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Cuba perdió porque todavía nuestro béisbol no está a la altura de las ligas caribeñas. Nos quedamos detrás por muchísimas razones: económicas, de éxodo de talentos, por falta de profundidad en los análisis, porque seguimos cocinándonos en nuestra propia salsa cuando en el mundo hay otros aliños, otras formas de interpretar y desarrollar este deporte

Autor:

Norland Rosendo

GUADALAJARA.—Dejé que se me calmaran los ánimos; me saqué la frustración, la impotencia; leí mucho de lo que escribieron mis colegas, y los de otros lares. Expertos algunos y sabiondos muchos, porque hay de todo. Apagué la computadora y unas horas después me senté a teclear.

Carlos Martí no es el villano de esta película. Lo digo categóricamente. Es cierto que no es un mentor como los del resto de los equipos; incluso, en las conferencias de prensa las lecturas de los juegos son diferentes. Unos van más al detalle, a la secuencia de pitcheos, a enfoques, a ajustes tácticos; y él, aunque le sabe un mundo a este deporte, al cual le ha dedicado más de cuatro décadas, no refleja la misma hondura en el análisis.

Pero él, el caballero Carlos, no es responsable de esta derrota. Una más, ya no sé por cuánto va la cuenta. Los directores de la calle, cuando el partido terminó, solo entonces, dijeron que debía haber cambiado a Frank Camilo Morejón en el quinto por un emergente.

¿En qué liga seria sustituyen al receptor a mitad de juego, y más estando arriba su equipo en el marcador? En ninguna. ¿Por qué entonces pedirle a Carlos que lo hiciera? Como todos los mentores, él toma decisiones buenas que salen mal, y otras malas que salen bien.

Cuba perdió porque todavía nuestro béisbol no está a la altura de las ligas caribeñas. Nos quedamos detrás por muchísimas razones: económicas, de éxodo de talentos, por falta de profundidad en los análisis, porque seguimos cocinándonos en nuestra propia salsa cuando en el mundo hay otros aliños, otras formas de interpretar y desarrollar este deporte.

Hay que empezar, y no me canso de decirlo, por la base, que cada niño tenga su guante, que los implementos sean menos costosos para que los padres puedan adquirirlos sin erogar cuantiosas sumas de dinero, muchas veces fuera del alcance de familias humildes cuyos hijos tienen talento, pero no recursos.

Haber transmitido la Serie Mundial de la pasada temporada de la MLB tuvo un impacto muy positivo, porque la afición y los atletas pudieron dialogar con un mejor béisbol, que ha evolucionado en tecnología, metodologías de entrenamiento, las cuales necesitamos también. Pedir ayuda es de sabios.

Con el talento que hay en nuestro país se puede construir una selección nacional competitiva, pero eso no es asunto de una semana, ni de un año. Hay que partir de la autorreflexión, de comprender que no estamos bien porque los estadios se abarroten en la postemporada. Ahí están parte de las causas del revés en la semifinal de la Serie del Caribe.

No en Carlos Martí, ni siquiera en los pitcheos de Miguel Lahera, que en Cuba hubiesen sido strike, pero aquí no. Ni en Raidel Martínez, que tan joven y con poca experiencia internacional, se batió con profesionales, no los mejores, pero sí poseedores de un pensamiento táctico superior, con dominio de los fundamentos.

La pelota cubana tiene su escuela, y no debemos desdeñarla. Es el único equipo en este certamen con peloteros ciento por ciento de su país, pero las clases no pueden ser las mismas de hace décadas. El beisbol mundial ha cambiado y el nuestro también debe evolucionar.

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