José Manuel Carballido Rey, efectivo escritor de la radio y la televisión, escribía cuentos. Y según afirmara Enrique Núñez Rodríguez, pudo ser un sobresaliente narrador y situarse junto a Onelio Jorge Cardoso.
Leyendo a Cuentos de Carballido Rey, que es como se titula la selección de Omar Felipe Mauri y publicada por Ediciones Unión, el lector, al menos yo, confirmará que de haber seguido el consejo de Hemingway: dejar los medios aéreos y dedicarse solo a la literatura, Carballido Rey hubiera alcanzado alturas superiores como narrador.
Tal vez lo justo sea respetar la decisión de compartir medios tan opuestos como el espacio televisivo y las páginas literarias; respetar incluso el deseo o la necesidad de priorizar en su obra los libretos para la imagen encristalada. Y juzgarlo en lo que fue y no en lo que pudo ser.
Cuentos de Carballido Rey llegó para hacernos recordar o conocer los ambientes rurales previos a la Revolución. Aparecen los días y azares de la gente de campo, de la gente pueblerina. Y de ese modo, estos cuentos de Carballido —nacido en 1931 y fallecido en 1987— sirven para que el lector evoque o conozca un pasado que ya se difumina en la memoria colectiva.
No recibiremos lecciones sociológicas. Pulsaremos, primeramente, una respetable vocación por el tema rural, un apego a esa gente cuya historia se resume antes de 1959, en la disyuntiva de soportar o de rebelarse contra la explotación del latifundio criollo o del ingenio norteamericano.
En cuanto a la forma, apreciaremos cierta tendencia al verbalismo en algún párrafo, cierta manera de resolver estados de ánimo o situaciones decisivas con adjetivos enfáticos, al modo de Lovecraft. Cito el empleo del término horrible para definir una situación, en vez de mostrarla, dibujarla, como suele exigir la técnica de la narración. Pero si hallamos esas inconsecuencias, también hemos de encomiar la capacidad de Carballido para plantear un momento dramático o un final inesperado, y reconocer su talento descriptivo y su dominio de los matices rurales.
Tal vez el lector ya no lo halle a la venta. Y que nadie me culpe. Solo propongo un libro más o menos reciente, y menciono al autor de dos piezas ya clásicas, y que aparecen en este libro: Gallo pinto y Caribbean Sugar.