Juventud Rebelde dialoga con el historiador Sergio Briceño, director de la Casa Nuestra América José Martí, en Venezuela, al que unen con Cuba viejos e indisolubles lazos
Pareciera que Martí y Bolívar definitivamente han encontrado vecindad contemporánea en Caracas.A medio camino entre el Panteón Nacional, donde reposan los restos del Libertador, y la estatua ecuestre adonde llegó el prócer cubano en 1881 «sin quitarse el polvo del camino», está la Casa Nuestra América José Martí.
En el Boulevar Panteón, entre Veroes y Jesuitas, parroquia Altagracia, en el mismo corazón de la capital venezolana, puede encontrarse la casona que una vez albergó al Colegio Santa María, donde Martí impartió Literatura y Gramática francesa. Allí también, pero mucho antes, cuando fue Escuela de las Primeras Letras, dio clases Simón Rodríguez, maestro de Bolívar, cuyo pensamiento pedagógico e ideales de libertad guardan una estrecha relación con los del insigne cubano.
Es una mañana fresca y de sol tibio, llena del bullicio propio de esta contrastante zona caraqueña, que concentra imponentes torres ministeriales y bancarias y cobija bajo sus frondosos árboles a miles de vendedores ambulantes.
El historiador Sergio Briceño García es el director de esta institución. Anda vestido de chaqueta y gorra verde olivo como si estuviera aún en combate. Hombre de profundas raíces bolivarianas y martianas, tiene viejos e indisolubles lazos con Cuba.
«Mi primer contacto con Cuba y Martí fue mediante la lucha revolucionaria en la Sierra Maestra. Provengo de una familia que históricamente ha sido comunista. Mis padres fueron fundadores del Partido Comunista. Mi madre, Margot García Maldonado de Briceño, presidió un comité de defensa de la Revolución Cubana junto a los hermanos Aquiles y Aníbal Nazoa, destacados intelectuales».
Por aquellos días de 1958, el adolescente alumno de liceo escuchó una charla sobre el ideario martiano que impartió Aquiles a un grupo de compañeras y compañeros nucleados en torno al movimiento que lideraba su mamá.
«Fue en la sala de mi casa y estaba repleta. De Martí se hablaba muy poco en las escuelas venezolanas y mucho menos de la comunidad de ideas con Bolívar —apunta Briceño—. Por eso conocer al héroe cubano de la mano de una figura como Nazoa fue uno de los descubrimientos intelectuales y políticos más importantes de mi vida, como el tiempo me lo demostró».
En esa época realizó su primera acción solidaria con la Revolución Cubana. Fue una tarea de la juventud comunista, como activista de la campaña popular de recolección Un bolívar por Cuba. «Fueron momentos de mucha efervescencia, pues también la Junta Patriótica de Larrazábal, formada tras el derrocamiento de la dictadura de Marcos Pérez Jiménez, brindó apoyo al Ejército Rebelde, incluso mandando armas».
Recuerda que Venezuela fue refugio de muchos cubanos perseguidos por la dictadura de Batista. «Todos ellos encontraron siempre abrigo y apoyo. Aquí también se oía Radio Rebelde y estábamos al tanto de lo que estaba pasando allá. De manera que siempre hubo un interés, un respaldo, me atrevería a decir que casi unánime, de los venezolanos por esa lucha que se libraba en la Isla».
Al rememorar lo sucedido el 1ro. de enero de 1959 comenta: «La explosión de júbilo fue extraordinaria. Eso explica el porqué del gran recibimiento que le dimos al Comandante cuando vino por primera vez a Venezuela como líder de la Revolución triunfante. Esa fue su primera salida al exterior y a pocos días de la victoria».
Para Briceño, la bienvenida a Fidel en Caracas solo guarda relación con el fervor popular que profesó el pueblo venezolano a Chávez cuando comenzó su labor como candidato a la presidencia.
«Fue impresionante ver cómo todo el trayecto, desde el aeropuerto de Maiquetía a Caracas, estaba tomado por las multitudes. Recuerdo también esa presencia multitudinaria en el acto de la Plaza del Silencio, que pocas veces ha estado tan abarrotada de público como en esa oportunidad. Fidel miró de repente hacia El Ávila y señaló: «¡Ustedes tienen buenas montañas!», como diciendo que ahí también podía haber una Sierra Maestra para la Revolución venezolana, si fuera necesaria».
Otro tanto ocurrió con el discurso en el Aula Magna de la Universidad Central de Venezuela. «Fidel cautivó con su oratoria a los allí reunidos, fundamentalmente estudiantes. Había una atención extraordinaria a cada palabra dicha por él; nos sumergimos en aquel torrente de nuevas ideas que nos proponía; sentíamos una felicidad enorme al tiempo que contraíamos un gran compromiso con el futuro».
En esta vuelta a los recuerdos de joven liceísta, a Sergio le sobreviene un nombre.
«Andrés Cuevas Casas, que yo recuerde, era dirigente del Movimiento 26 de Julio aquí. Él fue un cubano nacionalizado venezolano y de los primeros que asesinó la policía de Rómulo Betancourt. A él le allanaron la casa, y según dijo la prensa de entonces, le dispararon cuando intentaba abrir el pasador de la puerta; la policía creyó oír que estaba montando una ametralladora, y entonces le dispararon. Cayó muerto de inmediato. Lo hicieron delante de la esposa e hijos. Luego lo arrastraron por el piso y la escalera hasta la calle».
Los años 60 marcaron una etapa muy significativa para Sergio. «Pasé a una organización que salió del Partido Comunista, pues la línea de lucha política que adoptó el PCV fue dentro de la legalidad que ofrecía la IV República.
«Nuestro grupo optó por la vía de la lucha guerrillera. Ese movimiento se conoció como Fuerzas Armadas de Liberación Nacional. La guerrilla fracasó en su empeño por factores internos y externos, pero nuestro apoyo a la Revolución Cubana se mantuvo inalterable.
«La contribución fundamental de Cuba al movimiento guerrillero en Venezuela fue la inspiración. Aquí no hubiera habido un movimiento guerrillero sin la gesta del Ejército Rebelde en Cuba. Todos salimos a luchar inspirados en el ejemplo de la Revolución Cubana.
«Con nosotros pelearon cubanos en las montañas de Falcón y fueron grandes compañeros; su comportamiento fue extraordinario. Unos cayeron combatiendo y otros regresaron a Cuba; también los hubo que cayeron presos y cumplieron largas condenas. Por todos ellos siento un profundo reconocimiento y un gran respeto, como lo he sentido siempre por Fidel y la Revolución Cubana».
Sergio Briceño conoció el lado oscuro de la democracia de la IV República. Fueron tiempos de intensa persecución y de vida clandestina. Toma aire, pone las manos entrelazadas tras la nuca, se estira sobre la silla como quien va a tomar impulso y se sumerge entre tantos recuerdos, para finalmente ir a la síntesis.
«Durante los años de represión del gobierno de Rómulo Betancourt y de otros gobiernos, ser defensor de la Revolución Cubana te convertía en subversivo. Betancourt, quien era un falso demócrata y un furibundo anticomunista, se trajo para los aparatos de seguridad e inteligencia a toda la escoria de la dictadura de Batista, entre ellos a Posada Carriles, quien fue jefe de operaciones de la policía secreta. Ese bandido perseguía a los revolucionarios venezolanos con la misma saña con que lo hacían los verdugos batistianos en Cuba. Aquí fue donde por primera vez se instauró la «desaparición» como forma de represión y crimen; también aparecían los compañeros muertos con signos de tortura y hubo masacres y linchamientos, y todo eso detrás de la cortina de democracia de los gobiernos de la IV República».
Al hablar del líder venezolano Hugo Chávez, Sergio Briceño lo hace desde la emoción y habla casi en un susurro. «Lo primerito: con Chávez se han concretado los anhelos de mi madre y padre, quienes lucharon porque en Venezuela hubiera una Revolución así, con el mismo espíritu de la cubana».
El 30 de octubre de 2000, los presidentes de Cuba y Venezuela firmaron un acuerdo cultural mediante el cual se creó la Casa de Nuestra América José Martí «para contribuir a la integración de América Latina y el Caribe». Su director no oculta el entusiasmo para hablar de cuanto se ha hecho.
«Trabajando en el Comité Nacional de Amistad y Solidaridad me propusieron para dirigir la Casa de Nuestra América José Martí. Mi sorpresa y alegría fueron grandes. Desde aquí hemos hecho nuestro modesto esfuerzo por llevar adelante la solidaridad con la Revolución Cubana mediante Martí y Bolívar. Como dijera Armando Hart en una visita aquí, esta casa es el alma del ALBA».
El historiador Sergio Briceño es un firme convencido de que la Revolución venezolana es bolivariana y martiana.
«Es un proceso transformador, con características propias, que tiene sus fuentes ideológicas en Bolívar, Simón Rodríguez —filósofo, pedagogo y maestro del Libertador— y Ezequiel Zamora, el Emiliano Zapata venezolano, pero no es menos cierto que el pensamiento de estos hombres tiene vasos comunicantes con el ideario martiano.
«Los martiano-venezolanos reconocemos en el chavismo las ideas revolucionarias de Martí cuando se propone un proyecto revolucionario original, auténtico y creador, en la concepción de un partido amplio y disciplinado para la lucha revolucionaria que entronca en la idea de llevar a cabo la guerra necesaria.
«La Revolución venezolana toma de Bolívar la idea de la integración de Latinoamérica, pero no es menos cierto que quien esboza con más claridad y certeza esa visión bolivariana es Martí, como lo hizo en Nuestra América. Ahí está la Alternativa Bolivariana para las Américas (ALBA) como una acción latinoamericanista y caribeña de inclusión, integradora y solidaria.
«En Venezuela se están dando pasos, en la práctica, para la creación de un nuevo modelo socialista dentro de un proceso revolucionario que constantemente se reafirma. Los martianos podemos verificar que en la Revolución venezolana son reconocibles muchas ideas martianas, hasta el punto de que podría sostenerse que su líder máximo es bolivariano y martiano, como lo es también el proceso emancipador que él encabeza.
Briceño opina que sobre este tema se puede estar hablando mucho y «saltarán las coincidencias, las cosas que nos unen y nos sustentan. Ahí está la síntesis de esa solidaridad extraordinaria entre Venezuela y Cuba».
Y para sustentar aún más su punto de vista, recurre a la conexión entre los próceres y líderes de ambas naciones. «Fíjate que el mejor defensor de las ideas de Bolívar es José Martí, como lo es ahora Chávez de las de Fidel; pero al mismo tiempo, Chávez y Fidel son depositarios y renovadores contemporáneos de las ideas de Bolívar y Martí».
Sergio Briceño ve esta relación de pasado y presente como un asidero primordial en lo que Martí, con la belleza de su prosa y la esencialidad de su pensamiento político, definió al decir que trinchera de ideas valen más que trincheras de piedra.
«Hay gente de mente estrecha, con visión de aldeano vanidoso, que le dicen a uno “¿Por qué no te pones a estudiar a Bolívar y no a Martí?”, como si fueran dos seres e ideales distintos. Martí es quien revive a Bolívar aquí, en 1881, cuando llegó por primera vez a Caracas, a través de sus trabajos, de sus discursos. Por eso cuando uno estudia a Martí estudia a Bolívar y viceversa, porque aunque cuando son dos próceres separados cronológicamente, están unidos, como ahora lo están Chávez y Fidel. El que no comprenda eso, no comprende el origen de esta Revolución».
(Fragmentos de entrevista para un libro en preparación)