La actriz Yordanka Ariosa, en el protagónico de La casa de Benarda Alba por la Clau Compañía Teatral. Autor: Abel Rojas Barallobre Publicado: 21/02/2022 | 10:26 pm
Los malabares del «azar concurrente» permitieron la casi coincidencia en cartelera de sendas representaciones de una de las tragedias de Federico García Lorca (1898-1936) más estimadas y puestas en escena: La casa de Bernarda Alba, que concibiera el poeta y dramaturgo granadino justamente el año de su muerte bajo las balas fascistas y franquistas, por lo cual la pieza fue estrenada póstumamente, una década después.
Clau Compañía Teatral, con la dirección del español Carlos Aguilar Redondo, presentó durante dos fines de semana una versión apegada a la letra, pero también a la tradición escénica lorquiana.
Con actrices cubanas, volvimos a sufrir la metáfora de una España hermética, cerrada en sí misma, asfixiante por obra y (des)gracia del régimen totalitario y dictatorial de Franco que enfrentaba valores aherrojados y añejos a la pujanza de una nueva sociedad, mientras esta se abría paso entre una minoría terrateniente que trataba de ahogarla y frenarla.
La vieja «dama digna» que rige con mano de hierro a cinco hijas casaderas, que se ocupa de las apariencias antes que el amor y lo esencial de las relaciones humanas, que esgrime un matriarcado coartador y castrador de todas las libertades, implica, además de sus postulados alegóricos, una literalidad que estructura con fuerza, gradación y manejo del suspense dramático, los tres actos de la pieza.
Lorca discursó además en torno a la libertad sexual que, un tanto oculta en la perspectiva que hoy llamamos «de género», se expande bajo la epidermis textual a todo el ser humano, incluyendo la orientación que él detentaba como homosexual, quien viera en la mujer explotada y deseante, una aliada y compañera de sufrimientos.
Cuando la criada Poncia se refiere a las hijas de Bernarda y sus luchas internas, nos recuerda que no se trata de maldad, sino de la reacción lógica de «mujeres sin hombre», problemática que el autor plasmó en sus dramas, extendidos a la soltería, la viudez, la esterilidad…
La lectura de Aguilar contempló una escenografía expresiva que, con varios bloques-columnas, significó la cerrazón del espacio, con el símbolo del pozo en el centro cual código de oasis en medio de la asfixia y el calor, literal y simbólico.
No logró evitar, sin embargo, cierto estatismo en la puesta que redujo las posibilidades representacionales del texto, el cual pudo desplegar mejor su fuerza dramatúrgica con un más dinámico y expansivo aprovechamiento y distribución escénicos, que la sala elegida (la Tito Junco) posibilita.
La música, con la violoncellista Yindra Mesa ejecutando en vivo aires de palos de flamenco y ecos clásicos, complementa silencios y gritos, como el blanco y (mayoritario) negro del vestuario, y se suma a la simbología de la escritura con sus respectivos subtextos.
Dentro del dramatis personae viene sobrando esa especie de ángel que inicia y finaliza, o por lo menos carece de una mejor integración al discurso teatral.
Dentro de las actuaciones se aprecia desnivel en las actrices más jóvenes, y dejos de sobreactuación en los desempeños de algunas veteranas (Mayra Mazorra como Poncia, y Ana Gloria Buduen en la piel de la madre de Bernarda). Afortunadamente, el protagónico de Yordanka Ariosa, pese a la no suficiente edad de la actriz para el papel, vence tal escollo con la fuerza, convicción y riqueza de matices que por lo general caracteriza su labor.
El «documental fotográfico» que pretendió el autor con esta obra, y nos recuerda el director de la puesta, se nos presenta con logros parciales, mas, sin duda, atendibles.
Desde la Danza Flamenca
La compañía Ecos, caracterizada como se sabe por trabajar el flamenco desde el baile y el cante, presentó durante dos semanas el estreno de Bernarda, ¡NO!, partiendo, claro, de la célebre tragedia lorquiana.
Obra Bernarda ¡NO! por la compañía fl amenca Ecos. Foto: Budy Bode
El aludido mundo que recrea la pieza aún lamentablemente tiene vigencia porque, superada la oscuridad y la opresión de la España franquista, sobre todo para la mujer, no hemos logrado del todo, a nivel internacional, desterrar prejuicios, violencia de género y discriminación femenina como debiéramos.
De ahí que los ecos lorquianos al respecto resuenen desde estos Ecos, que claman por el empoderamiento de la mujer y la negativa que indica con fuerza el mismo título a todo aquello que lo frene.
La coreógrafa y directora Ana Rosa Meneses, apoyada en arreglos y producción musical de Noel Gutiérrez sobre una partitura que en buena medida le pertenece (aunque con segmentos de Miguel Chávez y Marlon Bordas), con diseño de luces a cargo de Fernando Alonso, el vestuario que facturó Mileydis Puebla y los zapatos confeccionados por José Luis Fernández logra erigir, en apenas una hora, el universo del poeta andaluz que tan bien caló el alma femenina de su contexto en medio del matriarcado, el machismo y la intolerancia.
La inmensa luna lorquiana que ilumina el escenario, símbolo de su imaginería, preside ese cosmos de represión y a la vez rebeldía que él supo plasmar admirablemente, y que, sumando los elementos audiovisuales integrados a la escenografía precisa de Lisandra Ramos (también diseñadora del vestuario y la gráfica), forman un todo con la protagónica danza, mezclando como siempre lo específico flamenco a elementos contemporáneos.
Pese a la organicidad del discurso se percibe, eso sí, una proyección un tanto monocorde en más de un momento del relato danzario, que exigía, a mi juicio, un poco de mayor contraste coreográfico en varios de los capítulos.
Sin embargo, deben saludarse la energía y precisión de las danzantes, el equilibrio respecto a la música cantada (presencialmente emitida por los excelentes cantaores Miguel Chávez, Iriela Rech y Addis Moreno) y el breve texto leído, como quiera que la danza y la solfa son los principales actantes del mundo lorquiano. Ese que toma ahora el vestido tan cubano, desde la herencia de la Madre Patria, pero en reciprocidad para con quien afirmó que, si se perdía, vinieran a buscarlo a Cuba.
Clau Compañía Teatral y Ecos nos ayudan de nuevo a encontrarlo.