Guardiola (izquierda) dirige como si nada. Pero la cara de Mourinho es un poema. Autor: Getty Images Publicado: 21/09/2017 | 05:03 pm
Si bien el primer objetivo ya está cumplido, la selección cubana de fútbol enfrenta hoy a su similar de Granada con la posibilidad de certificar la calidad de sus boletos a las semifinales de la Copa del Caribe, que se disputa en la isla de Martinica.
Al duelo llega el equipo cubano invicto y con la portería inmaculada. Aún cuando no podrán contar con Marcel Hernández y Hanier Dranguet —sancionados en el partido sobre los anfitriones—, los discípulos de Raúl González Triana pudieran redondear un tránsito perfecto por el grupo H.
Asimismo, un empate frente al cuadro granadino, también clasificado, les aseguraría la cima de la llave a los cubanos. Así, los criollos se medirían en semifinales con el segundo clasificado del grupo I.
Ello equivaldría, si se cumplen los pronósticos, a evitar un cruce con los vigentes campeones de Jamaica, que debutaron en su llave con un convincente triunfo de 3-1 sobre la selección de Antigua y Barbuda.
Al cierre de esta edición, los jamaicanos enfrentaban al conjunto de Guadalupe, que negoció un empate 1-1 en su estreno frente a Guyana.
El llanto de la cibeles
Un sinfín de adjetivos, todos de extraordinario hacia adelante, mereció este lunes la lección de fútbol recibida por el Real Madrid en el Camp Nou, de donde salió con una goleada de 0-5 que apuntala al Barcelona en la cúspide del fútbol universal.
Así, ante la pasmosa incredulidad de los más de 400 millones de fanáticos que siguieron las incidencias del partido por televisión, se saldó el superclásico del fútbol español, el nuevo «partido del siglo», la madre de todas las batallas.
De la tan blasonada paridad entre estos equipos apenas se vieron 20 minutos. En ese intervalo, los dirigidos por Guardiola anestesiaron a un rival que dejó el GPS en algún rincón del vestuario, y pagó muy caro semejante descuido.
Apegado al guión de siempre, el Barca no tardó en marcar sus intenciones con la versión catalana del tiqui-taca ibérico. Primero fue la «vaselina» de Messi al segundo palo de Casillas, y después los goles de Xavi y Pedro, que dejaron en evidencia todas las carencias defensivas del equipo de Mourinho.
Al estratega portugués no le quedó más remedio que darle la alternativa a Benzema ante los problemas físicos de Higuaín. Pero me temo que con Özil, Di María y Kedhira en su peor noche del curso, poco hubiera podido hacer el «Pipita» frente a la muralla azulgrana.
Del publicitado duelo entre Messi y Cristiano Ronaldo —los dos mejores futbolistas del momento— apenas hubo noticias, porque el portugués fue tan inconsistente como el resto de sus compañeros. En contraste, la «Pulga» se gastó un memorable partido, que no fue perfecto porque le faltó el gol. Tampoco lo buscó como un goloso, y deleitó al enardecido graderío con esos quirúrgicos pases que pusieron a Villa de cara a sus primeros dos goles en estos clásicos.
Ya a esas alturas del partido, ni las 11 tarjetas mostradas por el colegiado Iturralde González parecían frenar la impotencia de los «merengues», que llegó a su clímax con el gol de Jeffren cuando corría el descuento.
Desde el palco presidencial, y a la izquierda de su anfitrión, Florentino Pérez comprobó que para someter a este Barcelona hace falta algo más que la aureola ganadora de Mourinho.