Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

Todos los comienzos de Armando Valdés

Con esta propuesta, Juventud Rebelde inicia una serie de entrevistas a actores, actrices y realizadores de la telenovela cubana Vuelve a mirar, una producción audiovisual que aviva hoy el gusto y la polémica de muchos televidentes

 

Autor:

Iris Celia Mujica Castellón

Armando Valdés nació actor. Con toda la verdad y el talento para una profesión que se pule, pero no se hace en las academias. Apareció con la tierna desfachatez de Chala en Conducta. Entonces, traía esa mirada retadora y culpable en toda inocencia de quien no esquiva la desgracia. Impecable en cada escena, puso de pie a las mejores audiencias con una interpretación empírica y absolutamente auténtica.

Fue un éxito arrasador al que debe, entre otras cosas, descubrir lo que ya era y lo que terminaría haciendo el resto de su vida. Lo que vino después fue eso que algunos llaman «comienzo». La formación, el estudio y otros necesarios aprendizajes.

Pasaron años de espera para rencontrarlo en la pantalla. Volvió en actuaciones brevísimas que, de manera inconsciente, comparamos con aquel debut espectacular. Ante la inevitable e injusta valoración, el joven actor tiene claro el argumento: «Sé que este referente dejó altas expectativas. Por eso quizá directores y público esperan más de mí que de otros actores tan jóvenes como yo».

«Todos los personajes en la carrera de un actor aportan», dice también, convencido de que la verdadera grandeza de cualquier ser humano, sea cual sea su oficio, está en la humildad. Por eso, todas sus palabras son de gratitud cuando le pregunto por Norbertico, papel que interpreta en la telenovela Vuelve a mirar.

«No es un protagónico —aclara—, pero es un personaje del que he aprendido muchísimo, sobre todo, porque es mi primer trabajo “grande” en la televisión».

«Me tomó por sorpresa. Recibí la invitación de Lourdes, primera asistente de dirección, quien pensó en mí para el personaje y me contactó a través de una amistad que tenemos en común».

—¿Qué te pareció la propuesta?

―Excelente. Un honor trabajar bajo la dirección de Ernesto Fiallo y Julio César, y, además, compartir elenco con los profesionales que interpretaron los roles protagónicos. Personas maravillosas que me acogieron con mucho cariño.

—¿Habías trabajado con Ernesto Fiallo? ¿Cómo fue la experiencia con actores tan experimentados y reconocidos?

―No había trabajado con Fiallo y puedo decir que es un magnífico director. Sabe bien lo que quiere, es sincero. Tiene claro sus objetivos y lo que desea en la escena. Es un director que comprende muy bien el texto y facilita nuestro trabajo. Con los actores con quienes compartí escena directamente: Paula Alí, Roque Moreno y Yudexi de la Torre, la experiencia fue estupenda. También con Melissa Broughton (mi pareja en la novela y en la vida real), quien interpreta el personaje de Carla tuve un vínculo muy especial. Un verdadero placer compartir los días de rodaje con el resto del reparto y todo el equipo detrás de cámara.

—¿Qué fue lo más complicado a la hora de interpretar a Norbertico?

―Norbertico no es un personaje complicado sicológicamente. Sin embargo, transita por muchas emociones a lo largo de la historia. Se mueve entre la separación de los padres y otros conflictos por los que atraviesa su familia. Lo más difícil es que las grabaciones no ocurren de forma cronológica y son muchos capítulos. Uno tiene que concentrarse y conectar con las circunstancias que anteceden a cada escena. Entender bien el contexto que ronda al momento justo que estás interpretando. Es lo más complejo cuando la filmación no es lineal. También se trabaja a un ritmo bastante apresurado.

—¿Lo consideras un personaje especial dentro de las historias que defiende la telenovela?

―Creo que sí. En mi opinión, la unión de Norbertico, nieto de Nora (Paula Alí), y Carla, sobrina-nieta de Toñín (Manuel Porto), termina siendo una especie de analogía de la relación de los ancianos, pero en un tiempo distinto.

—¿Cuánto te aportó asumir este rol?

―Todos los personajes te ayudan, todos te enseñan. En particular, Norbertico me mostró el mundo de la televisión. Trabajar con actores de tanta experiencia es la mejor academia. Aprender de su responsabilidad y entrega, de cómo hacen parecer sencillo lo que en realidad es difícil, y además hacerlo divertido, es una oportunidad que debemos aprovechar.

—Como uno de los actores más jóvenes del reparto, ¿qué opinión te merece el tratamiento de la vejez en esta entrega de Amílcar Salatti?

―Me parece muy bien que se toquen temas tan sensibles. Ver la vejez desde perspectivas diferentes a través de los personajes resulta muy interesante y necesario. Convivimos con nuestros abuelos en casa o familiares de la tercera edad, y no todos son iguales. No todos tienen las mismas ganas de vivir, no conocen sus derechos o la posición que deberían ocupar. El tema me toca de cerca porque adoro a mi abuela, la respeto y escucho todo lo que me dice.

—Desde el excelentísimo debut como Chala en Conducta, te hemos visto reaparecer en otras actuaciones. ¿Cómo ha sido la vida profesional de Armando Valdés después de un comienzo tan especial?

―Fue un privilegio haber trabajado en Conducta, una película que me marcó muchísimo. Muy vista en los cines, muy querida por el público. Gracias a esta interpretación estuve en varios festivales. Obtuve premios extranjeros a la mejor actuación masculina. Me permitió descubrir lo que quería hacer en la vida: actuar. Me abrió los horizontes y fue el impulso en mi carrera. Después de esta película, agradezco mucho mi inclusión en la segunda temporada de Rompiendo el silencio, en el episodio Libre. Aquí encarné un personaje que nada tenía que ver con Chala, eran polos opuestos. En estos casos, uno como actor debe explorar, ser versátil. Si nos enmarcan o nos encasillan en una sola imagen, eso termina siendo desfavorable para el artista.

—¿Consideras que el largometraje de Ernesto Daranas dejó el listón muy alto en tu carrera?

―Por supuesto, un listón altísimo. Conducta me volvió muy exigente conmigo mismo en todo lo referido al trabajo. Cuando tienes un antecedente como este, que generó altas expectativas, tanto los directores como las audiencias exigen más de ti en cada papel.

—Siete años después del estreno, ¿cómo te ves en la película?

―Ya soy graduado de la Escuela Nacional de Teatro, estudié actuación, conozco métodos. En Conducta mi trabajo fue totalmente empírico. Seguí, paso a paso, los consejos de Daranas y de Mariela López, jefa de casting, a quienes estoy eternamente agradecido. Además, recibí el apoyo de Alina Rodríguez, Yuliet Cruz, Armando Miguel Gómez. Por supuesto, ahora lo veo y siento que pude hacer cosas mejores y otras que no debí hacer, pero en ese momento no podía verlo de esa forma. Era como un juego para mí. A veces me preguntan: ¿si pudieras hacerlo otra vez cambiarías algo? La verdad, no sé qué responder a eso.

—¿Qué representa Alina Rodríguez en la vida de Armando?

―Quedábamos solo tres niños en el casting y Alina se nos acercó para intercambiar con nosotros. Cuando me seleccionaron el trabajo se volvió más íntimo. Surgió una conexión muy bonita entre nosotros. Recuerdo con cariño una anécdota de esos días en que Alina y yo salimos a tomar un refresco a un bar de La Habana Vieja. Algunas personas que estaban en el lugar le pidieron tomar unas fotos y ella con tanta humildad les dijo: «Conmigo no, dentro de tres años querrán tirarse esas fotos con él, así que aprovechen». Junto a Alina viajé a todos los festivales. Conservo muy bonitos recuerdos. Atesoro un libro de Stanislavski, Cómo se prepara un actor, que me dedicó y entregó en el aeropuerto cuando íbamos para Uruguay. Entonces, comenzaba mis estudios de actuación. Tuvimos una relación especial. Era muy cariñosa, me quiso mucho y yo sentía un respeto y una admiración profunda hacia ella. A veces me parecía mentira tenerla frente a mí, tan humana. Uno tiende a idealizar a los actores, pero con ella todo fluía muy natural. Hablaba del día a día, de la cotidianidad, de los problemas en su casa. Eso borraba las distancias entre el niño de 12 años y la actriz. Yo todavía la quiero, donde quiera que esté.

—¿Teatro, cine, televisión o un poco de todo?

―Creo que un actor debería pasar por todo. El teatro es un medio que enseña muchísimo, requiere de mucho ensayo, preparación, concentración. Implica también dedicación y entrega. Diría que ofrece una formación muy integral. Pero deberíamos experimentar todo, aprender de las complejidades y las riquezas de cada medio.

¿Cuál es el mayor reto para los jóvenes actores dentro del panorama audiovisual en la Cuba de hoy?

―Es complicado. Hay demasiada competencia, pero también hay bastantes producciones, y eso permite que salgan jóvenes con talento y ganas de trabajar. Debemos estudiar y prepararnos, es mi consejo. Leer, ver cine, televisión, tomar referencias. Ponerlo todo en cada proyecto para que después no quede el «pude haber hecho».

—¿Dónde quisieras estar en unos años?

―Solo pido estar haciendo lo que me gusta, mi trabajo. No soy inconforme, agradezco poder hacer lo que hago todos los días.

 

Comparte esta noticia

Enviar por E-mail

  • Los comentarios deben basarse en el respeto a los criterios.
  • No se admitirán ofensas, frases vulgares, ni palabras obscenas.
  • Nos reservamos el derecho de no publicar los que incumplan con las normas de este sitio.