«Otro año se me va, se me va, como el agua entre los dedos…». Así parodiaba el actor José Antonio Rivero, con su personaje Rufino del Pino (Rufo) en el antológico programa radial Alegrías de sobremesa, un viejo tema (Tu cariño se me va) que popularizó el cantante chileno Ricardo Roberto Toro, más conocido como Buddy Richard, allá por los años 80 del pasado siglo. Las letras de todas aquellas parodias y programas nacieron del ingenio del inolvidable escritor Alberto Luberta.
La cita no es casual y se debe a que este año que termina, la reconocida directora de radio, maestra de muchas generaciones Caridad Martínez, y este humilde escribidor (ya le robé el nombramiento a mi admirado y querido amigo Ciro Bianchi) dimos feliz término a un volumen-homenaje a Luberta, ese grande de la radio y el humor cubanos. Caridad, inseparable compañera de Alberto durante muchos años, me dio esa oportunidad de compartir con ella tan linda misión y le estaré agradecido por siempre.
Mientras transcurría esta labor literaria también transcurría un duro año para todos los cubanos. Quizá el más difícil que tengamos todos en la memoria, hasta los menos jóvenes. Muchas cosas negativas confluyeron, las cuales no abordaré porque ya las conocemos, y pienso que es mejor hablar de lo bueno, que también lo hubo, y que no me cansaré de repetir porque nunca estaremos lo suficientemente agradecidos a nuestros médicos, científicos y a todo aquel que aportó su granito de arena para luchar contra la COVID-19.
Concluye 2021 y podemos hacer planes para el venidero año. El optimismo es salud, deseos de vivir… es darnos una nueva oportunidad y otorgar un voto de confianza a quienes apuestan por un futuro mejor.
Mi amigo Floro se apoya en una filosofía un poco rara, que asume sin vacilar. Según él: si el cerdo no quiere estar en mi mesa, ese es su problema. Respeto su punto de vista y pienso que además de ser un problema personal del cerdo, es un problema que alguien tiene que solucionar y supongo que así será. Por lo pronto demos la venia al señor lechón de pasar un fin de año sin muchas preocupaciones y sin bajas considerables en el gremio. Lo siento por el pollo, porque sé que no le gustará la idea.
Y mirando más allá del acostumbrado asado, llama mi atención cómo a pesar del difícil año que despedimos, hay planes que se repiten al pie de la letra, al igual que en años anteriores, para después del 31 de diciembre. Quiero que sean sinceros y me digan cuántos están pensando comenzar el 2022 con una dieta, además de la que ya hemos pasado, para deshacerse de unas libritas que les sobran. ¡Tremenda paradoja!
Otros muchos planes tenemos y eso significa que estamos conscientes de que la vida continúa. Que mirar adelante, con luz larga, es una cualidad dada al hombre, que llamamos esperanza… Y aunque la respuesta a la esperanza para algunos cae del cielo, prefiero compartirla también con los terrestres y señalar con el dedo lo que toque hacer a cada cual para que se hagan realidad esos sueños el próximo año. Así serán mucho más seguros y llevaderos nuestros días. Entonces le podremos decir desde ya al señor lechón: ¡El año que viene no te escapas!