Foto: Der Spiegel Dicen que tiene la habilidad y la experiencia para que lo declaren «enviado» del Cuarteto (EE.UU., Rusia, la Unión Europea y la ONU) para Oriente Medio. Unas artes que no mostró cuando, al visitar al presidente palestino en ejercicio Mahmud Abbas en Ramala, en diciembre de 2004, se abstuvo de proceder con un gesto de respeto ante la tumba de Yasser Arafat, como si solo de piedras se tratara.
Si es esta la «disposición» que empleará para convencer a Israel de que debe retirarse de los territorios árabes ocupados, sentémonos cómodamente...
Hoy le presenta su renuncia a la reina Isabel II, y deja el puesto de primer ministro en manos de Gordon Brown, su titular de Finanzas, a quien fulminaría con la mirada si pudiera (el clásico hígado a la italiana sería una buena imagen para describir la antipatía mutua).
Atrás quedan sus diez años de gobierno, en los que dejó colgados de la brocha a quienes esperaban un programa «de izquierdas», que irónicamente no eliminó las extensas listas de espera de quienes aguardan tratamiento quirúrgico, ni las preocupaciones de padres que vieron cerrarse centenares de guarderías infantiles públicas, que tanto les aliviaban el deber de llevar el sustento a casa.
Y además, Iraq, la «marca de agua» por la que siempre será recordado, muy a su pesar. Él había prometido que, bajo su gobierno, ningún joven británico iría a morir a otros sitios, a pelear los pleitos que fraguan los poderosos.
Sin embargo, en su ensayo «Lo que he aprendido», publicado por la revista The Economist a principios de este mes, se ufanó de haber enviado tropas a Kosovo (1999), Afganistán (2001) e Iraq (2003), para quitar de en medio a «regímenes de horrorosa brutalidad».
Solo que Kosovo —con una inmensa base yanqui clavada en sus entrañas— está a punto de ser desgarrado ilegalmente de Serbia, mientras que en Afganistán el presidente Hamid Karzai acaba de exigir a las tropas de la OTAN y EE.UU. que no cometan más masacres de civiles, y en Iraq... ¿Acaso es necesario describir lo que ocurre en Iraq?
De modo que quien se marcha es un halcón en toda regla. Tiene que serlo realmente para que George el tejano lo considere su amigo. Si los mayores advierten «dime con quien andas y te diré quién eres», pues arreglados están palestinos, iraquíes, libaneses y otros a los que les toque en suerte recibir a semejante «enviado del... Cuarteto».
Allá va Tony. Sujétense fuerte.