Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

Los filos nuevos

Entre aquella impresa Letra con filo y este Con filo multimedial caben años, formatos, estilos, ¡generaciones enteras!, pero todo ello converge en una palabra: continuidad

Autor:

Enrique Milanés León

Preocupa el periodismo que no preocupe, el que ignora qué indagar, qué decir, qué crear… y repite sin pensar o piensa con cabeza ajena; fastidia el reporte obseso de la velocidad que, de tan veloz, muere sin apenas alumbrar; disgusta el «palo» en las redes que remeda, de cara a multitudes ávidas de consumir/se, el chillido perfecto del eunuco pero queda sin un buen «par de razones» con que defender, más allá, cuanto afirma en su escenario.

En fin, uno es como un aguafiestas para quienes reiteran hasta gastarla la idea garciamarquiana de que el periodismo es el mejor oficio del mundo y llegan a creer que la palabra del Gabo —real maravillosa, ciertamente— basta para creernos que todos los reporteros somos los mejores oficiantes y que describimos el mejor de los mundos posibles. ¡El mundo, dicho sea de paso, está de apaga y vámonos!

Sin embargo, esa inconformidad tiene límites: los que impone el talento de los colegas. Hay altos ejemplos en nuestras filas que nos sirven no solo para echar un vistazo y aprender, sino también para inhalar el alivio de que, además de posible, el avance es palpable. Tal es el caso del programa Con filo.

Basta con seguir el mapa de ronchas de todo escozor que, desde su aparición, va dibujando en el viejo carapacho de la ¿nueva? contrarrevolución. Con un nombre que remite inevitablemente a los tres lúcidos tomos del pensador y dirigente cubano Carlos Rafael Rodríguez, el espacio se entronca —desde un lenguaje desenfadado muy diferente al verbo profundo del académico— con la mayor defensa de «tesis» de Carlos Rafael: la Revolución.

Según contó un día Fidel, en plena Plaza de la Revolución: «Los burgueses decían: «¡Qué inteligente es Carlos Rafael Rodríguez; es una lástima que sea comunista!». No es difícil suponer que el temblor que imponía en sus adversarios la presencia de aquella especie de marxista del Renacimiento —sabía de casi todo— se pareciera al tembleque que hoy causa en más de uno el decir reposado de unos jóvenes que no parecen romper un plato de la vitrina del odio… pero le asolan toda su vajilla.

Entre aquella impresa Letra con filo y este Con filo multimedial caben años, formatos, estilos, ¡generaciones enteras!, pero todo ello converge en una palabra que enlaza los afanes del viejo comunista con el empeño de sus bisoños compatriotas: continuidad.

Visto el caso y comprobado el hecho, es fácil darse cuenta de que los biznietos de Carlos Rafael están más afilados que los de Posada Carriles. Mientras un lado embiste, cerrados «los ojos» del corazón, el otro —¡con rojísimo capote a la vista!— descubre y burla el ataque con movimiento elegante.

El saber vence fatalismos. A veces, de cara a la internet de yagua y tablas de palmas que muchos cubanos tenemos —diga lo que diga, el que inventó la Red, que también creó la trampa, no quiere que avancemos mucho— uno llega a creer que solo nos queda echar mano al emoticón lloroso, pero no… para hacer lo suyo/nuestro, los muchachos de Con filo no solo bailan en casa del trompo, sino que a menudo le «agitan» la cuerda.

Cual bandera izada en un bohío de Cuba Libre comunicacional, este proyecto es uno de los mejores ejemplos de la vieja práctica mambisa, pulida después por Fidel, de quitar armas al enemigo para vencerlos en sus propios términos. En lugar del click «más grande», decide aquí el comando más profundo.

De estar (más) vivo, José Martí sería el primero en darse cuenta de que a cada rato la guerra de pensamiento que se nos hace tiene más gritería que reflexión y que esa mella en el arma del enemigo, sonoro resultado de su falta de unión, nos favorece sobremanera.

Aturdidos por los decibeles de su propia diatriba, los adversarios de Con filo no piensan eficientemente, así que quienes amamos a Cuba hacemos bien bajando el volumen para concentrarnos mejor.

Hay que celebrar, entonces, el tono contenido del espacio, su diálogo natural y la preponderancia del hecho, sabiamente escogido, por sobre sus presentadores. Acerca de estos últimos: ¿cuál de ellos es la figura central? Ha de ser Fuenteovejuna —el que «mató al Odiador»—, porque no asoma, ni hace falta alguna, el protagonismo a ultranza que más de una vez espanta las audiencias.

Sin la grandilocuencia que, en mi personalísimo juicio, hundió la popularidad de algún proyecto, jóvenes iguales a los que hallamos en cualquier barrio cubano saben contar, con la sagacidad del historiador, nuestra gesta cotidiana —con aciertos, yerros y otros «minerales» de la realidad— y saben cortar oscurísimos bulos con el aplomo del cirujano mayor.

En Con filo conocen muy bien qué indagan, qué dicen, qué crean… son originales porque no alquilan cabezas para sacar conclusiones y arrojan un limpio chorro de luz sobre el hecho abordado. No, no se les oye chillar, así que nada de Farinellis castrables: si dicen, sostienen, con muy martianos calzones.

Son parte de los filos nuevos que cargan por Cuba y destacan, en un paisaje de comunicación que a menudo clama por frescura semejante, por «rasgar la costura de la manipulación mediática y adentrar en la arista filosa de los acontecimientos» con el más formidable ariete para derrumbar los muros de la mentira: lo natural.

Preocupan mucho… ¡qué bueno! En la selva de internet, donde a menudo son soltadas fieras de alquiler con el olor de Cuba implantado en sus hocicos, ellos
—como otros colegas de variopintos medios, formatos y generaciones— hacen el period(hero)ismo necesario, en los códigos contemporáneos.No basta con aplaudirlos: brindémosles nuestras «limas».

Del otro lado conocen la real hondura de los dominios. Aunque nunca van a admitirlo en sus muy públicas redes, los odiadores que gritan horrores de Con filo dirán para sus adentros algo así como lo que los viejos burgueses sobre Carlos Rafael: «Esos muchachos son comunistas, ¡pero muy inteligentes!».(Tomado de Cubaperiodistas)

 

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