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Francia vota, ¿algo cambia?

Los electores franceses acuden hoy a la primera vuelta de las elecciones presidenciales. No hay diferencias entre los candidatos

Autor:

Luis Luque Álvarez

Los rostros de los candidatos presidenciales se muestran afables desde sus carteles electorales. A este pintor que marcha hacia su trabajo, en un barrio de París, las sonrisas no le dicen mucho. Foto: AP Hubo ataques personales de sobra, y no faltaron las alusiones a las parejas sentimentales de los candidatos, a sus personajes favoritos, y otras frivolidades por el estilo. Sin embargo, no se trataba de un concurso de TV, sino de una campaña electoral para convencer al público acerca de quién podría ser mejor presidente de Francia.

Hoy se va a las urnas en el país europeo. Las encuestas se toman un respiro, luego de lanzar hacia arriba y hacia abajo a unos 12 candidatos, de los que, en puridad de verdad, solo se cuenta con cuatro: Nicolás Sarkozy, quien representa a la conservadora Unión por un Movimiento Popular (UMP), del presidente Jacques Chirac; la socialista Segolene Royal; el «centrista» de la Unión por la Democracia Francesa, François Bayrou; y el ultraderechista Jean Marie Le Pen, un impenitente neonazi que en 2002 asustó a los franceses al saltar la barrera de la primera vuelta. «Vote por el ladrón, no por el fascista», fue el lema que incitó a los electores a decidirse abrumadoramente por un segundo período de Chirac, antes que tener que soportar a un personaje para quien las cámaras de gas del Tercer Reich fueron «solo un detalle».

Este domingo, con ese fantasma al acecho, y con no menores problemas de los que quejarse, 44,5 millones de franceses están llamados a votar. Los dos políticos que acumulen las mayores cifras, se medirán en segunda vuelta el 6 de mayo. ¿La Royal y Sarkozy? Según un sondeo del viernes, van casi empatados delante (48 y 52 por ciento, respectivamente). ¿Bayrou? Semanas atrás sorprendió su ascenso, pero ha perdido fuerza. ¿Le Pen en segundas partes? La cordura debe avisar a quienes ya tropezaron con la piedra una vez.

Pido el parecer de dos conocedores de la política gala. Stéphane Gatignon, alcalde de Sevran y Consejero General de la prefectura de Seine Saint Denis, en París, no guarda grandes esperanzas para después de esta vuelta si fueran Royal y Sarkozy quienes quedaran para batirse: «Está claro que ninguno de los dos tiene la voluntad política de mejorar el modelo. Muchas de sus proposiciones van contra los logros sociales. Se proponen retrasar las jubilaciones, terminar con la reforma de las 35 horas de trabajo semanales, o adaptarla, y seguir privatizando empresas para obedecer dogmáticamente a las leyes del mercado.

Sus objetivos son proseguir con las reformas de los últimos años, o sea, aumentar la dosis de neoliberalismo.

—¿Cuáles son los principales problemas que enfrenta en la actualidad el ciudadano común?

—La ausencia de un proyecto y de respuestas serias, provoca gran inquietud. Hoy día, un desempleado o un jubilado tienen graves razones para preocuparse por el futuro de sus hijos y nietos.

«Por ejemplo, si analizamos el desempleo, debemos hacerlo tomando en cuenta que es el problema numero uno, y que concierne a todos los ciudadanos. Unos no tienen trabajo y enfrentan a diario trabas derivadas precisamente de ello. Luego hay que sumar a todos los que laboran en situación de precariedad muy avanzada, lo que les impide poder hacer planes de futuro con su familia.

«Finalmente, los asalariados que logran conseguir un contrato a plazo indefinido —que antes les garantizaba cierta seguridad del empleo—, temen con justa razón quedar cesantes de la noche al día.

«Esta situación es consecuencia directa de las políticas de las empresas —apoyadas por el Estado—, cuya preocupación principal es aumentar la productividad. La actitud del empresariado desestabiliza al conjunto del sistema francés y aleja la posibilidad de mantener los logros sociales. El modelo aparece como un freno hacia la supuesta modernidad, que significa alinearse con el neoliberalismo».

—¿Cómo valora usted la campaña presidencial?

—Preocupante, por varios aspectos. Nunca había sido tan clara la ruptura entre la clase política y la sociedad en su conjunto. Las preocupaciones diarias de los franceses se han considerado de modo caricaturesco.

«Además, los principales candidatos siguen cada vez más el patrón mediático-político de EE.UU. Significa que estamos ante la super-personificación de la campaña, reducida a los candidatos, a sus situaciones familiares, personales, sus entretenimientos y sus características físicas. Asistimos al análisis de sus pequeñas frases, repetidas por una prensa sin imaginación, inconsciente de su responsabilidad.

«Entretanto, de modo marginal, las pequeñas candidaturas de la izquierda se agitan frenéticamente y avanzan dispersas, desunidas. Esto no sería importante si se obviara que tales candidatos, más radicales, no tienen una visión renovada de la sociedad, y escucharlos produce un sentimiento de intemporalidad, que yo juzgo culpable. En lugar de proponer una nueva visión del mundo, se encierran en un show mediático, respetando reglas que les hacen modificar su discurso de manera casi cosmética».

MÁS NEOLIBERAL, MENOS NEOLIBERAL...

Patricio Arenas, encargado de Servicio Social en la alcaldía parisina de Sevran, responde a mi curiosidad sobre una lid entre el candidato de la UMP y su rival socialista.

«Los márgenes de incertidumbre son demasiado amplios como para pronunciarse con seguridad sobre un duelo final entre Royal y Sarkozy, por dos razones principales. La primera es que los jóvenes son sistemáticamente excluidos de los sondeos de opinión. Y la segunda, que más del 42 por ciento de los encuestados no saben todavía por quién van a votar».

—¿Sería Sarkozy tan neoliberal como se cree, y Segolene tan «social» como se anuncia?

—Tomando en cuenta que este «duelo» es posible, habrá que considerar la predisposición de Royal a usar la mano izquierda del Estado, como diría Pierre Bourdieu, y la de Sarkozy a usar la mano derecha.

«Algo sobre este último: en el seno de las candidaturas de la derecha tradicional había una contradicción clara. De una parte estaba la derecha defensora del “modelo francés” (gaullista), precursora, después de la guerra, del llamado “Estado providencial”. Esta línea tradicional era representada por Chirac, cuyo principal candidato era su primer ministro Dominique de Villepin, quien defendía esta tesis de continuidad en un eventual programa de gobierno.

«Nicolás Sarkozy representa la otra postura, la ruptura. Atlantista y pro-norteamericano, busca tener como principal aliado a EE.UU., implementar la liberalización del mercado y privatizar la economía. Para aplicar su programa, él tendrá que acabar con las formas de solidaridad colectiva que rigen el modelo republicano francés hasta hoy.

«Dentro de este contexto, subestimando las resistencias al neoliberalismo que aún persisten en el país, y sin ganar el Parlamento, él no podrá aplicar sus ideas, que de manera general, son las del conjunto de la UMP».

—¿Y en cuanto a Royal?

—Como se sabe, la socialdemocracia europea está en crisis, y también la francesa. Después de asumir parte del credo neoliberal, se desgastó en el poder. Su gestión significó un retroceso para las clases populares y una crisis en el inconsciente colectivo sobre lo que significa una política de izquierda.

«Royal, como los aspirantes de la derecha, no ha logrado transformar su candidatura en una alternativa real y creíble para solucionar los problemas concretos de la población. Son, en definitiva, los resultados de una socialdemocracia que creyó poder gestionar el neoliberalismo, acompañándolo de un “programa social”. Quiso responder objetivamente a una cohesión social, pero solo reforzó las privatizaciones y la precariedad de las clases populares, de los más pobres en particular».

—Entonces, no hay que esperar realmente cambios sustanciales después de las urnas...

—Lo más seguro es que los eventuales cambios únicamente consolidarán la fractura del modelo social francés y la ruptura acelerada del mal traído «Estado providencial».

«Las estrategias de la socialdemocracia por una parte, y las insuficiencias de las alternativas de izquierda por otra, inciden en que la campaña electoral no haya resaltado la verdadera preocupación por la defensa de los intereses de los asalariados fuera del marco neoliberal».

—¿Qué piensa de estos temas la gente en las calles?

—En general las personas están desorientadas, no saben por quién votar. Ninguna candidatura les ofrece alternativas serias para sus problemas cotidianos. Nadie aporta soluciones positivas, por ejemplo, en materia de desempleo, acceso a la salud, educación, jubilación. Y al no poder identificar las diferencias de fondo, pues crece el voto para François Bayrou, lo que parecía muy poco probable hace unos meses.

«Los franceses se sienten hoy entregados a su propia suerte, en un país cuyos lazos sociales colectivos están rotos, y en el que el culto a la iniciativa individual normalizó que se excluyera del sistema a una parte cada vez mayor de sus compatriotas.

«En ese contexto, la afirmación de una política francesa autónoma y progresista podría estar en retirada. Francia podría estar restándose de aquellos que luchan por el rescate de la humanidad. Le hace falta un proyecto de sociedad con perspectivas claras para el futuro».

—¿Es posible una sorpresa de Le Pen, al estilo de 2002?

—Lamentablemente sí. El candidato que ha salido más reforzado es él, y podría estar presente en la segunda vuelta. Esto lo ha logrado encubiertamente, sin aludir a su proyecto de una derecha dura en lo económico, selectiva, racista, de tintes neofascistas en cuanto a sus perspectivas sociales.

«Por otro lado, el temor de que una proporción considerable de franceses voten de nuevo por él, evita que los candidatos discutan a fondo sobre los problemas reales. Solo que, al eludir la confrontación y no contestar a las angustias palpables de la gente, se asiste a un círculo vicioso que provoca el reforzamiento de las posiciones y de las tesis xenófobas de Le Pen».

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