Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

El gran akokan de una diversión

Virtuoso del piano e innovador de la música cubana, Roberto Fonseca fusiona tradición y vanguardia. Con álbumes como Zamazu, Akokan (Corazón, en yoruba) y La Gran Diversión, ha explorado ritmos afrocubanos, jazz y electrónica

Autor:

Rafa López Mesa

 

Roberto Fonseca no es solo un músico; es un huracán de creatividad que ha sacudido la escena musical cubana e internacional con su fusión de tradición y vanguardia. Nacido en La Habana en 1975, desde niño su destino estuvo marcado por partituras y ritmos. Su padre, Roberto Fonseca Durades, era baterista, y su madre, Mercedes Cortés Alfaro, cantante y exbailarina del cabaré Tropicana, quien incluso participó en su álbum Zamazu en 2007.

Criarse en un hogar donde la música era el pan de cada día lo llevó a explorar instrumentos desde los cuatro años, comenzando con la batería. A los ocho años se enamoró del piano, y a los 15 ya dejaba boquiabierto al público en el Festival Jazz Plaza de 1991.

De Temperamento a Buena Vista Social Club

Su carrera despegó con su primer álbum, En el comienzo, en 1999, grabado con Javier Zalba y el grupo Temperamento. Este disco ganó el premio al Mejor Álbum de Jazz de Cuba, después siguió explorando con fonogramas como Tiene que ver y Elengo, en los que mezclaba latin jazz, hip-hop y ritmos afrocubanos como un auténtico alquimista musical.

En 2001, viajó a Japón para grabar No Limit Afro Cuban Jazz, un disco que se convirtió en un clásico de culto. Ese mismo año, se unió a la legendaria Buena Vista Social Club como pianista de soporte para Rubén González. Tras la muerte de González en 2003, Fonseca tomó su lugar, acompañando a Ibrahim Ferrer en lo que sería su última gira, una experiencia que lo marcó profundamente y lo llevó a coproducir Mi sueño, el último álbum de Ferrer, nominado al Grammy Latino en 2007.

Después de cuatro años de giras, más de 600 conciertos por el mundo entero y colaboraciones con leyendas como Cachaíto López y Omara Portuondo, Fonseca decidió que era hora de crear su propio legado.

En 2007 lanzó Zamazu, un disco personal en el que fusionó música afrocubana, clásica y tradicional; con invitados estelares como Carlinhos Brown y Vicente Amigo. Pero fue en 2009, con Akokan, que Fonseca encontró su voz más auténtica. El título, que significa corazón en yoruba, refleja un viaje a las raíces africanas. Akokan no solo consolidó su estilo, sino que lo llevó a escenarios internacionales como el Festival de Jazz de Marciac, donde grabó un álbum en vivo que capturó su energía inigualable. Fonseca no solo toca el piano; lo habita con una pasión que contagia a cualquiera que lo escuche.

Más allá de ser un pianista virtuoso, Fonseca es un productor visionario. Después de su trabajo como director musical de Ibrahim Ferrer en Mi sueño, trabajó junto al DJ británico Gilles Peterson, lanzó Havana Cultura, un proyecto que descubrió a jóvenes talentos de la música urbana cubana.

Fonseca siempre ha sido un puente entre generaciones, colaborando con artistas como Herbie Hancock, Wayne
Shorter e incluso Will Smith, cuya película Hancock incluyó su tema Llegó Cachaíto en la banda sonora. Asimismo, fue el productor musical de Olokun, el disco de Rodrigo Sosa que alcanzó el Gran Premio de Cubadisco 2025.

La Gran Diversión

En 2023, Fonseca sorprendió al mundo con La Gran Diversión, un álbum inmersivo mezclado en Dolby Atmos que captura la esencia de las noches habaneras. Este disco es una fiesta sonora donde el son, el bolero y la música afrocubana se fusionan con electrónica y hip-hop, creando una experiencia auditiva que transporta a las calles de La Habana. Cada tema es un viaje lleno de color y emoción, que demuestra por qué Fonseca sigue siendo un innovador incansable.

Su capacidad para mezclar jazz, soul, funk, hip-hop y ritmos tradicionales cubanos lo ha convertido en un referente global. Desde sus días en el Jazz Plaza hasta La Gran Diversión, su carrera es un testimonio del poder de la música para unir culturas y emocionar al mundo.

Como él mismo dice: «La música no tiene fronteras; solo hay que guardar las tradiciones y dejar que el corazón guíe el ritmo». Y vaya si Fonseca lo ha hecho. Cada nota, cada proyecto, cada colaboración es una prueba de que la música es un lenguaje universal, y él, uno de sus más elocuentes maestros.

Comparte esta noticia

Enviar por E-mail

  • Los comentarios deben basarse en el respeto a los criterios.
  • No se admitirán ofensas, frases vulgares, ni palabras obscenas.
  • Nos reservamos el derecho de no publicar los que incumplan con las normas de este sitio.