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Aceras

A Guantánamo llegué bajo la lluvia, era impostergable. Cuando Paula Villalón promete un abrazo no hay que hacerse esperar; cuando Iselis llama, cuando Yesenia (Yess) convoca, patrimonio, poesía y bolero se trenzan en un solo hilo. Fue una noche de rayos y centellas. La mañana amaneció húmeda, londinense, no parecía propicia para lecturas o presentaciones, ni para nada parecido; mas un libro siempre es más. 

Autor:

Reinaldo Cedeño Pineda

A Guantánamo llegué bajo la lluvia, era impostergable. Cuando Paula Villalón promete un abrazo no hay que hacerse esperar; cuando Iselis llama, cuando Yesenia (Yess) convoca, patrimonio, poesía y bolero se trenzan en un solo hilo. Fue una noche de rayos y centellas. La mañana amaneció húmeda, londinense, no parecía propicia para lecturas o presentaciones, ni para nada parecido; mas un libro siempre es más. 

Un libro siempre empuja.

Y allá me fui, a la villa iris amada, al Guaso, con los amigos, rodeado de libros, a celebrar el nacimiento de otros libros. Guantánamo nunca falla. Frente a la librería Ateneo Asdrúbal López, en el mismo corazón de la ciudad, hay una agencia bancaria. Ya sabemos de esas batallas tortuosas, torcidas, angustiantes, madrugadoras, del dinero en efectivo versus el dinero electrónico.

En una acera se hablaba de letras, en la otra, de finanzas.

Me pareció escuchar a Clara y Mario, el dúo romántico de Cuba, interpretando aquella pieza de Juan Arrondo, Desde aceras opuestas. ¿Cómo fue que, poco a poco, se juntaron ambas? ¿Cuándo se fundió el asfalto? ¿En qué momento algunos cruzaron la calle, curiosamente, a ver lo qué pasaba del otro lado? ¿Cuántos se quedaron hasta el final?

Es cierto que el abrazo y medio de una intelectual como Migdalia Tamayo, no se da todos los días. Desde la primera vez que la vi, supe que estaba ante un carácter. La Universidad y el tiempo nos unieron. Contra la falta de electricidad, contra la escasez de datos, contra las aguas desbordadas, ella leyó un libro de cuentos para acompañar al amigo. 

«Sin la amistad, el mundo es un desierto», estampó Sir Francis Bacon.

La periodista Jessica Elías Domínguez, con su belleza juncal, se sumergió en el libro Hijo del camino. No me voy a andar con medias tintas, Jenny Pupo es la culpable de esta compilación de crónicas y gritos que me regaló la Editorial Cauce. De Pinar del Río a Guantánamo, surcando la Isla en unos párrafos. Y por si fuera poco, Jessica tomó el lente y capturó esos instantes, que hoy son la alegría y que mañana son la memoria.

A Daniel Ross Diéguez (DaRoDe), le debía la visita. Este chico se alzó con la Luciérnaga de Oro en Cannes, así, como si nada. De su película por estrenar Bajo la corteza, yo había tomado un fotograma para el poemario Tejiendo un país (Ediciones Santiago, 2025) y era la hora de ponerlo en sus manos. Hubo un plus, me llevó a la azotea de Mayito, en la calle Prado, para disfrutar, para atrapar el atardecer sobre el Palacio Salcines que acoge en su cúpula a la escultura de La Fama, declarada símbolo de Guantánamo por encuesta popular.

Y, por supuesto, si uno entra en la aldea, la natal de Regino Boti, tienes que estar cerca de Doña Mireya Piñeiro, la poeta, y de Lilibeth Alfonso Martínez, la periodista. Cada una, a su modo, ha sabido atrapar las silenciosas llamas, los callados estruendos. 

Para quien dude que los libros son poderosos, inusitados, vencedores, aquí tenéis la memoria de cuando estos desafiaron la lluvia, lo envolvieron todo, prendieron sus luces por acá, por la más oriental de las provincias de Cuba.

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