El griego Aristides Roubanis llegó a Buenos Aires unas horas antes de que tuviera que ejecutar su tarea. Era el portador de una llama encendida en Olimpia que acabaría coronando el pebetero del Estadio Racing Club, para dar comienzo a los 1ros. Juegos Panamericanos, en la noche del 25 de febrero de 1951.
En aquella noche de luna brillante, acaso el resplandor de nuestro satélite natural fue la bendición necesaria para una justa deportiva que, desde entonces y cada cuatro años, se ha celebrado de forma ininterrumpida a lo largo y ancho de nuestro continente.
Buenos Aires fue la semilla que puso en acción a competidores de 19 naciones, y allí el cubano Rafael Fortún alzó dos veces sus manos al imponerse las justas de 100 y 200 metros planos con mucha categoría. En total, Cuba obtuvó 28 medallas, con nueve títulos, entre estos el béisbol, actuación aclamada por la prensa local.
Los primeros Juegos dejaron también momentos memorables, como la victoria del maratonista local Delfo Cabrera, campeón olímpico tres años antes en Londres, quien enloqueció al Estadio Antonio Vespucio Liberti cuando hizo su entrada triunfal. Por cierto, en el medallero general dominaron los argentinos, con balance de 68 preseas de oro, 47 de plata y 39 de bronce, la única ocasión en que han ganado unos Juegos.
México sería la siguiente parada de los Panamericanos en 1955. Más de 100 000 espectadores se dieron cita en el Estadio Olímpico Universitario de la ciudad capital en el día de arrancada, y la cantidad de naciones asistentes ascendió a 22, con ocho deportes en el calendario. La nota destacada por Cuba estuvo en Bertha Díaz, ganadora de la prueba de velocidad en el hectómetro —por ese entonces solo se corrían 60 metros en la lid femenina—, y medallista de plata en los 80 metros con vallas.
Fue en estos segundos juegos donde por vez primera ganó el título en levantamiento de pesas el japonés nacionalizado estadounidense Tamio «Tommy» Kono, quien se impuso asimismo en Chicago 1959 y Sao Paulo 1963. Tommy, doble campeón olímpico (Helsinki 1952, Melbourne 1956), se tituló además como Mister Universo en 1954, 1955, 1957 y 1961.
Si hablamos de personalidades que trascendieron el deporte, no podemos dejar de mencionar al brasileño Ademar Ferreira da Silva, uno de los astros del triple salto, quien se coronó en las citas continentales de 1951, 1955 y 1959. De las pistas pasó al cine con Orfeo Negro, cinta que se alzó con la Palma de Oro del Festival Internacional de Cine de Cannes en 1959 y el Oscar a la Mejor película de habla no inglesa.