Para Mijaín, también campeón de Beijing 2008, todos los atletas que llegan a una final son contrarios fuertes. Autor: Mayra García Cardentey Publicado: 21/09/2017 | 05:24 pm
PINAR DEL RÍO.— Son, literalmente, los reyes de sus barrios. No hay cuadras, calles, poblados o comunidades que queden insensibles ante su paso, desde la céntrica avenida Gerardo Medina, en la ciudad cabecera, o el pueblo de San Juan y Martínez, hasta el asentamiento de Herradura, en Consolación del Sur. Son los «personajes» del vecindario, los amigos de todos, los protagonistas de las historias de grandes y chicos.
No hay quien escape del sano chovinismo de saberse sus vecinos. «Vivo frente a Roniel», «Juego dominó con Lazarito Álvarez», «Mijaín es mi socio», son algunos de los comentarios más frecuentes. Sus vidas son enjundia que no empieza ni acaba en los minutos de la premiación olímpica.
Mijaín López: ¿El sueño de Bartolo?
Cuba entera se estremeció cuando el turco Riza Kayaalp le ganó a Mijaín López la final del Mundial de 2011. Nadie lo podía creer. No salían de su asombro: «El invencible, el gigante de ébano de Herradura encontró rival».
Para el luchador supercompleto cubano, Londres 2012 tenía que ser diferente. El ahora bicampeón olímpico reconoció nunca perder psicológicamente frente al turco, devenido famoso por la derrota propinada a la mole de seis pies y más de 120 kilos.
«La preparación fue buena; fui con mente positiva, quería no equivocarme en ningún combate, hacer mis movimientos preferidos», refirió.
Aun cuando la deuda quedó saldada y de qué manera frente al turco, Mijaín admitió que a la lucha cubana le falta «mucho ensayo» con los movimientos empleados en Europa. «Tenemos que trabajar esos agarres y posiciones, muy difíciles para nosotros, porque no los hacemos comúnmente; ello nos afecta; varias de las peleas perdidas fueron por el empleo de estas técnicas por parte de los rivales».
Para el también campeón de Beijing 2008, todos los atletas que llegan a una final son contrarios fuertes. Y lo admite con la misma naturalidad con que reconoce haber alzado la bandera cubana con una sola mano el día del desfile inaugural de las Olimpiadas. «La levanté, y como causó alegría a la delegación, pues la seguí ondeando».
La familia es fundamental para Mijaín. Tanto que por estos días se debate en cumplirle el sueño a Bartolo, su padre. En un arranque de alegría al ganar su hijo la segunda medalla de oro olímpica, presagió un Mijaín para Río de Janeiro 2016.
Pero él confesó que eso no será fácil. «Estamos trabajando para eso, me siento en óptimas condiciones». Pero cuando recién cumple los 30 admite que mantenerse sobre los 120 kilogramos comprende
un gran sacrificio. «Estar en este peso es muy duro para mí. Dependo mucho de los entrenamientos, no tengo parejas con quienes ejercitar. Es un esfuerzo tremendo; es mejor irse con las dos medallas de oro que con una derrota. Veremos si cumplimos el sueño de Bartolo. Lo decidiré más adelante».
Iglesias sigue
No hay quién como el boxeador de la división de los 64 kilogramos, el campeón mundial de Milán 2009, Roniel Iglesias, para aseverar que el pueblo venera a los deportistas con la misma intensidad con que los destrona.
No importaron sus títulos juveniles, su bronce en Beijing 2008, para que al perder su primera pelea en la cita de Bakú 2011, el pueblo lo cuestionara. «Tuve una recaída, me dolió mucho perder en el encuentro inicial; ese resultado nunca lo había tenido en mi carrera deportiva», rememoró aquellos días.
«Marianela, mi madre, me decía que no escuchara a nadie, que entrenara, que cada vez me esforzara más. Desde ahí me llamé a capítulo y entrené fuerte, fuerte para realizar mi sueño: ser campeón olímpico.
«En Londres surgieron otros problemas. Sufrí una lesión, pero peleé de manera que los contrarios no se dieran cuenta. Puse lo de cubano.
«Muchos dudaron de mí; dijeron que Iglesias no daba para más. Pero demostré que sí puedo ser campeón. Tengo edad todavía para seguirlo demostrando; no soy un boxeador que vaya en descenso. Iglesias sigue».
Liván López o la paciencia del «fiera»
Liván López merece medalla doble. Años y años en el equipo nacional tras la sombra de luchadores de su misma división, comprometieron más de una vez la medalla de bronce que hoy cuelga en su pecho.
«Fue frustrante; hubo ocasiones en que tuve deseos de irme y no mirar hacia atrás, dedicarme a otra cosa, ser profesor, entrenador… Pensé que nunca me iban a dar la oportunidad.
«Siempre hay un yo interior y me dijo: “Sigue, va a llegar tu momento; solo tienes que estar preparado para aprovecharlo y demostrar a todos que eres capaz de conseguir el logro grande”».
El «Fiera», como le dicen desde chico en el barrio sanjuanero, tuvo las jaulas cerradas en más de una ocasión. «El año 2011 llegó como otros, todo tranquilo, yo de segunda figura. De buenas a primera me seleccionaron: “Dale, que tienes la batuta”. Me dije: “Bueno, llegó la hora, tengo que dar lo mejor de mí, y demostrar que llevo dentro a un campeón”.
«En el sorteo de la Olimpiada me cayó lo más difícil. Todo atleta quiere transitar un camino cómodo hacia la discusión del podio, tener un grupo en el que pueda ganar una o dos peleas y refrescar, para después discutir la medalla de oro. Al ver mis contrincantes me alegré, porque si me van a medir, si voy a demostrar lo que soy, que sea con los grandes.
«Di lo mejor de mí en cada pelea como si fuera la última. Hice lo que siempre he tenido que hacer, para lo que siempre he estado preparado, para lo que esperé toda la vida: salir a hacer las cosas bien y ganar».
Idalis de Cuba
Idalis Ortiz sintió todos los ojos de la nación sobre sí. Era la última posibilidad de la tropa de judo femenino bajo la batuta de Ronaldo Veitía, para escuchar el Himno Nacional en lo más alto del podio olímpico. Si lo lograba, rompería la mística de todas las grandes figuras cubanas que compitieron en su peso sin acariciar la presea dorada.
«Veitía como entrenador nunca nos presiona; cada quien sale a hacer su papel. Aquel día solo me dijo: “Negra, hoy es tu día; hazlo como tú sabes y lo que resulte estará bien hecho”. No hace falta que te digan más para salir a “matar” a alguien».
Con 22 años y un bronce olímpico, por fin agenció el anhelado oro para la división de más de 78 kilogramos, convirtiéndose en una de las mayores exponentes femeninas del judo cubano actual.
Idalis se siente deudora de ex atletas de su peso como Daima Beltrán. «Tengo que agradecerle; ella y Estela Rodríguez siempre me apoyaron. Daima incluso estaba en Londres con la selección de México, con Vanessa Zambotti, una atleta muy fuerte de mi peso, y siempre me dijo: “Tú eres la mía, voy a ti”.
«La mexicana cayó frente a la difícil rival china Wen Tong. Después todo el tiempo estuvo diciéndome que podía ganarle a las asiáticas. “Tienes que hacer lo que nosotros nunca hicimos, ser campeona olímpica”. Esta medalla es de ellas también».
Para quien comenzó a practicar judo en tierras vueltabajeras, su corazón pertenece a Pinar del Río. Hoy la actual división político-administrativa le otorga nueva cuna: Artemisa. Ella lo soluciona fácil. «Soy Idalis de Cuba. No hay satisfacción mayor que cada cubano me quiera y me admire donde esté. Puedo pertenecer a cualquier otro sitio, que mis medallas siempre serán de este país».
Todos ellos, la pertiguista Yarisley Silva, plata en Londres 2012; Lázaro Álvarez, bronce en el boxeo, 56 kilogramos; Yarelis Barrios, cuarto lugar y diploma olímpico en el lanzamiento del disco; además del decatlonista Yordanis García; Diosmely Peña, 4x400; y Humberto Arencibia de lucha libre, no son solo glorias del deporte pinareño. Pueden vivir en cualquier rincón de la Mayor de las Antillas, porque son de toda Cuba.
Dondequiera que estén seguirán siendo, literalmente, los reyes de sus barrios. Aquí o allá son y serán los «personajes» del vecindario, los amigos de todos, los protagonistas de las historias de grandes y chicos. Yo, por si acaso, vivo en la misma calle de Yarelis Barrios.