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Dopaje ruso o la muerte del mosquito a cañonazos

El fin de año para el deporte ruso no se anticipa muy feliz, pues diciembre ha comenzado con un nuevo episodio de sanciones por parte de la Agencia Mundial Antidopaje

Autor:

Enio Echezábal Acosta

El fin de año para el deporte ruso no se anticipa muy feliz, pues diciembre ha comenzado con un nuevo episodio de sanciones por parte de la Agencia Mundial Antidopaje (AMA) a esa nación euroasiática.

La noticia más escalofriante es que ningún atleta de ese país podrá competir con su bandera e himno en evento internacional alguno, lo cual incluye al equipo de fútbol que podrá participar en la Eurocopa del próximo año, pero no así en las eliminatorias rumbo a la Copa Mundial de Catar 2022.

Lo peor de todo es que, si hasta ahora muchos deportistas rusos habían participado en Juegos Olímpicos o campeonatos del orbe como «neutrales», a partir de este momento esa opción quedará prohibida para quienes sean vistos como «sospechosos», un calificativo que bien pudiera tergiversarse.

Todo lo anterior pudiera ser entendible si Rusia no hubiera recibido ya un castigo severo por permitir el dopaje de un grupo notable de sus atletas. Pero nada más lejano de la verdad.

La historia viene de 2010, cuando un funcionario de la Agencia Rusa Antidopaje (Rusada, por sus siglas en inglés) reveló información a la AMA, gracias a la cual esa organización se enteró del uso sistemático de sustancias prohibidas por parte del sistema deportivo ruso.

La primera en caer fue la Federación de Atletismo, sancionada en 2013 a una década sin participar en torneos de toda índole. 

Pero si lo de antes sonó a reprimenda de grandes proporciones, luego vendría la descalificación de la Rusada como institución de referencia, y en 2016 sucedió que Rusia estuvo a punto de no asistir a las olimpiadas de Río de Janeiro, aunque al final 278 representantes fueron autorizados a defender sus colores, mientras más de cien eran vetados.

Para que quede claro: sí hubo dopaje en Rusia, y sí fue penado en su momento. Precisamente por eso es que las últimas medidas de la AMA —muy bien recibidas por el COI— suenan como un castigo injusto y a destiempo, con visos de politización del tema, del tipo que pretende meter a justos y pecadores en la misma bolsa, sin dejar espacio alguno a la reflexión certera.

Entiéndase entonces que no pretendemos defender a aquellos tramposos que manchan el espíritu del juego limpio, pero sí alzar la voz para defender a esos atletas y directivos que, sin haber cometido infracción alguna, tendrán que vivir con el mismo estigma de los inescrupulosos.

Para combatir el cáncer no se ataca al organismo entero, sino al lugar exacto en donde se ha detectado la acción de esa terrible enfermedad. Algo similar deberían hacer los responsables del deporte internacional, y así se evitaría el efecto «bomba de hidrógeno» que tendrá esta nueva ola de sanciones sobre el deporte ruso.

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