Yipsi Moreno tuvo su segunda medalla olímpica, dos de plata. Ocho años de sacrificios, lógicos del deporte y mantenerse en la élite mundial es una hazaña
BEIJING.— Brincamos con el martillazo como si nos hubiera dado en un dedo. Enseguida, los voluntarios del palco de la prensa nos llamaron la atención. Disculpen, pero había que saltar: Yipsi Moreno envió el implemento hasta los 74,70 metros y se situó momentáneamente al frente de la competencia.
Luego, la bielorrusa Aksana Miankova se apareció con récord para el evento de 76,34 metros. Caramba, son los Juegos Olímpicos y ganar una medalla de oro es cada vez más difícil.
«Vamos, Yipsi, nos queda una bala», pensaba yo con la cabeza metida debajo de la mesa, cuando la morena camagüeyana se paraba por última vez en la jaula de lanzamientos. El asombro del público, los aplausos, el suspenso. ¿Qué había pasado? Casi, casi: 75,20 metros.
Ella salió contenta, exhibiendo nuestra bandera por toda la pista. Fue su segunda medalla olímpica, las dos de plata, pero valen una misa. Son ocho años de sacrificios —los lógicos del deporte— y mantenerse en la élite mundial es una epopeya.
También hay que agigantarse de la puerta para adentro, cuando aprietan en el hogar los rigores de la cotidianeidad. Por eso le dedicó la medalla a su madre, como regalo de cumpleaños.
Después, las emociones se trasladaron hacia la pista, con Dayron Robles y Yeimar López enviando señales de humo. Al final de la noche, el jamaicano Usain Bolt fue el héroe de otra película de ciencia ficción: firmó un nuevo récord mundial en los 200 metros (19:30 segundos) y volvió a tocar el cielo.