El ministro de Cultura, Alpidio Alonso Grau, junto a otras autoridades entregó el premio a Raquel Carrión. Autor: Tomada del ISA Publicado: 03/09/2024 | 08:45 pm
Este 2 de septiembre, cuando iniciaba el curso escolar en todo el país, la Universidad de las Artes de Cuba se convertía en sede de la gala de entrega del Premio Nacional de Teatro 2024 a la profesora Raquel Carrió. Estábamos allí muchos de sus alumnos, algunos de sus compañeros de tantos años y estaban, también, los estudiantes recién matriculados. No puedo imaginar un mejor lugar ni un público más idóneo para un encuentro como ese.
Es cierto que la mágica iglesia griega ortodoxa de Loma y 39, que es la sede del Teatro Buendía, podía haber acogido este homenaje, pero hay que recordar que ese grupo, fundamental en la más reciente historia del teatro cubano, es resultado de una peculiar confluencia de talentos al interior del singular espacio de formación levantado en esa universidad.
Como se sabe, el Buendía nació en 1986 en las aulas de la Facultad de Teatro del entonces denominado Instituto Superior de Arte. Fue el resultado del laboratorio desarrollado por la maestra Flora Lauten, y la profesora Raquel, graduada de la Facultad de Artes y Letras de la Universidad de La Habana, se unió al grupo desde muy temprano.
Siendo parte de aquel núcleo fundador, la investigadora no solo aportó una perspectiva teórica y análisis de gran solidez a los procesos artísticos en los que se aventuró el joven colectivo, sino que también desarrolló, en el diálogo con Flora, una obra dramatúrgica de extraordinaria calidad, escrita directamente para escenarios y los actores específicos.
Piezas como Otra tempestad (1997), La vida en rosa (1999), Bacantes (2001), Charenton (2005), La balada de Woyzeck (2007), La visita de la vieja dama (2008), Pedro Páramo (2012), Éxtasis (2015), Shylock (2017) y Aura (2023), entre otras muchas, dan cuenta de un recorrido fecundo en el que se conjugan la relectura de los clásicos y la búsqueda de una teatralidad peculiar y absolutamente cubana. Lúcidos y necesarios son sus ensayos y trabajos críticos que le valieron, en 2007, el Premio de Investigación Rine Leal, otorgado al libro, lamentablemente aún inédito, Dentro y fuera de los muros: la investigación intercultural y la escritura escénica.
Más allá de los escenarios y diálogos, hay que reconocer en la ejecutoria de Raquel su permanente defensa de nuestro teatro y de nuestra cultura en general. Conocedora a profundidad de la obra de Virgilio Piñera, Carlos Felipe y Rolando Ferrer, y del recorrido del teatro de grupo en Cuba, lo es también de la creación literaria de José Lezama Lima, un autor siempre presente en sus obras, ensayos y también en clases.
Cierro los ojos y puedo escuchar a la maestra disertando largamente sobre la necesidad de una «serie regulada» para que se produzca una «excepción morfológica». Quizá, uno de los mayores secretos de su desempeño pedagógico esté relacionado con la búsqueda de una expresión libre y original a partir de la constancia, el rigor y la disciplina.
El Premio Nacional de Teatro finalmente en manos de la profesora valida, sin dudas, su creación de mayor aliento: el Seminario de Dramaturgia. Un espacio de investigación, experimentación y libertad comprometido con la práctica escénica, pero ajeno a esquemas, fórmulas vacías y repeticiones estériles. Es probable que, cuando la joven recién graduada diseñó los primeros ejercicios de su taller de escritura creativa, no pudiera imaginar adónde conducirían aquellos pasos.
No puedo decir con precisión el número de graduados, pero sí que la maestra sigue acompañando el proceso y guiando a los maestros más jóvenes como eL primer día y esa entrega de tantos años es tangible en textos, puestas, películas y guiones para obras audiovisuales diversas que han dado cuenta de los tiempos de la Isla y lo siguen haciendo ahora desde los más variados paisajes.
Al agradecer el Premio, Raquel insistió en mencionar a sus maestros, a Rine Leal, a Manuel Moreno Fraginals, a Graziella Pogolotti, a sus compañeros, a Flora, a los actores, músicos y técnicos de Buendía. Agradeció también a sus alumnos y dijo que había aprendido de cada uno de ellos. El suyo, confesó, ha sido el método socrático, ayudar a que se expresen con libertad y con la verdad del corazón.
Para concluir la gala, los actores del Buendía representaron un fragmento de La vida en rosa, una obra que versiona el mito de Yarini. ¡Cuba para los cubanos!, gritaron los personajes y el antiguo grito de independencia se repitió en toda la sala como certeza de que cuidar el teatro es también cuidar la nación y los imaginarios múltiples que la fecundan. Eso ha hecho Raquel Carrió, eso nos ha enseñado.