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Las eternas palabras de Marta

El universo creativo de la Premio Nacional de Música sigue siendo interpretado por muchos de los nuevos talentos que aportan frescura y vigor a una obra que la tiene per se

Autor:

Frank Padrón

El universo musical de Marta Valdés (quien, a punto de cumplir 86 años sigue vital y activa) cuenta, entre innegables virtudes, una fundamental: sus canciones no pierden vigencia; aunque cuando la mayoría, al menos de las más conocidas, llevan varias décadas sobre sus hombros, son como todo lo bueno, perenne y moderno.

Pudieran algunas armonías sonar a otro tiempo o resultar difíciles para ser proyectadas en toda su complejidad por determinados músicos, pero son piezas que mantienen su capacidad de diálogo con los más diversos públicos, su peculiaridad de tutearse con diferentes sensibilidades y de ser incorporadas por los oídos más exigentes; cantada por voces respetables de nuestra música, que se han «especializado» en ella (Vicentico Valdés, Elena Burque, Miriam Ramos, Argelia Fragoso, Pablo Milanés…), Marta sigue siendo defendida por muchos de los nuevos talentos que aportan frescura y vigor a una obra que la tiene per se.

Entre esos intérpretes pudieran mencionarse a Gema Corredera (cuyo disco habrá que comentar también), Yaíma Sáenz, Ivette Cepeda y Haydée Milanés, cuyo CD Palabras (sello Bis Music, 2014) obtuvo el premio de cancionística en la edición de Cubadisco ese año, y la cantante sigue incluyendo con más de un tema en sus conciertos actuales, pues figuran, sin duda, entre lo más gustado de su repertorio.

La joven vocalista y música echó mano a un grupo de canciones que no por muy conocidas dejan de llegar en otra dimensión, pues bien es sabido que cada versión de cualquier obra musical implica una relectura siempre portadora de novedad y de esa impronta particular que le imprime cada intérprete. Tampoco se amilanó Haydée ante el hecho de que muchas de esas obras habían sido dadas a conocer o cantadas por más de un colega que, prácticamente, las había hecho suyas. Y es que —parece saber bien ella—, las buenas canciones no son de nadie y son de todos, siempre pueden recibir una nueva semilla que las haga florecer y fructificar: la música de Marta, en específico, posee ese don.

Lo primero que la cantante decidió fue una apuesta por la sencillez: los arreglos trasuntan lo mínimo en cuanto a estructura musical, van encaminados más a diseñar una atmósfera íntima, coloquial —tanto como los textos en su mayoría— que a impresionar por su fastuosidad y grandilocuencia; en ello estriba otra virtud de Palabras: su agradecible minimalismo que nos comunica las emociones y los sentimientos de ese profundo cosmos musical desde sí mismo, sin necesidad de acudir a superfluos afeites que tal vez hubieran generado un disco de grandes quilates orquestales, pero que extraviara esa magia y esa comunicación directa que la compositora ha impreso en sus títulos.

De modo que los arreglos (de la Milanés, excepto los tratamientos guitarrísticos en Canción fácil y Tú no sospechas, de la autora) son precisos, funcionales, tendientes a crear un ambiente sonoro de pura «descarga», evocadores de aquellas jornadas de filin en las que más importaban los sentimientos compartidos que la frondosidad o el virtuosismo musicales.

Y aun contando con lujosos colaboradores: la batería de Enrique Plá, el bajo acústico de Jorge Reyes, las guitarras de Nam San Fong, las tumbadoras de Edgar Martínez, las trompetas de Roberto García, Molote, Molotico y Carlos Frank; el arpa de Mirta Batista y el piano de Luis Felipe Gama (en un par de canciones pues el resto lo ejecutó la misma intérprete), el resultado es de una admirable sencillez, que apenas sirve de apoyo —eso sí, un apoyo extraordinario— a todo lo que comunica la voz.

Otra característica del trabajo es la exposición de los temas sin repris: aun cuando la mayoría de sus predecesores insisten en repetir la parte A, Haydée, a fuer de resultar demasiado breve, expone solo la melodía, sin repetición de corpus o estribillos de modo que la canción quedara expuesta en su «almendra» pura, en su esencia.

Así, un expresivo pero sobrio piano calza la voz que emite Canción fácil, en la que su autora rindiera un sui géneris homenaje al actor polaco Zbigniew Cybulski en su recordado filme Todo para vender, de modo que el relato del tema reproduce en admirable y poética síntesis el desenlace de la obra.

En No hagas caso, una trompeta y alguna percusión ayudan a esa propuesta confesional que significa en definitiva la tierna canción de amor; en la pieza que da título al CD los comentarios tecladísticos o un bello interludio jazzeado acentúan la hermosa áurea bolerística de ese clásico. Algo semejante se aprecia en Deja que siga sola, cuyos refuerzos en el instrumento estuvieron a cargo del virtuoso Luis Felipe Gama, colaborador también en los criterios orquestales.

Aida, con acompañamiento coral de un trío procedente de Schola Cantorum Coralina, es toda una delicates en vocal (como también Llora) mientras Tengo —otra canción «difícil» de Marta, por sus vericuetos armónicos y las exigencias de sus encrespadas frases—arranca a la intérprete una de sus más depuradas labores en ese campo, en lo cual contribuye no poco la atmósfera de blues felizmente captada y transmitida por arreglo e instrumentistas (en especial el bajo de Jorge Reyes, también superlativo en Llora); algo semejante a nivel de logros en cuanto a la vocalización y los criterios orquestales se aprecia en Tú dominas.

Momento destacado a nivel instrumental-arreglístico es también el trabajo que con el arpa realizara Mirta Batista para En la imaginación. No te empeñes más y Tú no sospechas, otros clásicos de Marta, figuran también entre las conquistas del fonograma, con hermosos y adecuados apoyos por parte de los instrumentos (en el primer caso, con una certero soporte percutivo junto con la trompeta elegante de Molotico, o los desgranados acordes de Reyes en el bajo; en el segundo, mediante la sabia guitarra de la autora, quien, a propósito, acompaña vocalmente a Milanés en Sin ir más lejos, redondeando un cristalizado dúo); sin embargo, una pieza no tan conocida, pero preciosa, Como un río, hubiera precisado de una mayor fuerza y expresividad en lo interpretativo.

Hablando de esto, hay momentos en que se hubiera deseado un fraseo mucho más limpio, otros donde quizá la cantante apresura un tanto más el tempo de lo necesario, pero en términos generales estamos ante una labor encomiable.

Palabras (que como canción está cumpliendo nada menos que 65 junios, dicho sea de paso) es un CD exquisito, una renovación legítima y necesaria para ese eterno, inagotable diccionario musical de Marta Valdés, que Haydée Milanés (también productora) ha contribuido notablemente a mantener vivo y actualizado. En estos días tan caseros, es un buen momento para escucharlo una vez más.

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