Las emisoras comunitarias tienen a mano numerosas páginas interesantes, conmovedoras, asegura Andrés Machado Conte. Autor: Cortesía del entrevistado Publicado: 03/02/2025 | 10:46 pm
«¿Cuántas veces le han pronosticado la muerte al teatro? Unas cuantas. Y conozco gente, con un salario de pura lágrima, que sale a morirse en las tablas, a entregar toda la energía que lleva dentro. En la radio ocurre igual». Así piensa Andrés Machado Conte, premio nacional de Periodismo Cultural José Antonio Fernández de Castro en 2017, que actualmente trabaja para la emisora Radio Camoa, en San José de las Lajas, Mayabeque. «En las emisoras locales he conocido al verdadero hombre-radio, que sabe hacer de todo. ¡De todo!».
Me llama la atención el entusiasmo de este creador ante la idea de tener que asumir muchas tareas en un medio comunicativo. Si existe la oportunidad de trabajar en las grandes emisoras radiales de Cuba, ¿entonces por qué elegir a una pequeña emisora en un pueblito?
—¿Cuál es el atractivo de las radios locales?
—Fue siempre la más escuchada en la comunidad, tradición que se mantiene frente a las emisoras nacionales. Están físicamente más cerca del destinatario, comparten el mismo universo de precariedades, de esperanzas, hasta de sueños.
—¿Afirmaría entonces que estas tienen mayor porcentaje de oyentes?
—Es complicado determinarlo. Históricamente se han hecho encuestas, pero ese método —se sabe— alberga un porcentaje de errores. Cada emisora local debe perfilar su alcance, con interacción constante hasta los últimos confines de su escenario comunicativo, porque el alcance que tienen no se mide con llamadas de reporte de sintonía o análisis estadísticos.
—¿Es cierto que existe un rango etario que prefiere la radio?
—Es una pregunta difícil. Alguna vez se midió por las cartas recibidas. Era un intercambio interesante y hasta recomendable, de comunicación viva y activa con los oyentes. Pero eso no da un dictamen definitivo. La cotidianidad nos hace ver que la radio es cosa de viejos, que a los jóvenes no les interesa. Pero eso habría que demostrarlo. Y, si fuera cierto, sería un problema por resolver.
—¿Qué pasa con los jóvenes y la radio?
—¡Ah!, los jóvenes. Atraerlos no es una tarea sencilla, sobre todo en un país cada vez más envejecido. Lo advertimos hasta en el lenguaje. Alguien quiere a veces elogiar a un muchacho y dice: «A pesar de su juventud, es bastante responsable en lo que hace». Sí, como si la juventud fuera algo negativo.
Cuando trabaja para jóvenes, Machado recuerda a un eminente profesor de Historia, Oscar Loyola Vega, por la manera en que seducía y encantaba con sus clases, incluso a los que más se aburrían con su materia. Valora que el equipo de realización debe incorporar ese espíritu, para atemperar la programación radial al gusto de los más jóvenes.
Le pregunto si el desencanto por la radio se debe, en parte, a una disminución en la calidad de los contenidos. Para Machado no es así. Él vivió de cerca la evolución de las emisoras locales; no cree que el problema sea la calidad, sino la forma en que se ha perdido la pasión que empapaba a la creación radial de hace varias generaciones.
—¿Y las agendas? ¿Las ideas que se transmiten en nuestras emisoras coinciden con el pensamiento del pueblo?
—A veces la agenda pública va por una parte y la agenda informativa se encamina por otra. Las emisoras comunitarias no pueden permitirse ese disparate. Ellas nacen ahí, en los confines del barrio. El compromiso es con la verdad. Hay que tomarle el pulso a la calle y contribuir a transformarla.
Está seguro de que la radio cuenta para esa tarea con la que es, desde su punto de vista, la conquista más hermosa: la palabra. Cree que a pesar de la crisis que se vive en Cuba, los radialistas nunca deben perder la sensibilidad y la cercanía hacia quienes los escuchan.
Para Machado, a la radio actual la beneficia la llegada de jóvenes creadores y las nuevas formas de comunicar. Pero, atendiendo al panorama actual, hay más que se puede hacer para actualizar a las pequeñas emisoras. Lamentablemente, se enfrentan dificultades tecnológicas y económicas que impiden a medios como Radio Camoa ofrecer servicios tipo podcast o radio a la carta.
No es que no se intente hacer más, pero la situación actual no lo permite. Por ahora, se ha logrado ofrecer un servicio de transmisión en vivo por la página web de la emisora, aunque para ello se usa tecnología muy básica y desactualizada.
—En vistas de esta situación que parece condenarlas al olvido, ¿las radios locales cubanas superarán la prueba del tiempo?
—Las emisoras comunitarias tienen a mano numerosas páginas interesantes, conmovedoras. Ahora muchos creen que las redes y el influencer son el canto del cisne —o sea, el final— de la radio. No lo creo. He asistido a la bienvenida de jóvenes entusiastas y talentosos. La gente hasta le inventa un rostro al radialista. Cabemos en un bolsillo y estamos en todas partes. Tal vez sea la radio la última plataforma de la fantasía.