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Apuntes de una clausura

La temporada 2019-2020 quedará para la historia como aquella que solo completó ocho de 18 fechas y no tuvo un campeón que declarar

Autor:

Enio Echezábal Acosta

La segunda etapa de la 105ta. Liga Nacional de Fútbol no será. Lo supimos hace poco, cuando los directivos del balompié cubano dieron a conocer que el Torneo Clausura, de donde saldría el campeón absoluto de Cuba, fue cesado definitivamente, como consecuencia de la crisis sanitaria provocado por la COVID-19.

La temporada 2019-2020 quedará entonces para la historia como aquella que solo completó ocho de 18 fechas y no tuvo un campeón que declarar.

Según la nota oficial de la Comisión y la Asociación Cubana de Fútbol, la medida se tomó con el objetivo de preservar la salud de las personas y ayudar al país en materia económica de cara a la crisis que actualmente vivimos como resultado de la batalla contra la actual pandemia.

Luego de esto, quedó claro que, además de la suspensión, todas las estadísticas y posibles repercusiones competitivas que tendría el Clausura quedaron descartadas. Es así que no habrá título individual de goleo ni Super Copa nacional, en este caso ante la ausencia de un segundo monarca que enfrente a Pinar del Río, rey del Apertura.

Para los defensores del fútbol nacional este ha sido un golpe extremadamente duro. Durante un tiempo muchos mantuvieron la esperanza de una posible reanudación, tal y como sucedió en los torneos locales de España, Inglaterra y Alemania. Sin embargo, la realidad más adversa primó, y en vez de «revivir», al campeonato de Cuba le tocó la misma suerte que las lides de Francia o Argentina, ambas canceladas recientemente.

Ahora bien, y si por un lado este redactor expresa sin ninguna duda su entendimiento hacia las medidas que tomaron los principales responsables de este deporte, sigue quedando la sensación de que podía haberse hecho algo más, que alguna alternativa se podía haber hallado.

Tal vez es mucho pedir, pero es la opinión generalizada de muchos otros colegas el hecho de que el campeonato podía haber concluido a finales de año con una suerte de torneo relámpago que involucrara a los punteros de la tabla. Algo similar harán en Europa con la Liga de Campeones, y aunque las distancias son enormes, una eliminatoria a partido único entre los ocho mejores no suena tan descabellado.

Dicho esto, y sin otra opción que asumir la inevitable realidad, debemos mirar este suceso no solamente como algo que de momento ha dejado inconformes a todos los apasionados de la Isla, sino como un presagio nada halagüeño de cara al futuro a corto y mediano plazo del balompié.

De sobra conocemos que el fútbol no es uno de los deportes que mejor anda en la Mayor de las Antillas. Los últimos años hemos sufrido a la vez pésimos resultados y malas decisiones que han llevado a esta disciplina a existir ahora mismo en una suerte de estado de coma autoinducido.

Las eliminatorias mundialistas están ahí, mucho más cerca de lo que imaginamos, y para ellos nuestros representantes necesitarían toda la preparación posible que les permita enfrentar la fase inicial con al menos un mínimo de rodaje competitivo. De otra forma, corremos el riesgo de volver a hacer el ridículo.

Además de los compromisos internacionales, está el tema del espectáculo en casa. En ese sentido, se avanza el trabajo en las canchas Antonio Maceo (Santiago de Cuba) y La Polar (La Habana), dos estadios que garantizarían no solo la realización de choques amistosos de mayor calidad, sino la posibilidad de jugar de noche, algo que la afición agradecería enormemente.

Habrá que pensar bien la próxima edición de la máxima categoría cubana, pues se anticipa como un torneo más bien corto que rompería la dinámica iniciada por el formato Apertura-Clausura. Sea como sea, su organización y calidad debería ser asumida como un reto notable, pues nada haríamos promoviendo un evento que vuelva a dejar insatisfechos a todos.

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