Erisbel Arruebarruena (centro), lució bien en el primer partido de Cuba en este Clásico Mundial. Autor: Ricardo López Hevia Publicado: 21/09/2017 | 05:31 pm
Fukuoka.- Víctor Mesa está contento. Lo repitió varias veces durante la conferencia de prensa posterior al triunfo por 5-2 sobre Brasil, el primero de sus dirigidos en el presente Clásico Mundial de béisbol. Y sin dudas, la llave maestra para abrir las puertas hacia el segundo tramo del torneo.
De los sudamericanos se venía hablando maravillas desde que apearon a Panamá de la cita, y su cotización se disparó durante el debut, cuando le sacaron los colores a los favoritos japoneses delante de su público.
Pero el alto mando cubano tomo las providencias necesarias para evitar la sorpresa. Mantuvo la propuesta anunciada con Ismel Jiménez sobre el montículo, y el espirituano se las arregló para cumplir su objetivo: caminar sin mayores contratiempos hasta el quinto capítulo. Apenas le faltaba un out cuando superó el límite de lanzamientos permitidos para esta fase.
Mientras, sus compañeros esperaban el momento justo para el zarpazo. No iba a ser tan fácil ante André Rienzo, la mejor carta de los sudamericanos, al que solo el control pudo ponerlo en apuros durante los primero compases del duelo.
A falta de conexiones importantes, Víctor acudió a su catálogo de jugadas “chiquitas”, que funcionó a pesar de los desastrosos intentos de toque del enmascarado Eriel Sánchez. En contraste, de excelencia fue la jugada de bateo y corrido con Arruebarruena en el cajón, providencial la salida de este hacia segunda que evitó el double play con el roletazo al cuadro de Heredia, y oportunísimo el indiscutible de Bell frente al relevista Ernesto Noris.
Así, con apenas dos hits el equipo había logrado anotar par de veces, para citarse luego con ventaja ante el pitcheo de segunda línea, tal vez, el arma más discreta del arsenal brasileño.
Eso quedó demostrado un inning más tarde, cuando los cubanos volvieron a la carga con el racimo decisivo de tres anotaciones. Pudieron ser más, pero el relevista Carlos Yoshimura se las arregló para ponchar al tercer bate Yulieski Gourriel con las bases llenas.
Los discípulos de Barry Larkin evitaron la blanqueada frente a los envíos de Freddy Assiel Álvarez, perjudicado por el error de Abreu y el «grosero» passed ball de Eriel. No obstante, el villaclareño se recompuso hasta dejarle el escenario listo al jovencito Raicel Iglesias.
El pinero de solo 23 años volvió a impresionar con su control, ecuanimidad, velocidad y dominio, algo que no pasó desapercibido para los informadores locales durante la posterior conferencia de prensa.
Minutos después de concluido el partido, el equipo cubano recibió en su clubhouse la visita del legendario ex jugador japonés Sadaharu Oh, quien condujo a la selección nipona a la conquista del título del primer Clásico Mundial, precisamente derrotando a Cuba en el partido final.
El reconocido estratega departió con la delegación cubana, sobre todo con jugadores como Frederich Cepeda, participante en aquel torneo y con un papel sobresaliente en aquel partido definitorio.
«Jugadores como usted se convierten en símbolos para los niños amantes del nuestro deporte», le dijo al jardinero espirituano el mítico Oh, quien lanzó la primera bola del torneo antes del duelo de apertura entre japoneses y brasileños.
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