Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

Marta Gómez, un canto fresco en la música latinoamericana

La intérprete y compositora colombiana estremeció con su voz al público cubano, durante su reciente participación en Cubadisco 2023

Autor:

Sergio Félix González Murguía

Han pasado 22 años desde que la cantora colombiana Marta Gómez presentara al mundo su primera producción discográfica. Era un material nacido de forma independiente, como casi toda su discografía, que la artista tituló con su propio nombre, revestido de la autenticidad y verdad que suele tener el trovador armado de su guitarra.

Dos décadas después, la artista celebra su andar creativo con Filarmónico 20 años (2022), una propuesta donde se atrevió a interpretar 15 temas icónicos de su obra, con arreglos para orquesta filarmónica. Se trata de un material que nació en plena pandemia de la covid-19 con la anuencia del Teatro Colsubsidio de la capital colombiana, junto a la Filarmónica Juvenil de Bogotá, cuyo resultado ha sido uno de los protagonistas de la recién concluida Feria Internacional Cubadisco 2023.

Con la sonrisa por bandera y esa capacidad genuina de contar la canción, Marta Gómez le ofreció la posibilidad al público cubano de disfrutarla en varias facetas. La vimos defendiendo la canción a guitarra limpia, secundada por quien considera su alma gemela musical, la tercera Enid Rosales, pero también arropada por la Orquesta Sinfónica Nacional de Cuba, bajo la dirección del maestro Enrique Pérez Mesa, en una versión de Filarmónico 20 años, un material que recibió un premio Cubadisco Internacional y ya venía con la cosecha de una nominación al Grammy Latino 2022 a mejor álbum vocal pop tradicional.

La intérprete y compositora colombiana no es una desconocida en la escena cubana, pues en enero de 2020 acudió invitada por la cantautora Liuba María Hevia al 5to. Encuentro de Mujeres Creadoras Ángel y Habanera. Además, su obra cuenta con el reconocimiento internacional avalado por siete nominaciones a los Grammy Latino, de los cuales ha obtenido dos premios, uno a mejor disco infantil en 2014 por Coloreando y otro en 2015 a mejor diseño de empaque para el disco Este instante.

Marta Gómez, acompañada por la sinfónica, era el fin de fiesta que merecía la gran celebración de la industria musical cubana. Una propuesta donde la artista recorre lo más significativo de su obra en un viaje que nos lleva hasta Colombia para después darnos un recorrido por algunos rincones del continente, a través de recursos sonoros que apelan a nuestra identidad regional.

Desde Confesión, primer tema que compusiera en 1999 cuando salió de su país para emprender proyectos en otras tierras, hasta Almita mía, canción que dedica a su abuelo, la artista se muestra a su público con una sensibilidad que apela a la raíz y una poderosa dulzura vocal que incluso puede llegar a recordar a la gran Mercedes Sosa. Pero también vino a contarnos historias como la de Basilio, un niño trabajador de las minas en Bolivia, el amor entre dos próceres de la lucha por la independencia de su tierra con Mírame, sobre la tradición tejedora en la región con Llévame en tus alas, así como parte de su obra musical para niños.

Marta Gómez confiesa a Juventud Rebelde lo difícil que fue para ella llevar su obra al formato orquestal para este proyecto. «Hace años que soñábamos con este disco y gracias al productor Paulo Sánchez, que era el director del teatro Colsubsidio en Bogotá y coordinó todo con la orquesta, pudimos aspirar a hacer algo que es muy difícil para una artista independiente. Gracias a él también hemos podido venir al Cubadisco.

«No fue fácil escoger las 15 canciones, algunas infantiles, algunas que no pueden faltar, otras que faltaron, pero ahí están. No me gustaría que este fuera mi único trabajo con orquesta, porque realmente no puedes fluir igual la primera vez, no me puedo equivocar. Requiere una concentración mayor, pero es muy bello, se siente como en una película. Se nota que es mi canción, pero hay unas flautas, unos violines volando por ahí y son arreglos maravillosos, es otra cosa».

Revisitar su obra supone para esta artista de 44 años una oportunidad para hablarnos de su infancia en la Cali de los 80, de la primera vez que escuchó a Silvio Rodríguez cuando tenía 13 años, de sus estudios en Boston, sus trabajos como niñera y artista callejera en la urbe norteamericana, pero también de la Colombia que quiere ser mejor, de un país que no la deja, como ella asegura en una de sus canciones, acostumbrarse a la distancia.

Marta Gómez nació con el don de la música atravesado en su garganta. Desde que era bebé, cuenta, ya entonaba alguna melodía para fascinación de una familia dedicada a la ferretería. Su madre percibió que algo de sensibilidad había en ella que debía explorar. Así que cuando tocó empezar la escuela la matricularon en un colegio musical y a los cuatro años de edad ya cantaba en el coro del Liceo Benalcázar de la ciudad de Cali. Luego aparecerían la guitarra, las canciones y el amor desmedido por hacer sentir a través de la música.

—Desde los cuatro años la música convive a tu alrededor. ¿Cómo aparece Cuba en tu imaginario sonoro?

—Recuerdo claramente la primera vez que apareció Silvio. Yo tenía 13 años, me gustaban las canciones de Violeta Parra, Mercedes Sosa, Mocedades y mi hermano mayor siempre andaba escuchando música en inglés, pero no me llamaba la atención. Entonces un día me trajo un casete y me dijo que eso me iba a gustar. Era el disco Causas y azares y sonó Canción en harapos. Cuando la escuché supe que eso era lo que yo quería hacer.

«Cuba siempre ha estado. Gema y Pavel fueron fundamentales para mí, más adelante, a los 18. Tenía un dúo con un amigo y grabábamos sus canciones, imitando su sonido. Gema Corredera y Liuba María Hevia son dos referencias muy fuertes y cercanas para mí. Soy demasiado apasionada por la música, me encanta descubrir canciones, adoro sentarme con la guitarra, descubrir los acordes y los trovadores cubanos han sido parte de ese camino».

— Ha sido un recorrido amasado a lo largo de 21 discos y creaciones como Para la guerra nada, Despacio, Ritualitos. ¿En qué momento decides empezar a componer tu propia obra?

—Desde chiquita escribía algo que llamaba «pensamientos», porque yo creía que los poemas tenían que rimar y si no era ni un poema ni un cuento, entonces eran solo pensamientos. Crecí en los 80 en Cali, una época muy dura de la violencia: era imposible no sentirla y no saber que explotaba una bomba allí, que no se podía ir al colegio porque de pronto pasaba algo y el candidato que le gustaba a mis papás lo matan y a los cuatro días matan a otro. Esa fue mi infancia.

«Entonces yo no sé si es por eso, pero yo escribía y escribía en mi diario muchas cosas sobre Colombia. Por eso cuando oí Canción en harapos tuve claro lo que debía hacer, porque a mí no me gustaban las canciones de amor. Eran tiempos de Ricardo Montaner, Franco de Vita, gente que cantaba maravilloso, pero yo quería decir algo más. Me enamoré de eso, también de las historias, canciones que fueran historias como La fábula de los tres hermanos. Era preciso decir algo más, contar otras historias».

—A través de tus producciones cuentas tus historias de vida, reflexiones personales, parte de la realidad de tu país, cantas para los niños y estás a punto de lanzar un nuevo material a dúo con el bajista argentino Andrés Rotmistrovsky ¿Qué representa el disco para ti?

—Para mí es fundamental grabar porque es lo que queda. No soy meticulosa ni vergonzosa, no pienso que el disco tenga que ser perfecto. Compongo una canción y por mí la grabaría ese mismo día: no quiero que se contamine, no quiero que cambie, quiero que quede así. Tampoco soy mediocre, pero me gusta la frescura. Veo a mucha gente quedarse como con un tesoro y al final mueren y luego salen 500 canciones guardadas. La música es siempre un motivo de alegría y hay que compartirla, el mundo necesita canciones bonitas.

«Crear desde la música es un privilegio. No me canso de agradecer y cada vez que pasa el tiempo más agradezco poder vivir de esto, de conocer a Silvio, de haber cantado con Pablo, Carlos Vives, Aterciopelados, de la amistad de Alexis Díaz Pimienta, Gema, Liuba y saber que ellos también me quieren. Eso es impagable».

 

 

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