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Cuba y el doble reto centrocaribeño

La justa masiva centroamericana programada para Panamá en 2022, enfrenta ahora el desafío de un cambio de sede. Como consecuencia de la crisis provocada por la Covid-19, el país canalero abdicó el honor de albergar la lid 

Autor:

Enio Echezábal Acosta

Los Juegos Centroamericanos y del Caribe (JCC) son, luego de los Panamericanos, el evento multideportivo más importante de nuestro continente. Claro que lo de antes es una verdad como un templo, por lo cual toca matizarla hablando de la enorme importancia que tiene esa lid para Cuba.

Desde la edición de Panamá 1970 hasta Veracruz 2014 nuestra nación se erigió como líder absoluto del deporte en la región. La hegemonía de la Mayor de las Antillas en el medallero terminó hace casi tres años en Barranquilla, Colombia, cuando nuestra representación fue superada por México.

Lo sucedido en tierra cafetera activó unas cuantas alertas para con nuestro movimiento atlético, que deberá replantearse y mejorar en busca de recuperar la cima centrocaribeña. Sin embargo, ahora mismo el reto competitivo es solo uno de los que tocará enfrentar en el futuro cercano.

El tema está en que la venidera versión de esa justa masiva, número 24 en la historia, programada para Panamá en 2022, enfrenta ahora el desafío de un cambio de sede. Como consecuencia de la crisis provocada por la Covid-19, el país canalero abdicó el honor de albergar la lid múltiple regional más antigua del mundo.

Luego de que el Gobierno istmeño anunciara tal decisión, el máximo organismo deportivo de la zona: Centro Caribe Sports, tuvo que abrir una nueva convocatoria para albergar los juegos, algo mucho más complejo de lo que cualquier aficionado común pueda imaginar.

Ahora mismo, hay dos aspirantes a convertirse en la nuevos anfitriones de lo más valioso del músculo en nuestra zona geográfica. La boricua Mayagüez y la salvadoreña San Salvador, presentaron sus candidaturas «exprés».

Los directivos elegirán a la mejor de ambas ciudades en base a sus condiciones y garantías, cosa que sucederá cuando la situación sanitaria lo permita. Sea cual sea la seleccionada, ello implicará un reto alternativo para la Isla.

El asunto viene porque estas urbes ya organizaron unos JCC anteriormente, y en ambos casos las autoridades cubanas desistieron de participar a causa de la poca seguridad que se les ofrecía a sus deportistas. Así fue que tanto en San Salvador 2002 como en Mayagüez 2010 la bandera de la Estrella Solitaria no ondeó en la villa ni sonó el himno de Bayamo.

Por supuesto que en esta oportunidad la historia no tiene por qué repetirse y eso es algo que agradecería mucho el movimiento deportivo nacional, pues verse obligados a pasarse con fichas en una parte fundamental del ciclo olímpico es algo que nadie desearía.

Si bien es cierto que la meta inmediata está en la cita estival de Tokio, también sería sabio estudiar todas las posibilidades de cara a que el escenario no esté como nos gustaría en 2022. Si fuera así, habrá que estar listos para saltar como sea el obstáculo y recomponernos hacia el futuro que se presenta en París 2024.

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