humanistas, de defensa del pueblo humilde. Pero tales cosméticos pronto se les corren con el fragor de la contienda. El plan subversivo de diciembre de 2002 tuvo iguales objetivos al de abril de ese año.
«Entonces y ahora vemos las mismas caras. Desde dirigentes políticos como Antonio Ledezma y Julio Borges, hasta connotados alcaldes golpistas, como Leopoldo López, y el actual candidato de la derecha: Henrique Capriles Radonski».
—En vísperas de la decisión que habrá de tomar el pueblo venezolano este 7 de octubre, ¿qué lecciones dejaron aquellos «episodios»?
—Una, aplicar la máxima de Séneca: «No llega antes el que va más rápido sino el que sabe a dónde va». Otra, confiar en la voluntad de lucha y en la sagacidad del pueblo, y estimular sus valores patrios y la ética bolivariana. Tres: es imprescindible que exista una dirección política única que dirija la batalla, dé el ejemplo y aprenda del pueblo.
«Que la clave del triunfo es la unidad y la organización de todos los sectores posibles de sumar a la Revolución, incluidos los militares. También, que el papel del líder es primordial y los revolucionarios tienen el deber de contribuir a la eficacia de ese liderazgo, que pasa por conocer y cumplir cabalmente sus ideas y orientaciones.
«Por último: ganarle la pelea a la contrarrevolución oponiendo la verdad y la razón a las falacias y la manipulación. Y no olvidar jamás que el principal logro de la victoria sobre el sabotaje petrolero fue conquistar, como dice Chávez, “la estratégica colina de Pdvsa”, el más poderoso y eficiente motor de la economía y los programas sociales de la Revolución».
—¿Cuál sería la mayor lección que debería extraer de aquellos acontecimientos la ultraderecha local e internacional?
—El golpe militar y el complot petrolero de diciembre para derrotar la Revolución, terminaron fortaleciéndola. Contribuyeron a crear las condiciones para el acelerado avance estratégico del proceso. Esa es una de las principales lecciones del golpe petrolero. Y si los promotores de aquella nube negra intentaran otra aventura similar, no es difícil prever que el desenlace sería peor para ellos.