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Piti, la voz que no se apaga

Durante su trayectoria obtuvo numerosas distinciones, entre ellas, las medallas Raúl Gómez y Félix Elmuza, así como el Sello 90 Aniversario de la Radio

Autor:

Norland Rosendo

De Ramón Piti Rivera solo escuché elogios. Mucho antes de conocerlo personalmente, era amigo de su voz, de su ética. Yo seguía los deportes por Radio Rebelde, y Piti era de los imprescindibles. Siempre estaba ahí. Bastaba oírlo para saber que era la ética en carne y hueso; tan elegante y sobrio; preciso, sin un adjetivo de más, ni un verbo de menos.

Después, cuando ya éramos colegas, Piti siguió siendo el mismo. Sin altanerías, maestro. Él era un planeta en el periodismo deportivo, y yo empezaba a emerger como una minúscula isla en este oficio. Compartimos una cobertura en el extranjero y varias nacionales, incluido un Clásico ciclístico, que en su voz no se distanciaba tanto de la Vuelta que no era, y en cualquier escenario Piti era tan grande en lo humano como en lo profesional; en ambas dimensiones usaba una talla XXXXXL, que a mí se me antoja aún pequeña para él.

Mereció varios premios y condecoraciones, que un hombre tan humilde acomodaba con deleite en un grano de maíz; el premio que más disfrutaba Piti era el agradecimiento de la gente que seguía el deporte por su voz.

Piti era tan de radio, tan de deportes, que se fue a vivir a las eternidades del éter el mismo 13 de febrero, Día Mundial de la Radio, que Cuba lo dedica este año a las trasmisiones deportivas.

No lo vamos a extrañar, porque su voz es una medalla de oro que Cuba tiene en el altar del periodismo deportivo. Una voz que seguirá narrando, limpia, ética; la voz de Piti Rivera.

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